El Sol de Tulancingo

(1) CONSUMACIÓ­N DE LA INDEPENDEN­CIA

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Tras 11 años de lucha armada, la Nueva España logró su independen­cia de España. Los libros de historia resaltan que con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México se terminaron tres siglos de opresión de Europa hacia una de sus colonias más ricas, lo que no dicen es que quienes terminaron por consumar la Independen­cia fueron precisamen­te quienes resultaban más beneficiad­os de ese sistema político.

Leopoldo Mendívil explica que el origen de la lucha de Independen­cia no es precisamen­te el deseo de separarse de España, sino de Francia. A principios del siglo XIX, Francia invadió España e impuso un modelo político liberal, lo que no gustó a las clases privilegia­das de la Nueva España.

En ese contexto, la madrugada del 16 de septiembre de 1810 Miguel Hidalgo empieza la lucha de Independen­cia de lo que hoy es México, y entre sus arengas estaba una muy poca recordada por la historia oficial: ¡Viva Fernando VII!, el mismo rey de España que nos han contado que quería desconocer.

Los años pasaron y Francia fue derrotada y sacada del gobierno de España con el retorno de Fernando VII al trono, pero eso no impidió que el gobierno liberal español adoptará la Constituci­ón de Cádiz, lo que de nueva cuenta no gustó en las colonias porque les quitaba muchos privilegio­s a los ricos y poderosos.

La solución que encontraro­n fue, ahora sí, consumar la Independen­cia.

Aunque la historia oficial tiene a Hidalgo como el Padre de la Patria, el consumador de la Independen­cia, y claramente nadie lo podría arrojar abajo de una alfombra, fue Agustín de Iturbide, explica Mendìvil

Durante los 11 años de lucha armada la Independen­cia pasó por diversas etapas ideológica­s: desde Hidalgo que quería mantener el status quo de la época, pasando por José María Morelos que fue el primero en plantear la separación de las colonias de España con una Constituci­ón liberal; hasta llegar a Iturbide, uno de los militares que combatió con más fuerza a los insurgente­s.

Juan Carlos Olmedo, académico del Tecnológic­o de Monterrey Campus Ciudad de México, cuenta que la clase privilegia­da (la iglesia y los ricos) vieron con malos ojos que Fernando VII jurara la Constituci­ón de Cádiz porque eso les quitaba privilegio­s. Por eso aceptaron la Independen­cia y eligieron a Iturbide como su primer gobernante.

Olmedo y Mendívil coinciden: la consumació­n de la Independen­cia no fue porque se buscara justicia social o quitarnos el yugo de la corona española, sino porque la clase privilegia­da quería mantener sus privilegio­s por lo que cortó lazos con una Europa con aires de cambio liberal.

De ahí nació el Imperio Mexicano, con Agustín I como su emperador.

“México se creó como un Imperio, y es el momento más grandioso en la historia de nuestro país porque el Imperio Mexicano abarcaba la frontera con Oregón al norte y hasta América Central. Era un Imperio comparable con los más grandes en la historia del mundo”, relata Mendívil.

La falta de un proyecto de nación, problemas económicos y el crecimient­o de otras potencias como Estados Unidos o Gran Bretaña terminaron por matar al Imperio Mexicano. La Independen­cia se cumplió, lo que no se cumplió fue su promesa de bienestar. Los problemas estructura­les de no tener un proyecto de nación mantendría­n a México en el caos buena parte del siglo XIX, pues salvo Guadalupe Victoria, ningún otro presidente logró terminar su periodo hasta la época de la Reforma.

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