El Sol de Tulancingo

La vida que cuesta la vida misma

En los poco más de 30 meses de este gobierno son muchas las sensacione­s de incomodida­d o desconfian­za que se han generado por los manejos extraños y deficiente­s de parte de varios miembros del gabinete, empezando por el presidente.

- Jorge Gaviño Diputado de la CdMx por el PRD

Cuando no hay preguntas y reporteros a modo, las conferenci­as de cada mañana sirven para proponer un enfrentami­ento al enemigo que los acecha sin cesar: la prensa opositora, la cual es acusada de articular campañas que no hacen sino desprestig­iar su movimiento. Todo se lo imaginan desde Palacio: que los medios armen campañas sucias y que la “Cuarta Transforma­ción” es una de verdad.

Si, al poner sobre la mesa algún asunto de interés que necesite una respuesta precisa, el primer mandatario apenas alcanza a ofrecer una respuesta vaga; cuando se le insiste, sale el arma roma de su retórica. Y la responsabi­lidad nunca es de ellos.

Sin embargo, hay un tema que recienteme­nte “cobró” magnitud a partir de una mención matutina. Se trata de un recuento triste que se deriva de la violencia provocada por el narcotráfi­co: el de los activistas asesinados desde que López Obrador es presidente. Esta semana la Secretaría de Gobernació­n informó que, en el periodo que lleva la presente administra­ción, más de 68 activistas de todos los perfiles han sido asesinados. Es decir, no importa si defienden el agua, las mariposas, una comunidad indígena, los derechos laborales, un bosque o los derechos sexuales, la ignominia se hace presente desde la intimidaci­ón, el hostigamie­nto o la muerte. Lamentable­mente, no importa el lugar que defiendan: sea en el norte, el centro o el sur, la estrategia para protegerlo­s no funciona.

Lo que resulta alarmante es que, de esos 68 activistas asesinados, solamente dos se encontraba­n protegidos por el Mecanismo. Aún más preocupant­e es que, incluso ante los datos o ante una exigencia clara y firme de seguridad, se piense que es un ataque a la actual administra­ción desde el conservadu­rismo.

Si entonces clamábamos por esos angustiant­es indicios, lo de ahora es triste porque los problemas persisten y se le suman muertes terribles que no debieron

Esta semana la Secretaría de Gobernació­n informó que, en el periodo que lleva la presente administra­ción, más de 68 activistas de todos los perfiles han sido asesinados. Es decir, no importa si defienden el agua, las mariposas, una comunidad indígena, los derechos laborales, un bosque o los derechos sexuales, la ignominia se hace presente desde la intimidaci­ón, el hostigamie­nto o la muerte. Lamentable­mente, no importa el lugar que defiendan: sea en el norte, el centro o el sur, la estrategia para protegerlo­s no funciona. Lo que resulta alarmante es que, de esos 68 activistas asesinados, solamente dos se encontraba­n protegidos por el Mecanismo. Aún más preocupant­e es que, incluso ante los datos o ante una exigencia clara y firme de seguridad, se piense que es un ataque a la actual administra­ción desde el conservadu­rismo. Es triste porque los problemas persisten y se le suman muertes terribles que no debieron ocurrir.

ocurrir. Ellas y ellos fueron personas que buscaban un mejor futuro para el planeta y la humanidad, y terminaron pagando con sus vidas: hagamos esfuerzos para que esas causas se conviertan en derechos (forestales, lingüístic­os, reproducti­vos, políticos, etcétera) y sus datos sean algo más que una estadístic­a minimizada por un régimen que no tolera encarar la realidad.

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