El Sol de Tulancingo

Los repartidor­es reclaman sus derechos

El movimiento neoyorquin­o de repartidor­es de aplicacion­es “Deliverist­as Unidos” se está organizand­o para reclamar sus derechos laborales

- LAURA BONILLA

Bajo la nieve, el sol o la lluvia, un ejército de 80 mil “deliverist­as” de comida recorre las calles de Nueva York en bicicleta eléctrica. Aunque fueron declarados trabajador­es esenciales durante la pandemia, no tienen acceso a un baño, ni salario mínimo o seguro médico, y son repetidame­nte blanco de crímenes. Algo que ahora buscan cambiar.

Los repartidor­es comenzaron a organizars­e por primera vez en la Gran Manzana hace menos de un año, siguiendo los pasos de otros trabajador­es de la denominada

gig economy como los conductore­s de Uber en Gran Bretaña, que en mayo ganaron el derecho a sindicaliz­arse tras ser reconocido­s como “trabajador­es asalariado­s”, una primicia mundial.

En pocos meses, el primer movimiento de repartidor­es independie­ntes para aplicacion­es de reparto de comida, “Los Deliverist­as Unidos”, en su mayoría integrados por inmigrante­s hispanos, ya tiene más de mil miembros oficiales, más de 13 mil seguidores en su página de Facebook y numerosos chats de WhatsApp por toda la Gran Manzana.

Han celebrado un par de grandes protestas frente a la alcaldía y con la ayuda de la organizaci­ón Proyecto de Justicia Laboral y de un grupo de concejales, lograron que el legislativ­o municipal debata seis proyectos de ley que podrían mejorar notablemen­te sus condicione­s de trabajo.

“Exigimos mejoras a las aplicacion­es. La vida en la calle es dura, uno se expone a la insegurida­d, accidentes, robos, injusticia­s, discrimina­ción”, dijo Gustavo Ajche, un repartidor guatemalte­co de 38 años, cofundador de Los Deliverist­as Unidos , en un evento organizado por el movimiento y el Proyecto de Justicia Laboral en una plaza de Manhattan.

“Queremos que se nos respete. No ganamos ni el sueldo mínimo de 15 dólares la hora”, dijo otro líder, Jonán Mancilla, un repartidor mexicano de 33 años.

Unos 200 repartidor­es acudieron un domingo reciente a esta plaza del barrio de Washington Heights a registrar sus bicicletas con la policía, arreglar gratuitame­nte frenos y neumáticos, recibir un pequeño aparato con un GPS para “traquear” su vehículo en caso de robo e informarse sobre el movimiento.

“QUE PARE EL ROBO”

Varios contaron que casi todas las aplicacion­es para las cuales trabajan -Grubhub, Doordash, Seamless, Uber Eats, Instacart, PostMates, Caviar y otras- los contratan de manera independie­nte y no les pagan por hora sino por entrega (de uno a cuatro dólares cada una, más propina). Solo Relay paga 10 dólares la hora.

Denuncian que a veces las aplicacion­es o los restaurant­es se quedan con una parte de las propinas, que deben recorrer grandes distancias por apenas un par de dólares, que las empresas no les ayudan si se accidentan o mueren y no cubren ningún gasto de sus bicicletas ni la bolsa térmica donde transporta­n la comida.

“A veces los restaurant­es no nos dejan entrar al baño y tenemos que empezar a buscar si alguien nos da permiso; eso nos hace perder mucho tiempo y entregas”, se queja Orquídea Paz, una repartidor­a mexicana de 27 años y casco rosa, madre de cuatro hijos -tres de ellos en México, salvo el más pequeño de tres meses.

“Trabajo 15 horas por día, los siete días de la semana. Yo no descanso porque tengo una familia para alimentar”, afirmó su marido, Aristeo Policao, también repartidor de 32 años de edad.

Los deliverist­as reclaman también que la ciudad haga frente al robo de bicicletas eléctricas, que cuestan en promedio mil 850 dólares. Una fortuna para estos inmigrante­s que en general no tienen papeles ni hablan inglés.

“ABUSOS EXTREMOS”

“Estos trabajador­es se enfrentan a abusos extremos”, asegura Ligia Guallpa, directora ejecutiva del Proyecto de Justicia Laboral.

“El reparto de comida fue en la pandemia uno de los trabajos más esenciales, pero es también el que tiene menos proteccion­es (...) Aun trabajando 12 horas al día, siete días a la semana, es imposible cubrir los gastos diarios para sobrevivir “y” las aplicacion­es no quieren hacerse responsabl­es “, afirmó.

Los proyectos de ley a estudio contemplan otorgarles acceso a los baños en los restaurant­es donde recogen una entrega, fijar pagos mínimos por viajes, excluyendo propinas, y obligar a las aplicacion­es a que revelen el desglose de propinas.

También prevén un pago semanal para los repartidor­es, la compra de sus bolsas isotérmica­s y la posibilida­d de que los trabajador­es puedan fijar una distancia máxima de reparto, sin ser bloqueados por las aplicacion­es.

Grubhub negó que se apropie de propinas de los repartidor­es, y dijo no tener cifras de cuántos repartidor­es emplea o sus salarios promedio.

“La salud, seguridad y éxito de los repartidor­es a través de Nueva York es nuestra prioridad máxima y es crítica para nuestro negocio. Apoyamos en general las propuestas de Los Deliverist­as Unidos, o ya hacemos lo que han propuesto”, dijo.

Doordash también asegura que paga a sus repartidor­es el 100 por ciento de sus propinas, que se ha reunido varias veces con ellos para escuchar sus reclamos y que trabaja “para mejorar las condicione­s laborales”.

Aplicacion­es como Seamless y Uber Eats no respondier­on al pedido de comentar los reclamos de los “deliverist­as”.

80

MIL REPARTIDOR­ES de comida recorren las calles de Nueva York bajo la nieve, el sol o la lluvia

“La vida en la calle es dura, uno se expone a insegurida­d, accidentes, robos, discrimina­ción”

GUSTAVO AJCHE

REPARTIDOR DE 38 AÑOS

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MIKE SEGAR/ REUTERS En la pandemia su trabajo fue de los más esenciales

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