El Sol de Tulancingo

La antipatía por los derechos humanos

- Angélica de la Peña Defensora de derechos humanos

La moda desde Palacio Nacional es hablar de los pobres con un descaro demagógico, y es frustrante se siga otorgando credibilid­ad a quien es el titular de la administra­ción pública federal, porque, para decirlo con claridad, le está dando al traste al Estado de Derecho inscrito, insisto, en nuestra Constituci­ón política.

Oír al Secretario de Salud reconocer ¡por fin! que no se compraron suficiente­s vacunas, o que las niñas y niños no necesitan vacunarse contra Covid, es increíble siga en su despacho. Sin embargo sigue ahí —él y todas y todos del gobierno federal— porque sólo hacen lo que les ordena su jefe. Y una vez más el Presidente hace una acusación grave y malévola usando el neoliberal­ismo. Dijo que la política neoliberal se dedicó a “saquear a sus anchas” al “crear o impulsar los llamados nuevos derechos” y acusa que “se alentó por ellos mismos, al feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, y la protección de los animales”.

Si el Presidente dice semejantes barbaridad­es, no hay esperanza para muchos grupos sociales a quienes les urgen justamente se reconozcan y ejerzan sus derechos humanos. No es la primera ocasión que despotrica contra el feminismo, y las feministas de su gobierno y partido se quedan calladas; tampoco extraña su desprecio por el ecologismo, que no es otra cosa que la lucha contra el uso de energías de origen fósil que ensucian al planeta, se respete el medio ambiente y la biodiversi­dad. Hoy no sólo se fue en contra del feminismo, contra los y las ecologista­s, también contra los derechos humanos.

Todos los derechos son derechos humanos. Es lo más avanzado contra la discrimina­ción y exclusión social. Su desprecio, así como las mentiras respecto de que son creados e impulsados por el neoliberal­ismo es la justificac­ión para denostar a todas las organizaci­ones de la sociedad civil que luchan contra su violación. Preocupant­e porque en este país se violan de manera grave y muchas de ellas tienen configurac­ión como crímenes de lesa humanidad.

Esta perorata muestra sin tapujos las verdaderas conviccion­es de López Obrador: en realidad es sumamente conservado­r. Por lo tanto midamos la trascenden­cia de las consecuenc­ias de estas violacione­s y sobre qué es lo que debemos hacer frente a un estado fallido.

Ojalá que muchas de las organizaci­ones civiles que todavía le siguen creyendo —y al subsecreta­rio de derechos humanos de Segob—, se den cuenta que a este gobierno no les importan los derechos humanos de nadie; por el contrario los desprecia. Estábamos mal, hoy estamos peor.

Si el Presidente dice semejantes barbaridad­es, no hay esperanza para muchos grupos sociales a quienes les urgen justamente se reconozcan y ejerzan sus derechos humanos.

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