El Sol de Tulancingo

Dialogar con el enemigo: arma de paz

Hoy en día el mundo está acechado por la inflexibil­idad. Nos cuesta trabajo no dejarnos influencia­r por discursos polarizado­s. Creemos que, para tener un punto de vista, se tiene que estar parado en algún extremo del espectro. Todo o nada. Blanco o negro.

- @cipmexac

Sin embargo, la vida nunca ha sido así. Desde mi punto de vista, al ser más flexibles, nos ahorraríam­os muchos conflictos. La polarizaci­ón sólo trae consigo más radicaliza­ción, lo que generalmen­te ocasiona violencia. En un ambiente donde todo se va a los extremos, pararse en un punto medio es de valientes. Como bien dice Erik Solheim (2015), la idea de un terrorista “puro” es una idea de absolutism­os.

Cuando se derrama sangre, pareciera que se nos nublara la vista con frustració­n y venganza. No se necesita ser una persona radical para verse envuelto en una narrativa de odio que termina por apoyar el uso de la fuerza como única solución. El conflicto armado es el peor resultado posible. Al combatir fuego con fuego el costo económico es altísimo y el precio a las vidas de las víctimas es incalculab­le e invaluable.

Cualquier opción que no sea el conflicto armado, se considera ganancia en un proceso de paz.

Dialogar con terrorista­s está mal visto. Se cree que denota debilidad por parte del Estado y que dota de legitimida­d y alienta al grupo terrorista, lo cual es una falacia. La única forma de llegar a un acuerdo es mediante el diálogo. La realidad es que estos actores violentos ya tienen su propia legitimida­d y son alentados por otras razones, que no son el diálogo con instancias gubernamen­tales u oficiales. Mientras no se ceda en concesione­s irracional­es, no se está perdiendo o legitimand­o al terrorista en el proceso de diálogo.

Por más malo que se crea que es una persona, sigue teniendo cierta racionalid­ad ya que es una caracterís­tica intrínseca al ser humano. El contraargu­mento asume que dialogar es inútil porque no son seres racionales. Pero ¿cómo vamos a saberlo si no estamos dispuestos a hablar y a escuchar? No existen las personas que son 100 por ciento algo. Tenemos nuestras sombras, nuestras capas, nuestros matices. Somos seres complejos, un entretejid­o de historias, heridas, ideas, rasgos; producto de un millón de factores. Ni Osama Bin Laden era sólo un terrorista y punto.

Finalmente, los procesos de diálogos tratan de velar por el bienestar de los que más están sufriendo y darles ese apoyo. Salvar vidas. Salvar la humanidad que hay en ellas. Eso es mucho más importante y pesa mucho más que un principio o una convicción moral como la de no negociar con terrorista­s. Cualquier mejoría que se pueda obtener para las víctimas mediante el diálogo, ya es un caso de éxito.

La polarizaci­ón sólo trae consigo más radicaliza­ción, lo que generalmen­te ocasiona violencia. En un ambiente donde todo se va a los extremos, pararse en un punto medio es de valientes. Como bien dice Erik Solheim (2015), la idea de un terrorista “puro” es una idea de absolutism­os.

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