El Sol de Tulancingo

“El miedo es más grande que el dolor”

Entre lágrimas, silencios y suspiros, joven narró la situación de violencia que sufrió sólo por ser mujer

- ALEJANDRA SOTO

Ser mujer me costó la golpiza de mi vida. Hubiera preferido ser hombre”, narró una joven de 27 años, quien pidió permanecer en el anonimato. Expuso el maltrato que sufrió presuntame­nte por el “padrino” de un centro de rehabilita­ción, quien prometió ayudarla a salir del mundo de las drogas.

En el marco del Día Internacio­nal Contra la Violencia de mujeres y niñas, una joven de casi 30 años de edad decidió compartir la historia de abuso y violencia que sufrió en un centro de rehabilita­ción, sólo por ser mujer.

Ella, quien por diferentes circunstan­cias de la vida se adentró en el mundo de las drogas, encontró un “ángel” que resultó ser “demonio”. Relató como el “padrino”, como es conocido en este centro de ayuda, en un grito de ayuda le mostró una posible salida.

Dijo que, al principio fue acogida, cobijada y protegida por él y los integrante­s del grupo de ayuda. “Al principio me sentí valorada y respetada, ya no me veían con lástima”. Una vez tomó la iniciativa de comenzar la charla tradiciona­l, recordó como el “padrino” le dio una bofetada y le ordenó no volver a hablar sin previa autorizaci­ón.

Situacione­s como esas se hicieron más presentes en el grupo, aseguró. “Recuerdo un día que le dije que ya no quería ir, ya no estaba cómoda. Sí, había dejado las drogas, pero se encargaron de pisotear mi autoestima... la mía y de otras mujeres”, expuso. Ese día, sólo por ser mujer y ya no querer asistir, me golpeó, pateó, azotó, escupió, humilló, gritó, y arrastró por todo el patio del centro de ayuda, narró con lágrimas en los ojos.

Recordó que, cuando despertó, el dolor que le invadía por todo el cuerpo, desapareci­ó cuando lo escuchó decir “eso te pasa por hacerte la valiente. Eres mujer, drogadicta y no vales nada”.

Esas palabras "taladraron mi cabeza. Sólo quería desaparece­r", agregó. Después de salir, llegó a casa y prometió no volver. "Entré en depresión. Perdí visibilida­d en mi ojo derecho y me quedó partido a la mitad un diente por los fuertes golpes en la cabeza que recibí", dijo.

"Nunca denuncié. El miedo era más grande que el dolor. Nunca voy a denunciar. Esto me da vergüenza", concluyó.

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WENDY LAZCANO Joven pidió permanecer en anonimato

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