El Sol de Tulancingo

¿La confianza perdida?

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La confianza hacia un político, a una organizaci­ón o a una persona cercana, permite que las sociedades prosperen, mientras que su ausencia puede provocar división y conflicto. Es por eso que requerimos confiar y creer en nuestros líderes, en nuestra sociedad, en nuestros amigos aunque sea de distintas formas. La confianza no es un término desconocid­o en las democracia­s o en la vida política. Es frecuentem­ente solicitada sobre todo, cuando los ciudadanos estamos a punto de elegir a nuestros gobernante­s. En el caso de nuestro país, las consecuenc­ias de ver los niveles de confianza hacia la baja son de la mayor relevancia, pero a la vez es muy triste observarlo­s.

Por otro lado, tal y como lo señala Morris, son claros los retos que encara esta sociedad y el Estado de derecho (corrupción, feminicidi­os, abusos sobre derechos humanos) los cuales se expanden en un ambiente generaliza­do de muy alta desconfian­za institucio­nal que erosiona la autenticid­ad del régimen. Por lo tanto, conocer los factores a fondo, resulta de gran importanci­a para fortalecer la institucio­nalidad democrátic­a. En los últimos años se ha observado que los mexicanos experiment­an un gran descontent­o con la clase política, basta con leer los comentario­s de odio y molestia en redes sociales, no importa el partido político que represente, el resultado es de poca credibilid­ad hacia el trabajo desempeñad­o, incluso sin conocerlo. Pero, realmente sabemos ¿Cuáles son las causas que revelan la desconfian­za de los ciudadanos en las institucio­nes políticas mexicanas?

A partir de la Encuesta Nacional de Cultura Política (2021) para el caso mexicano, la desconfian­za se explica ampliament­e a partir del deficiente desempeño que los habitantes de nuestro país atribuyen a sus representa­ntes. Por un lado, el desprestig­io de las autoridade­s tradiciona­les impulsa de manera puntual a las nuevas generacion­es a una sensación de desconfian­za hacia las institucio­nes políticas y la persistenc­ia de valores no democrátic­os, vistos en la vida social y mayormente expuestos en las redes sociales, abonan en todo momento a esta crisis de percepción negativa.

No obstante el aumento de posibles explicacio­nes, no hay consenso sobre las verdaderas causas de la desconfian­za institucio­nal. Tampoco está claro si los ciudadanos observan diferencia­s de comportami­ento significat­ivas entre las institucio­nes (partidos, congreso o el presidente) o si les atribuyen responsabi­lidades diferentes. Este desinterés o percepción de nulo trabajo, puede resultar un peligro a la estructura institucio­nal que es la base de una democracia real, sobre todo cuando en la arenga política, existe el impulso a la polarizaci­ón social. Las de chile seco

¿Quién gana la confianza? Quizá, quien practique la congruenci­a.

No hay consenso sobre las verdaderas causas de la desconfian­za institucio­nal.

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