La segunda mitad
Falta que transcurra la otra mitad del gobierno de la Nación, no la de un partido ni la de un hombre perteneciente a ese partido. Es la del gobierno y en relación con la cual todos los ciudadanos mexicanos tenemos una responsabilidad.
En efecto, aunque el artículo 39 de la Constitución prescribe que “la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”, el artículo 41 determina que “el pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión”, siendo que la renovación de “los Poderes Legislativo y Ejecutivo se realizará mediante elecciones libres, auténticas y periódicas” según el sistema de partidos políticos; lo cual significa que éstos tiene la tarea de canalizar la voluntad soberana del pueblo proponiendo al voto popular a los mejores candidatos. Y éste, éste es precisamente el reto al que se enfrentarán dichos partidos en la segunda mitad del gobierno al que me refiero.
Ahora bien, no es fácil que tal reto se transforme en una realidad democrática. Le falta o faltaría al poder político en turno demostrar que no se ha apoderado de ese poder, sino que lo distribuye en beneficio de los gobernados. ¿Y cómo comienza ello? Con la atinada selección de los mejores y más calificados aspirantes.
Pero sucede que llevamos hasta la fecha años de improvisar esa selección, de manipularla, de acomodarla a intereses siempre turbios en beneficio de grupos, de facciones e incluso de individuos para quienes la democracia es una simple palabra sin mayor contenido, y que en rigor les importa un bledo. Y cunden las protestas que van a dar hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, o en su caso local, retardando la voluntad soberana del pueblo con todos los recursos y medios legales habidos y por haber.
Y sentencias las hay, en la materia, impecables, pero la pregunta es si han respondido cabalmente a la voluntad soberana del pueblo. Porque con la democracia sucede lo mismo que con la justicia, que si es tardía se vuelve injusticia. Y la verdad es que se ha favorecido la democracia tardía lo que es antidemocracia. Así pues la democracia reclama celeridad y transparencia, aunque la transparencia es imposible cuando el aspirante o candidato no se halla debidamente calificado.
Se ha recalcado por ejemplo, la importancia de la llamada paridad de género, dejando en el olvido lo más importante, lo único importante, a saber, buenos y calificados candidatos. Que se postule a los mejores para el mejor país que queremos y merecemos.