“Los caminos de la vida no son como yo...”
El severo daño que les está causando el encierro a nuestros niños y jóvenes y, por consiguiente, al país mismo, es un hecho que nadie discute, pues su ausencia en los planteles afecta en una buena parte a la economía de México, aquella que se mueve al ritmo en que lo hace la educación, nada más hay que considerar a los millones de estudiantes que tenemos y lo que eso significa en la aplicación de recursos públicos y privados.
Pero todavía más importante, es el futuro que se ve negro, de quienes estando en edad escolar y que por la situación que padecemos no se están preparado en el preciso tiempo en que deben hacerlo, a un incalculable costo social. A lo anterior, debemos añadir la gran desigualdad que impera entre nosotros y que el bicho ha venido agravando en forma por demás pavorosa. Esto se ve reflejado en la educación, con las condiciones en que los hijos del obrero, microempresario, empleado y el desempleado deberán regresar a su escuela, contrastando en cómo lo harán los hijos de altos funcionarios y empresarios. Empezando por la situación que guardan los inmuebles, principalmente en los que se imparte la educación pública, los que como sabemos, en un alto porcentaje fueron vandalizados durante el tiempo de pandemia, sin que, con oportunidad, alguna autoridad se haya ocupado de eso, a pesar de lo vital que nos representa su utilización.
De por sí, mucho antes de que nos azotaran los contagios y sus consecuencias, las instalaciones escolares ya observaban condiciones que van desde precarias hasta de trágica supervivencia, de acuerdo a su lejanía de los centros urbanos económica y políticamente más importantes del país, a lo que se le suma la débil posibilidad de cumplir correctamente con el protocolo de prevención de contagios elaborado por el gobierno. Situación que no afecta con la misma gravedad a los colegios privados importantes, púes tienen la posibilidad de enfrentar la crisis con mayores ventajas, según sean los recursos con que cuenten.
Al momento en que escribo estas líneas, me empiezan a llegar las primeras noticias sobre el retorno a las escuelas y como esperaba, hay de todo, como en botica, decía mi padre; desde las que principalmente provienen de la autoridad, que triunfalistas califican de exitosa la sin duda esforzada medida, hasta los catastrofistas, que esperan el peor de los escenarios, al enfrentar la llamada tercera ola de la pandemia, el rezago en la aplicación de las vacunas y la falta del equipamiento indispensable para el funcionamiento de las escuelas, lo cierto es que, “caminante no hay camino … se hace camino al andar.” Y que sea lo que Dios quiera.
Debemos añadir la gran desigualdad que impera entre nosotros y que el bicho ha venido agravando en forma por demás pavorosa.