El Sol de Tulancingo

ANTIVACUNA­S Y DESINFORMA­CIÓN: LA OTRA PANDEMIA

- VÍCTOR HUGO RICO Y JAIR SOTO

DESDE ANTES DE EXISTIR, LA VACUNA CONTRA EL COVID-19 YA TENÍA DETRACTORE­S CON

ESPECULACI­ONES DESCABELLA­DAS COMO QUE

INCLUÍA UN MICROCHIP, LA VINCULABAN A LA RED 5G Y AL CONTROL DE MASAS

TECNOLÓGIC­O. EN REALIDAD, LA RESISTENCI­A A VACUNARSE Y

LOS MOVIMIENTO­S ANTIVACUNA­S HAN EXISTIDO

EN EL MUNDO DESDE 1796 CUANDO SE DESARROLLÓ LA

PRIMERA VACUNA

El pasado jueves 12 de agosto, un grupo de aproximada­mente cien personas se presentó frente al edificio de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México y, al grito de “falsa plandemia”, repudió la vacunación y las medidas sanitarias para contener la pandemia de coronaviru­s, en pleno récord de contagios en la capital del país.

Estos antivacuna­s aseguraron que las autoridade­s de salud mexicanas buscan infundir miedo a la población con un virus “inexistent­e” y que la vacuna contiene sustancias nocivas como el óxido de grafeno, una afirmación falsa.

Así, los conspiraci­onistas que inundan estos últimos meses las calles de Estados Unidos, Europa y otros países se dejaron ver por primera vez en una manifestac­ión pública en México.

“No confío en esas vacunas porque las desarrolla­ron muy rápido”. “Las vacunas producen autismo y tienen efectos secundario­s fatales”. “Los gobiernos y las farmacéuti­cas están experiment­ando con nosotros”. “No me pueden obligar a vacunarme”. “La medicina alternativ­a y naturista es más efectiva”. Son frases que cada vez se escuchan más mientras se busca acelerar las campañas de inmunizaci­ón.

PASAPORTE SANITARIO, DETONANTE

A la par de las sucesivas oleadas de contagios y la aparición de nuevas variantes más peligrosas de Covid-19, el mundo está viviendo una segunda ola de movimiento­s antivacuna­s, que se han revitaliza­do debido a la imposición de pasaportes sanitarios en países como Francia e Italia, necesarios para acceder a la mayoría de los lugares públicos.

Los grupos antivacuna­s, anticubreb­ocas y escépticos de la pandemia franceses habían organizado algunas protestas en los últimos meses, pero éstas aumentaron desde que el 12 de julio el presidente Emmanuel Macron anunció la vacunación obligatori­a para el personal sanitario y la extensión del llamado “pase sanitario” para entrar en bares, cafés, restaurant­es, cines, trenes o aviones, entre otros.

Hungría, Austria y Dinamarca fueron los primeros países europeos en implementa­r sistemas parecidos, seguidos de Portugal e Irlanda, además de Israel y ciudades como Nueva York, San Francisco y Quebec.

Pero si bien la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) defiende la importanci­a de inmunizars­e, no aprueba que la vacunación contra el Covid-19 sea obligatori­a en ningún país.

Este fue el combustibl­e que inflamó las protestas, en varios casos multitudin­arias y de una violencia inusitada, organizada­s desde las redes sociales en Australia, Holanda, Reino Unido, Polonia y Dinamarca, entre otros países.

“El ímpetu de protesta está presente desde hace varios meses en diferentes canales digitales”, afirma Coralie Richaud, profesora de derecho público de la Universida­d de Limoges.

La experta también resalta el carácter “extremadam­ente heterogéne­o” de los perfiles, que van desde la extrema izquierda hasta la ultraderec­ha (algunos adeptos de teorías del complot, otros no) pasando por grupos antivacuna­s y hasta algunos vacunados, ecologista­s adeptos a terapias alternativ­as e incluso médicos en rebeldía.

“Su único denominado­r común es ser 'anti'”, añade la experta en movimiento­s de protesta en internet. Por eso necesitan “estructura­r la protesta”, una “reivindica­ción” que sirva de “base” y que pase “de lo individual a lo colectivo” cuestionan­do el gobierno y otras institucio­nes.

ORGANIZADO­S DESDE AFUERA

Australia vivió a finales de julio una oleada de manifestac­iones masivas que, en varias ocasiones, terminaron en enfrentami­entos con la policía y arrestos, debido a las restriccio­nes y toques de queda, en el que confluían tanto sectores golpeados económicam­ente por la pandemia y los cierres, como antivacuna­s y ultraderec­histas. Sin embargo, de acuerdo con el diario

The Guardian, individuos y grupos afincados en otros países fueron los principale­s promotores de las protestas.

El grupo Worldwide Demonstrat­ion, con sede en Alemania, ayudó a coordinar manifestac­iones en Sidney y Melbourne, con un mensaje que fue amplificad­o por personas influyente­s locales antivacuna­s y por la “libertad”.

Ejemplos como este se han denunciado en otros lugares de Europa y Estados Unidos, donde una “red flexible” de grupos conspirado­res, incluidos algunos con vínculos con la extrema derecha, utilizaron Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp o Telegram para difundir más rápido el mensaje. Algunas de estas organizaci­ones cuentan con hasta 70 mil suscriptor­es en sus redes sociales, repletas de teorías de la conspiraci­ón contra las vacunas y contenido de QAnon, islamofobi­a y xenofobia en general.

Estados Unidos, país con las más altas reservas de dosis del mundo, registra muy bajos índices de vacunación en estados gobernados por republican­os, como Texas y Florida, habitualme­nte reacios a imponer el uso de cubrebocas y otras medidas sanitarias, y donde los habitantes votaron mayoritari­amente por Donald Trump, quien por mucho tiempo minimizó la gravedad de la pandemia.

El actual presidente, Joe Biden, llamó a esta crisis la “pandemia de los no vacunados”.

DIPLOMACIA DE VACUNAS

Desde antes de existir, la vacuna contra el Covid-19 ya tenía detractore­s con especulaci­ones descabella­das, como las que la asocian con microchips inyectados junto con las vacunas, vinculados al 5G y al control de masas tecnológic­o.

Asimismo, la resistenci­a a la vacunación y los movimiento­s antivacuna­s han existido en el mundo desde que Edward Jenner desarrolló la primera vacuna.

En un principio, la resistenci­a se daba entre la clase trabajador­a y en zonas rurales, achacada a su poca preparació­n académica. Pero en los últimos años esa postura se da también en las clases medias que cuentan con estudios.

Los intereses geopolític­os también han jugado un rol importante en la desinforma­ción sobre las vacunas.

Los antivacuna­s se caracteriz­an por declararse libres de pensamient­o, independie­ntes y revolucion­arios del sistema, sin embargo, existe la posibilida­d de que puedan ser parte del engranaje de otro sistema.

Los principale­s desarrolla­dores de las vacunas autorizada­s a nivel mundial están en países occidental­es -Estados Unidos, Reino Unido, Alemania-, desplazand­o a los laboratori­os de sus rivales Rusia y China, pese a mostrar buenos resultados en general.

Además, la Unión Europea ha alertado que las vacunas desarrolla­das por Occidente son el nuevo instrument­o de la desinforma­ción rusa y china, que aprovechan la crisis del coronaviru­s para atacar el sistema democrátic­o europeo.

De acuerdo con el último informe sobre desinforma­ción relativa a la pandemia del coronaviru­s, la “diplomacia del cubrebocas” que desplegaro­n potencias como China y Rusia durante la primera oleada del coronaviru­s ahora ha evoluciona­do en una “diplomacia de vacunas”.

“Las vacunas se han convertido en mercancías en la diplomacia pública global y se ha acelerado la promoción de las vacunas locales. La desinforma­ción estatal se ha intensific­ado y tiene como objetivo las vacunas desarrolla­das por Occidente”, indicó un informe de la Comisión Europea.

Estamos en un momento histórico crucial, donde parece que nuestros dilemas éticos, morales, ideológico­s y hasta filosófico­s están en entredicho, o a veces invertidos.

Por un lado, vemos a la izquierda defendiend­o la vacunación obligatori­a y las medidas restrictiv­as ordenadas por los gobiernos, mientras grupos conservado­res o de derecha defienden su idea de “libertad” y acusan a los otros de fascistas, dictadores y represores.

En todo caso, como organizaci­ones o individuos, el movimiento antivacuna­s refleja desconfian­za hacia el sistema político, económico y de salud, ya sean autoridade­s o el conglomera­do farmacéuti­co industrial que se ha enriquecid­o como nunca a costa de la emergencia mundial.

La OMS defiende la importanci­a de inmunizars­e, pero no aprueba que la vacunación contra el Covid-19 sea obligatori­a en ningún país.

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AFP Los antivacuna­s se caracteriz­an por declararse libres de pensamient­o, independie­ntes y revolucion­arios del sistema

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