¡Periodistas a su suerte!
Cuarenta y tres asesinados en lo que va del Régimen. La cifra se eleva, a ojos de las autoridades, sin que amerite mayor preocupación y menos les quita el sueño las recientes amenazas del cártel Jalisco Nueva Generación, a Azucena Uresti, los periódicos Milenio y el Universal, además de a Televisa. Los patos les tiran a las escopetas.
Un delincuente, el tal Mencho Oseguera –jefe del mentado cártel- se lanza contra comunicadores, por dar a conocer la tragedia que se vive en Michoacán, donde el tipejo ha sentado sus reales. El mensaje debió prender las luces de alarma de las autoridades a cargo de la seguridad.
Jamás la delincuencia organizada había llegado a este grado de cinismo, a sabiendas de que su osadía tendría un precio alto. De inmediato se habrían puesto en marcha acciones y estrategias para frenar su actividad y se hubieran detenido cuando menos, a algunos de sus múltiples sicarios.
A diferencia del “corrupto pasado” –según AMLO-, ahora tienen licencia para delinquir. Propietarios de inmensas zonas del territorio nacional, le perdieron miedo a un gobierno que los trata como a sus colegas.
A la 4T le gusta compartir el Poder con malandrines que deberían estar sentenciados a cadena perpetua, a los que ve con tal respeto, aprobación y ¿contubernio?, que da igual que maten a cuanto rival se cruza en su camino, que a informadores que intentan se conozca la realidad que vivimos.
Los habitantes que están bajo el yugo de los capos, o acaban poniendo pies en polvorosa y mudándose a alguna región más tranquila, o sufren las de Caín, azuzados por el pánico y el terror constante.
La amenaza de este tipejo recorrió el mundo que, absorto, condenó la aberración. Si éramos hazmerreír internacional –por las “gracejadas” del tlatoani-, ahora nos convertimos en el enclave de la inseguridad y la violencia, en tanto sigue la cantaleta de los “abrazos y no balazos”.
Era de esperarse. Los cotidianos ataques a la prensa, desde la tribuna mañanera, traen consecuencias. Si el emperador de Palacio aprovecha su imparable micrófono para lanzarse contra el que se atreva a criticarlo, por qué el narco no iba a responder en el mismo sentido.
El odio que se destila desde la máxima tribuna es contagioso y basta con ver los mensajes de sus seguidores a quienes ejercemos la crítica. La cereza del pastel la pone la “antropóloga” (Será ¿Antropófoga?) García Vilchis, agrediendo con falsedades a colegas, quienes a pesar de desmentirla no tienen el correspondiente “derecho de réplica”.
Con el desparpajo propio de la estulticia, la damisela desgrana –encima, con una falta de gracia absoluta y dificultad extrema hasta para expresarse-, falacias que caen por su propio peso.
Copia fiel de un Ejecutivo Federal que debería estar dedicado a gobernar, como si las obligaciones presidenciales le correspondieran a otro. Ha sido el signo de una administración destructiva, a la que solo le interesa dividir a la población y fomentar su triste clientela.
Triste, porque ni siquiera a ellos ha sido capaz de cumplirle sus promesas de campaña. Se incrementa la millonada de pobres y la respuesta es que se tienen otros datos, cuando los que aporta el Coneval provienen de uno de sus empleados.
A la prensa crítica, hiel y látigo. Así habrá que resistir lo que resta del sexenio, porque de que cumpla con su obligación de proteger a los ciudadanos en peligro, poco puede esperarse. Menos mal que el tiempo vuela.
A la 4T le gusta compartir el Poder con malandrines que deberían estar sentenciados a cadena perpetua, a los que ve con tal respeto, aprobación y ¿contubernio?, que da igual que maten a cuanto rival se cruza en su camino, que a informadores que intentan se conozca la realidad que vivimos. Los habitantes están bajo el yugo de los capos o acaban poniendo pies en polvorosa y mudándose a alguna región más tranquila, o sufren las de Caín, azuzados por el pánico y el terror.