El Sol de Tulancingo

NIÑA PRODIGIO

CON APENAS 14 AÑOS, LA CHINA QUAN HONGCHAN EJECUTÓ DOS CLAVADOS PERFECTOS PARA GANAR EL ORO EN PLATAFORMA. GABY AGÚNDEZ FUE CUARTA

- POR JOSÉ ÁNGEL RUEDA

El perfil preestable­cido que ofrece la página oficial de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 sobre la clavadista china Hongchan Quan es escueto. Tiene 14 años, de los cuales siete los ha dedicado al alto rendimient­o. Habla mandarín, hace deporte y estudia. Su sueño, apenas en octubre de 2020, era competir en los Juegos Olímpicos.

Los datos que retratan lo cotidiano de una vida, sin embargo, contrastan de inmediato con lo asombroso de sus resultados. La medalla de oro que adorna su nombre y los 466 puntos cosechados durante la prueba, producto de dos clavados perfectos, que incluso pudieron ser tres de no ser por la interpreta­ción de un juez en el último salto, la encumbran como una leyenda de la plataforma. La competidor­a forjó en Japón una relación especial con el asombro. El primer golpe de vista la retrata como una niña que juega a tirarse a una alberca, sin embargo la concentrac­ión en el gesto, imperturba­ble en lo alto del Centro Acuático de Tokio, anticipa que lo que está a punto de hacer, es todo menos un juego. Cada salto de Hongchan Quan enaltecía la perfección en una disciplina que suele encontrar su fundamento en el error; es decir, todo salto es perfecto hasta que se ejecuta, entonces vienen las fallas, las vueltas flojas, las entradas cortas o pasadas.

Ya en las preliminar­es y en las semifinale­s había demostrado que su talento estaba fuera de toda duda, sin embargo, para el momento definitivo, había que desmontar el mito de la juventud y la experienci­a. La china apagó el fuego pronto, si es que había. Dentro del sueño, su primer clavado acaso fue el más humano, sólo un 10 destacó en la marea de 9 y 9.5, luego vino el vendaval, lo sublime.

El segundo y el cuarto clavado encontraro­n puro 10. Los jueces daban su veredicto ante el asombro de lo perfecto. Apenas salía del agua, Quan encontraba el eco de la ovación atónita de los presentes, potenciada por el graderío vacío, pero ella seguía en lo suyo, concentrad­a. Sólo al final, cuando un 9.5 del juez número dos empañó su tercer clavado perfecto, se permitió sonreír. Más allá de lo sublime de su actuación, del brillo áureo de la medalla, había cumplido el sueño de estar en los Juegos Olímpicos. “No me considero un prodigio. De hecho, no soy muy brillante, no se me dan bien los estudios”, dijo Quan, sin advertir que su hoja de resultados tiene más dieces que cualquier boleta.

En la fosa reinaba la sensación de estar viendo algo histórico. Entre tantas dudas había una certeza, la actuación de Quan hará mejor al resto de clavadista­s.

“Esa niña es un fenómeno (Quan) es uno de esos que se dan uno cada cien años, no es frustrante, yo creo que eso nos obliga a tratar de encontrar un método de entrenamie­nto, una forma para poder desarrolla­r nosotros y poder competirle­s”, explicó Salvador Sobrino, entrenador de la australian­a Melissa Wu, ganadora de la medalla de bronce.

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FOTO: REUTERS
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Impresiona­nte actuación de la clavadista china.
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Demasiada sobriedad la de esta joven clavadista­que tuvo una impecable actuación.
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El marcador no miente en las calificaci­ones.

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