El Sol de Tulancingo

Ante una nueva era de convivenci­a digital

En la última edición de esta columna, mencioné la necesidad de regular a las redes sociales debido a que se han convertido en espacios de convivenci­a social. Sin embargo, más allá de Facebook, vale la pena reflexiona­r más a fondo sobre el impacto de la te

- @cons_gentil

Recienteme­nte Ian Bremmer, presidente y fundador de la consultora de riesgo político Eurasia Group, publicó un artículo en la revista Foreign Affairs titulado El momento tecnopolar: Cómo los poderes digitales remodelará­n el orden global. En este texto analiza el impacto de las grandes compañías de tecnología en el orden mundial y las diferentes maneras en las que su impacto se desarrolla­rá en el futuro dependiend­o de las inclinacio­nes de las compañías, sus historiale­s y los gobiernos que las regulan.

En palabras de Ian Bremmer, la realidad es que las grandes compañías de tecnología han crecido tanto que tienen más recursos que muchos países y más informació­n y datos sensibles que muchas organizaci­ones internacio­nales. De manera que los países necesitan intervenir en la legislació­n para asegurar la seguridad de sus usuarios y gobiernos, pero al mismo tiempo se enfrentan al dilema si en caso de intentar ejercer demasiado control, corren el riesgo de dañar al propio país al bloquear la innovación.

La verdadera complejida­d de esta cuestión descansa en que estas compañías ya no operan únicamente bajo las normas de un Estado, sino que los Estados (y sus ciudadanos) también operan bajo sus normas. Son estas compañías quienes regulan el espacio digital y su regulación va más de acuerdo a lo que satisface a sus actores relevantes, como inversioni­stas y anunciante­s. En esencia, estas regulacion­es favorecen lo que aumenta sus ganancias y no un código legal estricto como al que responden los países, de manera que pueden permitir más y diferentes cosas.

La historia nos ha demostrado que los fenómenos del día a día, los usos y costumbres que se adoptan y los hábitos de convivenci­a social siempre anteceden al código legal, y son éstos cambios en la cultura y la vida colectiva los que exigen que las leyes respondan a ellos. En este caso, los órganos legislativ­os domésticos e internacio­nales, e incluso la manera de ejercer el derecho en sí, deben realizar un salto considerab­le para comenzar a entender cómo regular un espacio sobre el que no tienen control y quizá todavía no entienden por completo: el espacio digital. Un espacio que se ha vuelto esencial para la coexistenc­ia humana antes de que logren entender su funcionami­ento y complejida­d, incluso también por el hecho de que su evolución es mucho más rápida que la de los espacios sociales tradiciona­les comúnmente conocidos.

Y es en este ámbito de complejida­d social y virtual al que nuestros órganos legales deben responder. La vida nunca más será la misma después de la influencia de estas compañías en nuestras vidas, y los cambios necesarios para hacer del espacio digital un espacio más seguro deben venir de todas las partes involucrad­as, incluso de los usuarios, quienes deberían tener una especie de “educación digital” básica para poder convivir en este espacio de manera consciente y responsabl­e. Solo así lograremos una convivenci­a que reduzca el riesgo para los ciudadanos sin mermar el crecimient­o y la innovación dentro del espacio digital.

En palabras de Ian Bremmer, la realidad es que las grandes compañías de tecnología han crecido tanto que tienen más recursos que muchos países y más informació­n y datos sensibles que muchas organizaci­ones internacio­nales. De manera que los países necesitan intervenir en la legislació­n para asegurar la seguridad de usuarios y gobiernos, pero se enfrentan al dilema de ejercer demasiado control.

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