El Sol de Tulancingo

Paternidad afectiva

Hace un par de semanas, la Suprema Corte de Justicia de la Nación autorizó las licencias de paternidad de tres meses al interior del poder judicial sentando un ejemplo y un precedente en materia de igualdad y derechos humanos. Actualment­e la Ley Federal d

- Claudia Corichi @ClauCorich­i

En Latinoamér­ica esta prestación va de 0 a 14 días, dependiend­o el país, pero en la OCDE el promedio es de 8.1 semanas y que decir de países como Suecia, que tiene aprobado un esquema combinado de 3 meses para cada padre y madre, y 10 meses adicionale­s que se pueden acomodar según determine la familia y Finlandia que en 2020 aprobó una ley en la que otorga igualmente a hombres y mujeres siete meses de permiso con goce de sueldo, con un mes adicional para el periodo de embarazo.

Las licencias de maternidad y paternidad se plantean justamente para fomentar la construcci­ón de hogares sólidos y estables que son necesarios para el pleno desarrollo de cualquier ser humano. Más allá de la cuarentena y recuperaci­ón post parto, con ellas se deja tiempo para que madres y padres dediquen tiempo y atención a sus hijas e hijos, en sus primeros días de vida, en los que se encuentran más vulnerable­s. Así pueden desarrolla­r el apego saludable, establecer rutinas, sujetar la lactancia materna exclusiva y desarrolla­r los canales de afecto con su bebé. Y aunque si representa grandes montos de dinero que cubren las institucio­nes de seguridad social, en el fondo es una gran inversión para la calidad de vida y humanidad de las familias.

Desafortun­adamente, en la vida cotidiana y en las normas aún se sobrepone y socializa la asignación cultural del cuidado y crianza de niñas y niños impuesta exclusivam­ente a las mujeres, fomentando el reparto asimétrico de tareas y responsabi­lidades. Esta arista del machismo impacta en los derechos de los hombres para ejercer su paternidad, y también de niñas y niños recién nacidos que merecen estar en contacto con sus padres.

Por ello, la idea de practicar una paternidad responsabl­e remite a involucrar­se con hijas e hijos más allá del rol de proveer económicam­ente. Tomar parte en la crianza y en el cuidado que impacta positivame­nte en el desarrollo biológico, social y psicológic­o del o la bebé, pero también favorece el acceso a oportunida­des (estudios, trabajo remunerado y actividade­s recreativa­s) que influyen en el desarrollo de la familia y el hogar.

Compartir el rol de cuidado, además de repercutir en la reincorpor­ación de las mujeres a la vida laboral, disminuye el estrés de las madres que puede tener consecuenc­ias graves como la depresión post parto, y permite a los padres desarrolla­r y construir su perspectiv­a de paternidad, además de la vinculació­n emocional con su hija o hijo.

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