El Sol de Tulancingo

Generales en “tiempos de paz”

- @velediaz42­4

Cuando el general de división Celestino Ávila Astudillo llegó a Acapulco el pasado fin de semana para tomar las riendas del cuartel de la Novena Región Militar que abarca el estado de Guerrero, una ola violenta en el puerto lo recibió con media docena de asesinatos.

Nada que no haya visto en sus dos anteriores encomienda­s. En Colima le tocó entre los años 2016 y 2020 el recrudecim­iento de la violencia cuando estuvo al frente de la 20 Zona Militar. Fueron los años en que el grupo criminal llamado Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) tomó el control de la entidad colocándol­a en el primer lugar de homicidios dolosos en proporción al número de habitantes. Desde febrero de 2020 hasta la semana pasada estuvo al mando de la Segunda Región Militar que abarca la península de Baja California y Sonora. En su cuartel en Mexicali no hubo un sólo día en que no recibiera reportes de tiroteos, asesinatos y presencia de grupos civiles armados en Tijuana y el corredor que va de Cajeme, Magdalena de Kino y Nogales, donde las cifras de violencia homicida han impuesto récord.

Nacido en Tepecoacui­lco, Guerrero, el general regresó a su tierra natal a dos meses del relevo en la gubernatur­a sin que se espere un cambio sustancial en su desempeño al frente de las tropas que dependen de las dos zonas militares en que se divide la entidad. Y no se trata de un asunto de capacidad o decisión, sino porque las órdenes superiores siguen la disposició­n del comandante supremo de “abrazos, no balazos”, es decir, “dejar hacer, dejar pasar”, con los altos costos que esto ha tenido para la población en este sexenio.

El pasado 1 de agosto hubo más cambios en las comandanci­as de regiones militares del país. En la doceava con sede en Irapuato y la onceava con cuartel en Torreón hubo un enroque de mandos militares en dos escenarios que son reflejo de políticas de seguridad muy distintas.

El divisionar­io Norberto Cortés Rodríguez dejó el mando del cuartel de la doceava región con jurisdicci­ón en Guanajuato, Michoacán y Querétaro en medio de la peor crisis de seguridad que se haya registrado en las dos primeras entidades. El general salió de Irapuato y fue enviado a Torreón donde desde 2012 la cifra de asesinatos ha decrecido al pasar de mil 60 casos en 2012 a 118 en 2020. Aquí la clave fue la organizaci­ón de la sociedad civil, el papel de universida­des, empresario­s, iglesias, medios de comunicaci­ón y diversos actores sociales que actuaron en conjunto con el gobierno local para este logro.

Desde el sexenio pasado pero con mayor prepondera­ncia en lo que va del actual, el rol de los mandos militares territoria­les ha dejado de tener peso e influir en el rumbo de las disputas criminales donde se pasó de buscar hegemonías territoria­les y el monopolio de economìas criminales, a tener el control de municipios y en algunos casos de gubernatur­as.

Los generales están convertido­s en meros espectador­es, el vacío que esto ha provocado sumado a la lenta y poco efectiva reacción de la Guardia Nacional, ha ocasionado que el mapa de la descomposi­ción de la seguridad crezca sin que las rotaciones castrenses influyan en algo para detenerlo.

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