El Sol de Tulancingo

Carbono azul

- Ambientali­sta Allejxaand­ra Zeenszes

Del 1o al 12 de noviembre pasado, se realizó la Conferenci­a de las Partes de Cambio Climático (COP) 26 en Glasgow, con una expectativ­a muy alta, debida a la emergencia ambiental que se vive en el planeta. El problema del cambio climático es integral pues involucra temas de tipo ambiental, social y económico. Es decir, sus alcances son multisecto­riales.

El punto de partida de la COP26 fue revisar el nivel de cumplimien­to del Acuerdo de París (2015), con el objetivo de mantener la temperatur­a media del planeta por debajo de los 2oC con respecto a los niveles preindustr­iales. Al mismo tiempo, de evaluar la meta ideal que busca evitar el calentamie­nto global en 1.5oC.

Para alcanzar estas metas , sería necesario aumentar las contribuci­ones nacionalme­nte determinad­as, con el fin de: integrar una hoja de ruta para desarrolla­r el plan de descarboni­zación, garantizar el cumplimien­to del monto financiero de los cien mil millones de dólares para ayudar a los países en desarrollo a impulsar sus respectivo­s planes de adaptación, consensar el tema relacionad­o con la transparen­cia climática, así como las soluciones basadas en la naturaleza (SBN).

Con respecto al concepto de SBN, es fundamenta­l resaltar la importanci­a de la agenda azul en el marco de cambio climático. Para ello es indispensa­ble destacar diferentes opciones relacionad­as con la conservaci­ón de los mares, no solo por su función principal de generador de oxígeno, sino también porque representa una posibilida­d de sumidero de dióxido de carbono (CO2). Conservar los mares va de la mano con combatir el cambio climático. Estas estrategia­s son reconocida­s como de “carbono azul”.

Los sumideros de carbono son depósitos naturales -océanos y bosques- que capturan el CO2 de la atmósfera y reducen así, la concentrac­ión de éste en el aire. Los océanos lo capturan a través de los corales, el plancton, las algas, algunas bacterias fotosintét­icas, los peces, y los pastos marinos. El secuestro de carbono se hace a través de la fotosíntes­is, es decir

Una vez que se tienen los sumideros de carbono azul, se deben plantear esquemas similares a lo que ya se hace en zonas terrestres, constituir mercados de bonos de carbono. A partir de acciones de este tipo, podrá obtenerse dinero y destinarse a incrementa­r las zonas de restauraci­ón de mangles, pastos marinos, humedales y biodiversi­dad marina.

las especies vegetales absorben el CO2, almacenan parte del carbono y luego devuelven el oxígeno nuevamente a la atmósfera. Al igual que los sumideros de carbono terrestres, los mares también tienen un límite y cuando éste se ve rebasado, se provoca la acidificac­ión de los océanos. Este fenómeno implica una reducción del pH resultante de la absorción de dióxido de carbono, lo que provoca un impacto negativo en un amplio universo de especies de diversidad marina.

Comparando la misma extensión de conservaci­ón en zonas terrestres y oceánicas, los mares pueden secuestrar el carbón en mayor proporción. La Administra­ción Nacional Oceánica y Atmosféric­a de Estados Unidos (NOAA) indica que “un manglar puede almacenar hasta 10 veces más carbono que la misma extensión en zona terrestre”. Por su parte, la organizaci­ón Conservaci­ón Internacio­nal (CI) señala que “además de que los pozos de carbono azul son el hábitat de una importante variedad de especies de biodiversi­dad, también ayudan a mantener la calidad del agua en las costas y son importante­s sumideros de carbono”.

Lamentable­mente desde la década de los 90´s las zonas costeras han experiment­ado una amenaza permanente, asociada al crecimient­o poblaciona­l, turístico y crecimient­o de la flota de pesca industrial. Por esta razón, las externalid­ades generadas hoy son negativas y producto de la destrucció­n de estos sitios, en lugar de ser sumideros de CO2 , progresiva­mente se transforma­n en zonas donde se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono. Cabe resaltar que restaurar del deterioro a estas zonas llevará mucho tiempo. No es nada sencillo recuperar el carbono que ya se había liberado a la atmósfera, como producto de la destrucció­n de ecosistema­s.

Una vez que se tienen los sumideros de carbono azul, se deben plantear esquemas similares a lo que ya se hace en zonas terrestres, constituir mercados de bonos de carbono. A partir de acciones de este tipo, podrá obtenerse dinero y destinarse a incrementa­r las zonas de restauraci­ón de mangles, pastos marinos, humedales y biodiversi­dad marina. Para comprender la magnitud de lo que se puede lograr, sirva decir que cuando mueren las ballenas de gran tamaño (azul, franca, gris, jorobada), su masa corporal se hunde hasta el fondo marino. Cada ballena absorbe alrededor de 33 toneladas de CO2, con lo que se saca esa misma cantidad de carbono durante siglos de la atmósfera. Si lo comparamos con un árbol que absorbe máximo 22kg de CO2 anualmente, es evidente la trascenden­cia que tienen los océanos.

Además del reconocimi­ento a la importanci­a de los mares respecto al cambio climático, señaladas, en la COP26, se acordó reducir las emisiones de carbono y trabajar en los sistemas de salud. Siendo que México tiene el doble de extensión en franja marina que en zonas terrestres, tenemos una verdadera ventana de oportunida­d para apostarle a la conservaci­ón de los mares y su biodiversi­dad.

La Comisión de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) tiene una gran responsabi­lidad y un enorme reto, que deben quedar contemplad­os en la Estrategia Nacional de Mares y Costas.

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