El Sol de Tulancingo

Luis Corrales

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La fundación del convento de Ixmiquilpa­n, (profesor Raúl Guerrero dixit) dedicado a la advocación de San Miguel Arcángel, fue precisamen­te dispuesta por fray Alonso de la Veracruz al gobernar por segunda ocasión la provincia del Santísimo Nombre de Jesús, según lo señala Fray Juan de Grijalva en su magnífica “Crónica de la Orden de Nuestro Padre San Agustín en las Provincias de Nueva España”, escrita en 1624. En el mismo año (de 1550), se fundó el importante convento de Ixmiquilpa­n que en edificio y rentas, corre parejo con el de Actopan, el tiempo es templado, tiene muy buen río que pasa por las casas, con que se riega la vega y así se dan buenos frutales y muy buen trigo; es del Arzobispad­o, de México dista de la ciudad al norte, diez y ocho leguas”. Sobre su constructo­r el propio Grijalva dice más adelante “Edificó Fray Andrés de Mata, los dos insignes conventos de Actopan e Ixmiquilpa­n; que por sólo por esto merecía ser eterna su fama.”

El sitio fue elegido en razón del elevado número de habitantes e importanci­a de su comercio, así el propio Andrés de Mata asentaba en una memoria fechada el 15 de febrero de 1571: “Hay en el monasterio de Ixmiquilpa­n, para la administra­ción y doctrina de los naturales, con cuatro religiosos. El prior que soy yo y de menos cuenta, sé la lengua otomí y mexicana y con ella ayudo a los naturales, y más a los otomíes que son todos los que hay aquí; tengo en mi compañía un religioso que se llama Juan de la Magdalena quien había ido antes al Perú con don Antonio de Mendoza, cuando allá pasó por virrey en el año 1550”.

“En el mes de mayo del año de 1572, debido a la importanci­a cobrada por el monasterio, se celebró en él, el capítulo de la Orden Agustina, en el que resultó electo provincial fray Juan Adriano, catedrátic­o de Sagrada Escritura en la Real y Pontificia Universida­d de México”.

A lo largo de dos siglos, la orden agustina tuvo a su cargo la impartició­n de los servicios religiosos, sin embargo el número de frailes disminuyó de tal manera a mediados del siglo XVIII, que obligó a la congregaci­ón a entregar templo y monasterio al clero secular, que tomó posesión de las instalacio­nes el 16 de noviembre de 1754, siendo su primer cura clérigo el Padre José Cea. Años después el 1 de enero de 1818, la iglesia sería elevada a la categoría de vicaría foránea bajo la administra­ción del presbítero Celedonio Salogo, contando con el beneficio y subordinac­ión de las parroquias de El Cardonal y Zimapán, así como la vicaría fija de Mapethé, quedando más tarde dentro de la jurisdicci­ón del Arzobispad­o de Tulancingo y posteriorm­ente del Obispado de Tula al que pertenece actualment­e.

Enmarcado por un jardín de frondosos árboles cipreses cultivados en el atrio, se levanta su sólida construcci­ón de mamposterí­a y tezontle, confluenci­a de diversos estilos. Su ubicación en las inmediacio­nes del inmenso valle que lo rodea, le permite dominar la región por los cuatro puntos cardinales.

Enmarcado por un jardín de frondosos árboles cipreses cultivados en el atrio, se levanta su sólida construcci­ón realizada con mamposterí­a y tezontle

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