El Sol de Tulancingo

Diversidad, equidad e inclusión, ¿a mí qué?

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La vida no se trata de tener derecho a ser iguales, se trata de tener los mismos derechos siendo diferentes. Con este enunciado quiero empezar, ya que de acuerdo con el Inegi al menos cinco de cada 10 personas en México afirman ser discrimina­das por su apariencia física y se registran altos niveles de discrimina­ción por género, por situación económica, creencia religiosa, orientació­n sexual y un infinito etcétera.

Pero para llegar a esto hay que entender algunos conceptos. El primero: ¿qué es la discrimina­ción? De acuerdo con la CONAPRED la discrimina­ción es una práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorab­le o de desprecio inmerecido a determinad­a persona o grupo, esto puede ser por su tono de piel, su condición física, su peso, su orientació­n y hay una larga lista al respecto. Yo considero que en algún punto todos lo hemos sentido y también lo hemos generado; con esto no digo que esté bien; sin embargo, hay que entenderlo, educarnos, aprender sobre estos temas para ya no hacerlo.

Vamos con el segundo concepto: EQUIDAD, que no es lo mismo que igualdad. Según la RAE es la cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condicione­s. Como ejemplo, les invito a imaginarse que un día lleguen a su escuela, su trabajo y a todas las personas nos regalan zapatos del número 23, los cuales tenemos que usar de acuerdo con la nueva política de vestimenta. Ustedes irían, segurament­e, con el responsabl­e y le dirían: “estos zapatos no me quedan,” o “me quedan muy grandes,” o “me quedan muy chicos,” o en algún caso estarían perfectos: “me quedan a mi medida”. La persona involucrad­a, se voltearía y les diría, es que aquí toda persona es igual y es por lo que se les dio ese número.

¿Cómo te sentirías al ser tratado igual que a los demás, con algo que no va contigo y que segurament­e si te lo pones te quedaría mal y te lastimaría? Con este caso quiero hablar del tema de los pronombres, muchas veces obviamos cómo les gusta ser llamado a las demás personas, pero si podemos preguntar cómo nos gusta ser llamados y poder generar esa apertura, seria lo mismo que preguntar qué número de zapato eres, porque lo que me importa es que toda persona se sienta cómoda y así generar respeto entre los seres humanos.

Ahora es el turno de la diversidad, ésta siempre va a existir y nos referimos a nuestras diferencia­s, visibles (color de pelo, estatura, talla, peso, tonalidad de piel, nuestra raza o etnia) y a las invisibles (valores, nuestra cultura, religión, orientació­n). La diversidad está presente en todas las interaccio­nes y espacios en los que convivimos, seamos abiertos a ella o no.

Al contrario de la diversidad, la INCLUSIÓN depende de nosotros. Es la manera en la que tratamos y manejamos la diversidad. La Inclusión es lo que nos permite colaborar, integrarno­s, convivir, y hacer a otros bienvenido­s, sin negar o rechazar nuestras diferencia­s.

Quiero ponerles ahora otro ejemplo que me dio una gran coach en estos temas: en un rompecabez­as todas las piezas son de tamaño y formas diferentes lo importante es lo que pasa cuando se unen cada pieza: forman una figura, ¿no? Imagínense que ustedes son esas piezas y ahora tienen que encajar con otras piezas diferentes. ¿Qué harían?

Con estos términos ahora sí puedo llegar al autoanális­is. ¿Qué sesgos tengo yo? ¿Sabías que nosotros o mejor dicho nuestro cerebro se tarda siete segundos en ponerle una etiqueta o emitir algún juicio de las demás personas solo por su apariencia? Esto lo emitimos por nuestra historia de vida, por nuestra cultura y hasta por nuestras creencias. Lo que les quiero transmitir es que antes de emitirlo conozcan a la persona, les aseguro que toda persona nos puede sorprender. Aquí también tenemos un tema bien importante, hay un dicho que dice: “no todo lo que brilla es oro”.

No se dejen llevar por las apariencia­s y generemos un ambiente ameno respetando a los demás. Si tienen alguna ignorancia sobre los grupos vulnerable­s, les aconsejo que aprendan de éste, traten de participar en algún taller, curso, lean y busquen informació­n en fuentes confiables.

Les comparto que yo me inscribí a un taller de personas con discapacid­ad, para entender de qué se trata y reiniciar mi chip de conceptos, aprender a ver las capacidade­s que tiene cada uno de ellos y las diferentes discapacid­ades que existen. Lo que les puedo decir es que la principal barrera que ponemos es la humana. Las barreras físicas se quitan, pero la humana es la más difícil. Un gran ejemplo es lo sucedido en los juegos paralímpic­os: México superó las 300 medallas. Es el país latino, después de Brasil, con más medallas en la historia de los Juegos Paralímpic­os al superar las 300 preseas. Y de una persona muy cercana escuché lo siguiente “¡Ay, qué orgullo, por que a ellos les cuesta más”! y tal vez sea verdad, pero les cuesta más debido a que no se los ponemos fácil, vivimos en la ignorancia.

Hablen con una persona con discapacid­ad, pregúntenl­e de una manera respetuosa su historia de vida.

En un taller que di hace poco sobre género y orientació­n, participó una mamá que quería conocer del tema porque su hija “salió del armario” hace poco y le interesaba tener un acercamien­to a ella y la manera correcta de tratarla. Esto llenó mi corazón de felicidad porque siempre he dicho que la vida es una cadena: si una persona cambia puede hacer un efecto mariposa y cambiar de alguna medida al resto.

Con esto quiero invitarles a ser esos agentes de cambio para ser una mejor sociedad, respetando y tratando de aprender para quitar la barrera social que existe. Mahatma Gandhi decía, si quieres cambiar al mundo cámbiate a ti mismo.

Al contrario de la diversidad, la INCLUSIÓN depende de nosotros. Es la manera en la que tratamos y manejamos la diversidad.

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