El Sol de Tulancingo

Elecciones parlamenta­rias en Rusia

- RUBÉN BELTRÁN @comexi

El próximo domingo 19, se renovarán las 450 curules de la cámara baja o Duma. Son las primeras que se dan en el marco de las reformas constituci­onales adoptadas por una abrumadora mayoría de electores en julio de 2020. Estas reformas otorgan a la Duma un papel central en la nueva arquitectu­ra del poder en Rusia; la Duma tiene ahora, entre otras, la facultad de aprobar el nombramien­to del primer ministro, de viceprimer­os ministros y de los ministros de la Federación.

En esta ocasión se elegirán 225 representa­ntes por votación directa y 225 por el sistema proporcion­al que favorecerá a los partidos que alcancen al menos el 5 por ciento de la votación.

El electorado ruso, con un padrón compuesto por unos 110 millones de electores, acudirá a las urnas, se espera que el porcentaje de participac­ión se asemeje al de las elecciones parlamenta­rias de 2016, que fue del 47.8 por ciento. Por otro lado, estas elecciones se darán en un contexto complicado por la pandemia, con casi 190 mil muertos y un número promedio de 18 mil nuevos contagios diarios.

Las encuestas disponible­s muestran, dentro de su disparidad, que el oficialist­a Rusia Unida tiene una tendencia a la baja; los resultados, estarían lejos de los 343 escaños que obtuvo en 2016, aunque resulta probable que mantenga una mayoría simple, una duda reiterada es sobre si podrá retener la mayoría calificada de 301 curules de las 450 que conforman a la Duma. Se espera que el Partido Comunista, el Liberal Democrátic­o y Rusia Justa, obtengan mejores resultados que en 2016.

Desde hace años, la relación de los países de occidente con Rusia se ha desarrolla­do en el marco de una serie de desencuent­ros acotados a temas específico­s. Se podría decir que la agenda de Europa y de los Estados Unidos hacia Rusia es casuística y ninguna de las partes ha tenido la habilidad o voluntad política de desarrolla­r una agenda integral.

El tema electoral no ha sido la excepción. Es evidente, que la oposición al régimen de Putin ha encontrado en la figura de Aleksei Navalni uno de los principale­s referentes. En ese sentido, la narrativa internacio­nal en torno al caso Navalani ha nutrido, aún más, el cuestionam­iento respecto al sistema electoral ruso y la libre participac­ión ciudadana en los procesos electorale­s. Este es, entonces, uno de los compartime­ntos rusos que mantiene el interés de la Unión Europea y los Estados Unidos.

En el caso de estas elecciones parlamenta­rias, el rasgo más reciente de desencuent­ro se dio a inicios de agosto cuando el director de la Oficina de Institucio­nes Democrátic­as y Derechos Humanos (OIDDH) de la Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE), informó que dicha organizaci­ón no enviaría observador­es a estas elecciones en vista de las restriccio­nes impuestas por las autoridade­s rusas, que limitaron sensibleme­nte el número de observador­es internacio­nales argumentan­do las restriccio­nes que impone la pandemia. El Departamen­to de Estado criticó acremente la decisión rusa señalando que es la observació­n internacio­nal el mecanismo que aseguraría una valoración independie­nte y creíble del proceso electoral. Algunos países europeos han amenazado con desconocer el resultado de estas elecciones.

En muchos casos, la mecánica de atención fragmentad­a en temas de interés coyuntural para la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia ha conducido, ante la ausencia de acuerdos, a un rosario de sanciones, básicament­e en el terreno económico, que ha desnatural­izado el sentido de un diálogo entre partes.

El efecto de dichas sanciones se ha desgastado con el tiempo y la economía rusa ha aprendido a "descontar" algunos de los aspectos que dichas sanciones ocasionaro­n. Tal es el caso de las limitacion­es a empresas rusas para acceder a financiami­ento del exterior, situación que ulteriorme­nte fue parcialmen­te equilibrad­a gracias a los enormes ingresos en divisas de las poderosas empresas del sector energético ruso, Gazprom y Rosneft.

Colofón: En primer lugar, no cabe duda que los temas de democracia y libertades políticas deben de ocupar un tema central en todo dialogo político; en segundo lugar, debemos de preguntarn­os si la estrategia de seguida ante Rusia por los países occidental­es ha sido la adecuada. ¿Se han producido acuerdos en los temas tratados? La realidad llama a un cambio de paradigma, nadie se sienta a una mesa sin la perspectiv­a de poder ganar algo.

Finalmente, no debe escapar a nuestra atención el hecho de que estos desencuent­ros conviven, paradójica­mente, con un alto sentido de pragmatism­o cuando lo que está en juego puede afectar los intereses de todos los involucrad­os; un ejemplo lo representa el acuerdo entre Alemania y Estados Unidos en relación con el proyecto Nord Stream 2, que llevará gas natural desde Rusia a Alemania. La compartmen­talización del diálogo con Rusia, con los riesgos que ello conlleva, permanecer­á hasta la próxima crisis que requiera de un verdadero golpe de timón.

En el caso de estas elecciones parlamenta­rias, el rasgo más reciente de desencuent­ro se dio a inicios de agosto cuando el director de la Oficina de Institucio­nes Democrátic­as y Derechos Humanos (OIDDH) de la Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE), informó que dicha organizaci­ón no enviaría observador­es a estas elecciones en vista de las restriccio­nes impuestas por las autoridade­s rusas, que limitaron sensibleme­nte el número de observador­es internacio­nales argumentan­do las restriccio­nes que impone la pandemia.

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