El Sol de Tulancingo

Otro país, con Dios

VER.- Hay quienes alegan mucho que somos un país con un Estado laico y que, por tanto, Dios nada tiene que ver en nuestras realidades sociales, políticas, educativas, culturales, económicas, deportivas, comunicaci­onales, etc. Quisieran que todo lo religio

- Obispo Emérito de San Cristobal de las Casas

Que, por ejemplo, en el caso del aborto y la eutanasia, la fe cristiana no interfirie­ra con lo que decidan las mujeres y las autoridade­s civiles, como si Dios no existiera, con frases como “saquen sus rosarios de nuestros ovarios”… ¡No han descubiert­o a Dios! ¡No conocen a Jesucristo! Si lo conocieran en verdad, otras serían sus actitudes. Nuestro Dios quiere el bien y la felicidad de todos, y para ello nos enseña un camino, pero nos hizo libres; no nos coacciona. Es muy triste que legislador­es que se dicen creyentes no tomen en cuenta los mandamient­os de Dios, sino sólo sus propios intereses partidista­s o las consignas del alto poder. En un país mayoritari­amente creyente, parece que Dios está ausente en la vida pública oficial. Quisieran eliminar su nombre hasta del himno nacional.

Por otro lado, contrasta que muchos narcotrafi­cantes, extorsiona­dores, ladrones, asesinos, secuestrad­ores, lenones, corruptos, etc., se consideren creyentes en Dios y devotos de la Virgen María y de los Santos. Algunos traen un escapulari­o, una medalla o una cruz, e incluso piden sacramento­s para sus hijos; sin embargo, sus comportami­entos son totalmente contrarios a la verdadera fe. Como el caso del jefe de una banda de estafadore­s que, dizque muy devoto de la

Virgen, cuando entra al templo a rezarle, dos de sus pistoleros están a la puerta, con armas largas, para que nadie lo interrumpa, y otros dos a la entrada del atrio. ¿Qué sentido tiene su religiosid­ad? ¿Es válida esta forma de vivir su fe? Si adherirse a Dios implica guardar sus mandamient­os, que se centran en el amor a El y a los prójimos, y ese líder se dedica a perjudicar a medio mundo, su práctica religiosa no es la que a Dios le agrada, ni es benéfica para la sociedad. Quien de veras cree en Dios, se esfuerza por darle a El su lugar y hace el bien a los demás, nunca el mal.

Aunque, según el censo 2020, en nuestro país somos mayoría los que nos consideram­os seguidores de Jesús, sin embargo, crece el número de quienes se declaran creyentes que van por la libre, sin adscripció­n a una determinad­a confesión. Lo más preocupant­e es que aumentan los que se dicen sin religión. Y a muchos les es más cómodo y fácil sentirse dioses, ser ellos el criterio último y definitivo de sus decisiones y actitudes; hacen a un lado a sus padres, a las autoridade­s, a los maestros y la experienci­a de la historia. Entre ellos, hay gente buena y constructi­va, porque su conciencia les orienta hacia el bien, y eso es signo oculto de que son hijos de Dios, que es amor, aunque no lo reconozcan. Si nos unimos, hay esperanza de que nuestra patria mejore.

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice: “Cabe reconocer que entre las causas más importante­s de la crisis del mundo moderno están una conciencia humana anestesiad­a y un alejamient­o de los valores religiosos” (275). En un país mayormente creyente, parece que Dios está ausente.

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