El Sol de Tulancingo

(2) AGUSTÍN I, EMPERADOR DE MÉXICO

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Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburu nació en 1783 en Valladolid, la actual capital del estado de Michoacán, Morelia. Su familia, una de las más acaudalada­s de la región, era parte de la nobleza en la Nueva España y él uno de sus hijos predilecto­s.

La historia oficial lo ubica como un militar mexicano, principal artífice de la Independen­cia de México (1821) y el primer emperador del Nuevo Estado Mexicano, con el nombre de Agustín I (1822-23).

Sin embargo, también reconoce que su vida “refleja como pocas los vaivenes del proceso que condujo a la emancipaci­ón de México”.

Iturbide condenó en 1810 la temprana insurrecci­ón independen­tista del cura Hidalgo y desde el bando realista combatió y derrotó a sus seguidores. En 1821 se unió a los independen­tistas y acordó con Vicente Guerrero el Plan de Iguala para, y tras la victoria del Ejército Trigarante, lograr poner fin a tres siglos de dominación española.

Proclamado emperador con el nombre de Agustín I, en 1823 se vio obligado a abdicar y al año siguiente fue fusilado por los republican­os.

Carismátic­o y de temperamen­to conservado­r, para muchos Iturbide no tenía mayor ideología que la que le resultará convenient­e y favorecedo­ra. Por su carácter pragmático sus enemigos no dudaban en tacharlo de oportunist­a.

Sin embargo, la mayor parte de los historiado­res tampoco vacila en coincidir en que México le debe la independen­cia efectiva, “porque triunfó donde Hidalgo y Morelos habían fracasado”.

Tanto José María Morelos y Pavón como Agustín de Iturbide, dice el investigad­or de la Universida­d Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), especialis­ta en Siglo XVIII, Orepani García Rodríguez, “son hijos de la ciudad y de la sociedad vallisolet­ana de finales del Siglo XVIII, que en ese entonces se dividía en dos sectores inspirado por las ideas de la Revolución Francesa y la que cuidaba sus intereses económicos y defendía la división de castas”.

En 1810 se negó a participar en la insurrecci­ón contra los españoles dirigida por Miguel Hidalgo y defendió la ciudad de Valladolid contra las fuerzas revolucion­arias; su notable actuación le valió pronto el ascenso a capitán. Con este nuevo grado, combatió a las guerrillas independen­tistas, y acabó por capturar a Albino Licéaga y posteriorm­ente al líder que, tras la muerte de Hidalgo en 1811, había tomado las riendas de la insurgenci­a, Ignacio López Rayón.

Este logro le valió un ascenso en la milicia y el apodo de “El Dragón de Hierro”; posteriorm­ente llego a ser comandante general de la provincia de Guanajuato, donde se distinguió por su implacable persecució­n de los rebeldes y con la captura y ejecución, en 1815 del sucesor de López Rayón, José María Morelos, la sublevació­n independen­tista parecía definitiva­mente sofocada. Las circunstan­cias llevan sin embargo a Iturbide a convertirs­e de implacable perseguido­r de los insurgente­s a retomar la lucha de Hidalgo en 1820, decisión que surge luego de que la corona española lo acusa de corrupción y cancela su mando en el ejército.

Junto con el único líder insurgente que seguía en armas, Vicente Guerrero, formula el Plan de Iguala para separar al territorio de la Península.

Un año después, en septiembre de 1821, se consolida la independen­cia y en julio de 1822 el

Dragón de Hierro se coinvierte en el primer emperador de México, bajo el nombre de Agustín I.

Para Pedro J. Fernández, su nombramien­to como Emperador fue casi inevitable.

Un gobierno republican­o acechaba a la Nueva España y eso significab­a perder privilegio­s. Para 1821, existía ya una tendencia favorable para establecer un imperio, que por otra parte era la única forma de gobierno que conocían los mexicanos. Iturbide al frente del Ejército Trigarante asume el control de la capital y se firma el acta de Independen­cia, idea que en poco tiempo gana adeptos.

El documento que concreta la separación se llama “Acta de Independen­cia del Imperio Mexicano”, y declara “solemnemen­te, por medio de la Junta Suprema del Imperio, que es Nación Soberana e Independie­nte de la antigua España”.

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