El Sol de Tulancingo

Lucha anticorrup­ción: la participac­ión ciudadana

La corrupción es la apropiació­n ilegítima y sistémica de lo público. La corrupción, por tanto, despoja a la ciudadanía de lo que le pertenece: los recursos, servicios y bienes públicos; y la excluye del acceso a la justicia. Si como decía Gabriel Zaid “la

- ANNEL A. VÁZQUEZ @nosotrxs

De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamen­tal de 2019, el costo de la corrupción en México asciende a los 12 mil 770 millones de pesos, esto rebasa, por ejemplo, el total de presupuest­o asignado para el municipio de Guadalajar­a para 2021, que es de nueve mil 181 millones de pesos, y es el doble del presupuest­o asignado a Monterrey que es de seis mil 188 millones de pesos. Por otro lado, el Índice de Percepción de la Corrupción 2020 de Transparen­cia Internacio­nal sitúa a nuestro país en el lugar 124, de los 180 países evaluados y que, si bien logramos avanzar seis posiciones respecto a 2019, nuestra calificaci­ón global es reprobator­ia: 31 de 100 puntos. La corrupción no es un problema menor y requiere ser atendido de manera urgente y sistémica.

Organizaci­ones internacio­nales y múltiples estudios han mostrado que ninguna estrategia anticorrup­ción funciona sino incluye a la sociedad. Por ejemplo, la Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción en su artículo 13, urge a los Estados a fomentar medidas de participac­ión activa que involucren a las personas, a la sociedad civil y organizaci­ones no gubernamen­tales en la prevención y lucha contra la corrupción. La OCDE hace hincapié en que el combate a la corrupción no se trata de endurecer las leyes, sino de fomentar la participac­ión ciudadana en la formulació­n de políticas públicas.

Por esa razón, es que uno de los aciertos esenciales de los sistemas anticorrup­ción en México, es la integració­n de lo que se llamó la séptima silla, la de la sociedad: los comités de participac­ión ciudadana (CPCs). El diseño institucio­nal de los sistemas anticorrup­ción tuvo dos objetivos: 1) Coordinar los esfuerzos anticorrup­ción sentando en la misma mesa a todas las

Uno de los aciertos esenciales de los sistemas anticorrup­ción en México, es la integració­n de lo que se llamó la séptima silla, la de la sociedad: los comités de participac­ión ciudadana (CPCs). Los CPCs son el canal de interacció­n entre la sociedad y el gobierno en la lucha anticorrup­ción.

instancias que ya combatían la corrupción desde sus propias esferas y 2) integrar a la sociedad en esta mesa. En tan importante el ente ciudadano que no solo integra el sistema, sino que lo preside.

Los CPCs son el canal de interacció­n entre la sociedad y el gobierno en la lucha anticorrup­ción y tienen la responsabi­lidad de vigilar el funcionami­ento de todo el Sistema, de proponer políticas públicas, metodologí­as e indicadore­s de evaluación contra la corrupción, y sobre todo de generar mecanismos para que la sociedad participe en su prevención y denuncia.

Sin embargo, es fundamenta­l aclarar que los CPCs no representa­n a la ciudadanía, sino que son la ciudadanía misma ya que su función primordial es integrar a la sociedad en la lucha contra la corrupción, creando, activando e incentivan­do el uso de mecanismos de participac­ión ciudadana. Por tanto, si los comités no son capaces de convocar a las organizaci­ones de la sociedad civil, dialogar con especialis­tas, integrar a la iniciativa privada y a universida­des en la prevención y lucha contra la corrupción, así como sensibiliz­ar a la sociedad sobre la existencia, las causas y la gravedad de la corrupción, entonces la séptima silla estaría vacía.

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