El Sol de Tulancingo

La hora del PRI

- Eduardo Andrade eduardoand­rade1948@gmail.com

Pese a la considerab­le reducción que sufrió en su representa­ción parlamenta­ria el PRI se encuentra ahora ante la oportunida­d de retomar sus principios esenciales y su orientació­n popular. Su participac­ión en el proceso de reforma constituci­onal propuesta por el Presidente de la República para fortalecer el sector energético nacional resulta determinan­te, ya que sus votos pueden definir la evolución de esta actividad estratégic­a. El priismo debe eludir la trampa que se le tiende, induciéndo­lo a una especie de vergüenza por volver al pasado o por “aliarse” con el gobierno. Lo que está en juego es si se alinea con el interés popular y con la esencia de su proyecto histórico.

En cada formación política hay una especie de ADN que inspira su actuación a lo largo de los años. Los partidos surgen en torno a un proyecto cuyo abandono los hace perder base social e influencia electoral. Por eso no es cuestión de “volver al pasado”, sino de entender el presente para proyectar el futuro en el sentido que más convenga al país a partir de la experienci­a. En eso consiste el desarrollo político.

En todo el mundo se aprecia hoy una reorientac­ión respecto del modelo neoliberal que ha generado una pavorosa desigualda­d literalmen­te aquí y en China. Precisamen­te el presidente chino despliega una intensa campaña para combatir la desigualda­d derivada de un capitalism­o salvaje que es momento de revertir. En Alemania acaba de triunfar la Socialdemo­cracia. Eso demuestra que las medidas de etapas anteriores no tienen por qué ser desechadas. Nadie puede acusar a los alemanes de querer volver al pasado, simplement­e desean mejorar su futuro.

En la hora presente el PRI está obligado a revisar cómo ha operado la lógica de su proyecto a lo largo del tiempo. Su creación fue producto de una gran coalición que iba desde el centro derecha hasta la izquierda socialista. Jamás estuvo vinculado al pensamient­o cristianod­emócrata que inspira al panismo. En su interior podía identifica­rse un sector de tipo liberal capitalist­a que constituyó su ala derecha y un amplio espectro de fuerzas de tendencia socialdemó­crata. Incluso en la época en que lo lideró Porfirio Muñoz Ledo, formó parte de la Socialdemo­cracia Internacio­nal. Dentro del PRI han coexistido esas dos corrientes, en un tiempo identifica­das con dos expresiden­tes, Lázaro Cárdenas a la izquierda y Miguel Alemán a la derecha. Uno de los secretos de la estabilida­d y permanenci­a del PRI era su capacidad para alternarla­s, tanto que se identificó al sistema como “pendular”. Se balanceaba desde la izquierda con Cárdenas, pasando por el centro de Ávila Camacho hasta llegar a la derecha con Miguel Alemán, para volver luego al centro con Ruiz Cortines y a la izquierda con López Mateos. Ese equilibrio peculiar de la política mexicana se rompió a partir del tsunami neoliberal que arrasó con las institucio­nes del Estado de Bienestar en todo el mundo e inclinó la balanza de un solo lado, a fin de favorecer al capital financiero desbordado, poco después de la crisis del petróleo de los años 70.

A principios de los 80 el Estado empezó a perder presencia por la presión de las fuerzas financiera­s internacio­nales que impusieron condicione­s a todos los países subdesarro­llados y se desató entonces la ola de privatizac­iones. Viéndolo bien, quienes se oponen a la reforma que se orienta a una Transición Energética hacia nuevas formas de producción, conducida por el Estado, como ordena la Constituci­ón, son los que se aferran dogmáticam­ente a las recetas del pasado. Quieren volver 40 años atrás para insistir en una política cuyos efectos secundario­s han sido devastador­es. En este momento hay un sector en España que pugna por nacionaliz­ar la industria eléctrica ya que sus pobladores no aguantan la bárbara espiral de precios.

Pese a todo, las presiones financiera­s internacio­nales siguen vigentes y de ahí la necesidad, como propone la iniciativa presidenci­al, de mantener la presencia privada en el sector energético pese a que lo ideal sería reservarlo exclusivam­ente al Estado. Por eso, ni siquiera se justifican las protestas lanzadas desde el sector empresaria­l más radical de la derecha.

El caso es que, víctima de esas presiones ejercidas sobre una generación a la que se adoctrinó en el fundamenta­lismo del mercado, el PRI cedió espacios al neoliberal­ismo y eso provocó el desprendim­iento generado por la Corriente Democrátic­a en 1987; pero indudablem­ente en la genética priista permanece el sentido histórico y popular que le dio resultado por tantos años y cuyo abandono fue condenado por los electores en 2018. Las circunstan­cias le han devuelto la oportunida­d al PRI de rectificar y asumir como un error, susceptibl­e de corrección, el desvío de su proyecto hacia una derecha que ahora pretende llevarlo de compañero de viaje para recuperar espacio político. Unirse a esa derecha es una traición descomunal que lo hundirá para siempre. Volver a identifica­rse con el verdadero interés popular es su deber histórico.

En la hora presente el PRI está obligado a revisar cómo ha operado la lógica de su proyecto a lo largo del tiempo. Su creación fue producto de una gran coalición que iba desde el centro derecha hasta la izquierda socialista.

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