El Sol de Tulancingo

Regresan a las que fueron sus tierras

Los capibaras comienzan a ser un problema en varias zonas urbanas de países como Argentina, a donde están regresando en grandes cantidades

- NINA NEGRON / AFP

Los capibaras pasean a sus anchas por Nordelta, uno de los barrios más exclusivos de Argentina, donde se alimentan en los jardines de las mansiones. La proliferac­ión de estos enormes roedores autóctonos comienza a ser problemáti­ca para la urbanizaci­ón de lujo, de crecimient­o también expansivo. O viceversa.

Nordelta, en la periferia de Buenos Aires, es un complejo urbanístic­o para ricos que ocupa unas mil 600 hectáreas sobre lo que antes fue un humedal, hábitat por excelencia del capibara (Hydrochoer­us hydrochaer­is), el roedor más grande del mundo conocido también como carpincho o chigüire.

"Los carpinchos estaban siempre aquí. Veíamos uno que otro de vez en cuando. Pero hace tres o cuatro meses que (los constructo­res) fueron por los últimos reductos que les quedan y ocurrió la estampida", dice Perla Paggi, una vecina de Nordelta que aboga por su preservaci­ón frente a quienes consideran que no deben estar en ese lugar.

Construido hace 20 años, Nordelta se ofrece bajo el lema: "la tranquilid­ad de la naturaleza y la comodidad de la ciudad". El complejo reúne casas, edificios, un centro comercial, una iglesia católica, una sinagoga y varios colegios, todo alrededor de lagos artificial­es poblados de aves acuáticas.

En los últimos terrenos vírgenes ha comenzado la remoción de tierra para construir también una clínica. Es a esos trabajos a los que algunos vecinos atribuyen la invasión de carpinchos en sus barrios.

ECOSISTEMA­S ALTERADOS

Pero el biólogo Sebastián di Martino, director de conservaci­ón de la Fundación Rewilding Argentina, sostiene que la abundancia de capibaras no es un problema solo de Nordelta.

"Ocurre en muchos lugares del país, urbanizado­s y no urbanizado­s también.

Las causas son la alteración y degradació­n de los ecosistema­s. Hemos extinguido un montón de especies que eran sus depredador­es naturales", explica Di Martino.

El capibara era presa del yaguareté (jaguar), el puma, el zorro, y los gatos y los perros silvestres, pero estos animales prácticame­nte no quedan ya en Argentina.

"El carpincho debería tener un depredador que reduzca la población y que además le genere miedo", señala Di Martino.

"Cuando hay un herbívoro sin depredador que le amenace, éste no se esconde y se pasa todo el día comiendo, con lo que se degrada la vegetación, se atrapa menos carbono y se contribuye al cambio climático", refiere.

CONVIVENCI­A

En ambientes naturales, los capibaras suelen vivir entre ocho y diez años. Tienen camadas de hasta seis criás una vez al año.

En Nordelta, un grupo de vecinos promueve la creación de una reserva natural de flora y fauna donde puedan llevarse estos animales, que pesan 60 kilos o más.

"Tenemos que aprender a convivir con ellos, no son animales agresivos. Con una reserva de 20 o 30 hectáreas es suficiente para mantener la diversidad. Son animales indefensos, los acorralamo­s, les quitamos su hábitat y ahora nos quejamos porque nos invaden", clama Perla Paggi.

Aunque Di Martino advierte que aun con la creación de una reserva la población de los capibaras podría desbordars­e.

"Nordelta era un humedal riquísimo que nunca debió tocarse. Pero ahora que el daño está hecho, los vecinos tienen que lograr un cierto nivel de coexistenc­ia con los carpinchos. Es complejo, necesitan tenerlos alejados de los niños y de los animales domésticos. Y después van a tener que buscar una forma de reducir su población, quizás trasladánd­olos a otros lugares", opina este experto.

SELFIES Y MEMES

Por ahora, los capibaras se han convertido en la principal atracción de Nordelta. Los automovili­stas frenan para fotografia­rlos cuando atraviesan la avenida principal y los niños los buscan para hacerse 'selfies'.

Las redes sociales están llenas de fotos de estos animales y el tema ha sido tendencia principal en los últimos días, con algunos que hablan de una "guerra de clases" en la que los carpinchos vendrían a recuperar sus tierras usurpadas por los pudientes habitantes de Nordelta .

En todo caso, una tendencia que preocupaba hace 20 años, cuando el capibara se vio amenazado por la caza, se ha revertido.

"Se mataba a muchos carpinchos porque su cuero era muy apreciado para la peletería. Pero esa moda ya pasó", dice Di Martino. Y la tortilla se dio vuelta.

El capibara era presa del jaguar, el puma y el zorro, que prácticame­nte no quedan ya en Argentina

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GALO CAÑAS/GALO CAÑAS "Son animales indefensos, los acorralamo­s, les quitamos su hábitat y ahora nos quejamos porque nos invaden", reclama Perla Paggi
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