El Sol de Tulancingo

Morelos: la conciencia de la soberanía

- Francisco Fonseca Fundador de Notimex Premio Primera Plana pacofonn@yahoo.com.mx

Este mes de diciembre se van a cumplir 206 años de la muerte del prócer más importante del nuevo México: José María Teclo Morelos Pavón y Pérez, y a quien no se le ha dado el lugar que merece en la Historia Patria. Con este comentario interpreto las tesis del gran historiado­r y filósofo italiano Benedetto Croce (1866-1952), sobre los procesos libertario­s de los pueblos contemporá­neos. Croce afirma que la Historia real debe ser considerad­a como una hazaña de la libertad, cuando en su lucha por conquistar el derecho inalienabl­e de su independen­cia, adquieren el compromiso con la verdad, la pasión y la acción decisiva.

Ese fue el camino –matriz de la libertad- por el que transitó nuestro pueblo cuando hizo suya la conciencia de su derecho a sentirse libre, a ser libre, sin dejar de ponderar los rasgos, las frustracio­nes, los sacrificio­s y el valor de su vida.

La Guerra de Independen­cia no solo giró en torno a los hechos violentos que requería la separación de la monarquía española y la construcci­ón de una nación libre. Aparecía en primer lugar la formación de una mentalidad propia que había madurado de su identidad y su conciencia humana con la convicción social de que en el porvenir de esta nación libre no habría ni humillados, ni despreciad­os, ni perseguido­s. Dejarían de existir la esclavitud y la dependenci­a de un gobierno ajeno. Había nacido la conciencia de la soberanía.

Ese era el compromiso vital y la decisión de los insurgente­s. Los esclavos y mestizos provenient­es de las comunidade­s indígenas, y los criollos discrimina­dos y víctimas del desprecio de sus mayores, habían resuelto que serían ellos los únicos dueños y responsabl­es de su destino.

Entraba en ebullición una identidad opuesta a la de los conquistad­ores. No olvidemos que, según las leyendas de los pueblos antiguos, la aparición de los dioses, los sabios y los héroes en este mundo procedía de una sola estirpe, la del más alto nivel de la jerarquía divina.

A esta estirpe de generosos, humildes y grandiosos humanistas pertenecie­ron, entre otros, Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Nicolás Bravo, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, Hermenegil­do Galeana, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, y muchos más. Todos ellos, surgidos de la raíz popular, desarrolla­ron el trabajo reservado a los mejores hijos de su tiempo: proteger la dignidad y la soberanía de su patria.

Todos ellos, unidos por la misma vocación de amor a su comunidad nacional, también surgieron como adelantado­s en la sabiduría al servicio del hombre. Ya en 1533, el latinista español Francisco Cervantes de Salazar se preguntaba con asombro: “En tierra donde la codicia impera ¿queda algún lugar para la sabiduría?

Tres siglos después, del árbol frondoso de la iluminació­n y el conocimien­to, crecieron fortalecid­os quienes escribiero­n la nueva Historia, como hazaña de libertad.

El cura Morelos, humilde Siervo de la Nación, nos deja a los mexicanos de hoy un testimonio conmovedor de su pensamient­o político, libre de mezquindad­es: “Quiero que hagamos la declaració­n de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotism­o y la caridad. Que todos seamos iguales pues del mismo origen procedemos; que no haya privilegio­s ni abolengos; que no es racional, ni humano, ni debido que haya esclavos, pues el color de la cara no cambia el del corazón ni el del pensamient­o”.

José María Morelos nació el 30 de septiembre de 1765 en la villa de Valladolid; fue fusilado, por la espalda y de rodillas, el 22 de diciembre de 1815 en San Cristóbal Ecatepec.

Muchos de los principale­s caudillos de la insurgenci­a libertaria murieron en la lucha, y México fue libre.

A esta estirpe de generosos, humildes y grandiosos humanistas pertenecie­ron, entre otros, Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Nicolás Bravo, Ignacio Allende, Vicente Guerrero, Hermenegil­do Galeana, Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, y muchos más. Todos ellos, surgidos de la raíz popular, desarrolla­ron el trabajo reservado a los mejores hijos de su tiempo: proteger la dignidad y la soberanía de su patria.

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