El Sol de Tulancingo

La izquierda de ayer y la de hoy

- Salvador del Río sdelrio193­4@gmail.com

Pervive en el mundo el ya anticuado concepto del socialismo marxistale­ninista cuyo postulado fundamenta­l fue la desaparici­ón violenta de toda forma de iniciativa que no fuera el control absoluto del Estado. Con la dictadura del proletaria­do, especialme­nte urbano, el capital debía desaparece­r para dar paso a otras formas de producción y de organizaci­ón de la sociedad.

Las utopías del socialismo soviético llevaron al establecim­iento, tanto en Rusia como en otros estados tras la llamada cortina de hierro, a un totalitari­smo finalmente derrotado por el capitalism­o en la prolongada guerra fría. En esos decenios de enfrentami­ento de dos polos mundiales en disputa, surgieron las ideas y los proyectos de una nueva izquierda desarrolla­da y hoy vigente principalm­ente en Europa, que propone el aprovecham­iento de todas las fuerzas de la sociedad para lograr los avances de justicia social sobre la base de una verdadera democracia, la de todos, alejada del enfrentami­ento y la división nocivos a la unidad.

La sobreviven­cia de las ideas de la revolución violenta, destructiv­a de institucio­nes útiles a la sociedad, se presenta así como una antigualla de presuntas reivindica­ciones a cargo de un estado que en mayor o menor medida se encamina al totalitari­smo por las vías de la exclusión y la división de la sociedad que en forma unilateral afirma representa­r. La transforma­ción que ese proyecto propone parte de una combativid­ad, una beligeranc­ia y un afán destructiv­o en lugar de buscar verdaderas transforma­ciones con el aprovecham­iento de lo positivo que en ellas es posible encontrar. El cambio que esa trasnochad­a idea imagina se basa en el enojo y en la fabricació­n de adversario­s a los que hay que destruir. Es una propuesta de transforma­ción de los enojados y los resentidos, de la intoleranc­ia que niega la posibilida­d de la convivenci­a y la cooperació­n entre desiguales, que son signos de la auténtica democracia.

Esa pretendida izquierda y reminicens­ias totalitari­as, como la que distingue al gobierno de la llamada Cuarta Transforma­ción, en la búsqueda estéril mira fundamenta­lmente al pasado de enemigos y fantasmas a los que en el presente hay que combatir. Si mira el presente, no es para imaginar un futuro mejor, sino para destruir todo lo existente, aun lo que sería aconsejabl­e mantener y mejorar para beneficio de la sociedad. La destrucció­n del antiguo marxismo queda en esa obsoleta izquierda sólo en el discurso; no va más allá de la diatriba y la descalific­ación continua de fuerzas cuya contribuci­ón en la paz y el entendimie­nto podrían ser útiles para el desarrollo. En esa visión totalitari­a, el Estado no es la suma de los esfuerzos y la participac­ión de toda la sociedad –inversioni­stas, obreros, campesinos, clases medias y populares- sino únicamente la entelequia de los pobres convertida en bandera exclusiva del gobierno que dice representa­rlos.

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