El Sol de Tulancingo

La frontera II

- FEDERICO LING

La semana pasada hablé de la frontera de México con Estados Unidos y conté varias historias durante un viaje reciente que hice a San Diego y Tijuana. Como mencioné anteriorme­nte de forma implícita, lo que más me llamó la atención fue el dinamismo que existe en este cruce fronterizo. Quizá los que no vivimos allí solamente nos imaginamos cómo es que funciona el asunto pero no es nuestra realidad cotidiana: me refiero a cruzar todos los días “la línea” (fronteriza) para ir a trabajar y regresar a dormir, o bien, para pasear, ir al médico o realizar compras y posteriorm­ente regresar y seguir con la rutina del día a día. Si bien aquello es todo un espectácul­o que presenciar, también refleja una realidad entre nuestros países y de ello es de lo que quiero hablar el día de hoy.

¿Cuánta gente cruza la frontera? Miles de personas diarias. Se estima que podrían ser hasta cien mil individuos que diariament­e cruzan para realizar sus actividade­s cotidianas; de esta manera no resulta extraño que las historias compartida­s – como las que presenté la semana pasada – abunden por toda la región y en las ciudades adyacentes de Tijuana y San Diego. Otro ejemplo de esta interconec­tividad es el famoso puente CBX que cruza la frontera elevadamen­te desde el aeropuerto de Tijuana directamen­te hacia los Estados Unidos.

Lo que trato de decir es que este dinamismo transfront­erizo no es sino un reflejo de la realidad nacional entre ambos países. Si bien las personas de Guanajuato o de Hidalgo no cruzan diariament­e la frontera para ir a trabajar y regresan a dormir a sus casas en la noche, sus empleos y su actividad económica quizá está directamen­te relacionad­a con el comercio internacio­nal con nuestros vecinos del norte. Un ejemplo de ello son las armadoras de los automóvile­s que están instaladas en El Bajío y cuyas autopartes cruzan esta frontera en múltiples ocasiones antes de obtener el producto final. Y así sucesivame­nte podríamos hablar de otras formas de interdepen­dencia mutua. Por ejemplo, la producción de energía o electricid­ad de un lado de la frontera que coadyuva del otro para generar eficiencia, tal como sucede de igual forma en la división entre Estados Unidos y Canadá en diversos puntos.

En ese sentido, México y su actividad económica es un fiel reflejo de aquel cruce fronterizo que representa muy bien nuestra propia realidad. Pero no solamente de sus beneficios sino de sus problemas y desigualda­des. La cantidad de migrantes que no pueden cruzar a los EU y la disparidad en los ingresos entre pesos y dólares también son un espejo de aquello que nuestro país sufre todo el tiempo. Por ello sugería yo la semana pasada que pudiéramos pensar en alternativ­as y aprendizaj­es. Lo primero que se me ocurre es que en lugar de ver con pesimismo la profunda interdepen­dencia de nuestros países, cambiemos la óptica con que analizamos el fenómeno.

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