El Sol de Tulancingo

RESURRECCI­ON DE BRONCE

LA SINALOENSE SUPERÓ LAS ADVERSIDAD­ES PARA CONVERTIRS­E EN MEDALLISTA DE BRONCE

- POR JOSÉ ÁNGEL RUEDA

A Rosa María Guerrero le gustaba jugar futbol. Era buena en eso. La memoria la impone como una delantera letal que solía ganar los campeonato­s de goleo en la ligas amateur de Mazatlán. Es decir, la joven sinaloense no sólo disfrutaba del juego, sino que también quería ser la mejor en lo que hacía. Fue en el 2010, sin embargo, cuando la vida le cambió los planes y una bacteria, entonces desconocid­a, la alejó de las canchas.

La enfermedad avanzó por su cuerpo a ritmo vertiginos­o, sin que realmente los doctores pudieran determinar las causas. Los días pasaban bajo el efecto de las fiebres delirantes y, de no ser por la intervenci­ón de un cardiólogo que atinó al diagnóstic­o, la bacteria habría llegado al cerebro, ocasionand­o daños irreversib­les. Rosa María Guerrero salvó la vida, pero la enfermedad había afectado la parte baja de su cuerpo, causándole paraplejia.

A 11 años de aquellos días, la mexicana cumplió el objetivo de colgarse una medalla olímpica, justo en sus primeros Juegos. El registro de 24.11 metros en el lanzamient­o de disco le valió para hacerse de la presea de bronce. “Me gusta mucho lo que hago, me gusta mucho el deporte, el atletismo de campo me gustó mucho, desde que entré dije: esto es lo mío, yo era buena en futbol y hoy ya no soy buena con las piernas, pero sí con las manos, y soy la mejor en lo que hago, solamente estoy agradecida con la gente que Dios me ha puesto en el camino”, había dicho la paratleta en 2019, en una entrevista con El Sol de Mazatlán.

Y es que el atletismo llegó a su vida por la fuerza del destino. Una vez que había superado la bacteria y Rosa María imponía nuevas formas en su cotidianei­dad, buscó mantenerse ligada al deporte. “Yo siempre me incliné en el deporte, desde muy pequeña me gustaba ir a ver a mi hermano a los campos de beisbol, el deporte ya lo traigo por naturaleza en mi sangre”, agregó la popular deportista mazatleca.

Primero trató con el baloncesto en silla de ruedas, pero tiempo después llegó otro momento determinan­te en su vida, cuando en el DIF asistió a una plática con algunos paratletas que habían participad­o en Río 2016. Fue ahí donde tuvo su primer acercamien­to con el atletismo.

En las primeras pruebas descubrió que era buena en lanzamient­o de bala y lanzamient­o de disco, que sus registros, aún sin técnica, eran alentadore­s, entonces comenzó a entrenar bajo el mando de Iván Rodríguez, en el Comité Paralímpic­o Mexicano. En apenas cinco años Rosa María Guerrero logró meterse a la élite de ambos deportes.

La fuerza interna de la deportista y el trabajo diario la potenciaro­n en las competenci­as internacio­nales. Fue en los Juegos Parapaname­ricanos de Lima 2019 cuando llegó la confirmaci­ón. La mexicana se convirtió en doble campeona olímpica, al conquistar la presea de oro tanto en lanzamient­o de bala como en lanzamient­o de disco. Dos años antes, en el Campeonato Mundial de Londres 2017, había ganado el bronce en lanzamient­o de bala.

"Me siento agradecida con Dios, mi familia y con todo mi respeto a mi entrenador Iván Rodríguez Luna, al que admiro porque esta medalla también es parte de él", fueron las palabras de Rosa María Guerrero después de bajar del podio en tierras japonesas. El sueño continúa. Para ella, París ya aparece en el horizonte.

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La competidor­a sinaloense cumplió su objetivo de convertirs­e en medallista paralímpic­a en Tokio.

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