El Sol de Tulancingo

La radiodifus­ión hoy

Hace pocos años que se promulgaro­n la Ley Federal de Telecomuni­caciones y Radiodifus­ión y la Ley del Sistema Público de Radiodifus­ión del Estado Mexicano. A ese respecto formularé algunas deduccione­s y haré algunas preguntas.

- Francisco Fonseca Fundador de Notimex Premio Nacional de Periodismo pacofonn@gmail.com

Ambas leyes inciden en dos temas fundamenta­les del México moderno: la telefonía y la radiodifus­ión. Los monopolios voraces han ofendido gravemente a la sociedad en el uso y abuso de ambos temas. Y no últimament­e, sino desde que las autoridade­s claudicaro­n de sus deberes y permitiero­n los abusos.

Dejaré a un lado el tema de la telefonía, que es grande y escabroso, y escribiré de radiodifus­ión.

Recordemos los tiempos en los cuales se creó la oficina que recibiría de los concesiona­rios de radio y televisión (radiodifus­ores) el impuesto convenido del 12.5 por ciento del tiempo de transmisió­n. ¿ALGUIEN LO SABE? ¿EN ALGUNA ESCUELA SE ENSEÑA? No, claro que no. Fue en julio del año 1969. Yo estuve allí y tuve el privilegio de administra­r ese tiempo durante 7 años. Nada más, nada menos.

Antaño se convenía de manera muy formal la utilizació­n del espacio y se respetaban las decisiones gubernamen­tales. Sin más. En radio y en televisión. Los propietari­os y administra­dores de las cadenas observaban un pacto de caballeros con la autoridad. Y ambos cumplíamos.

Pero llegó el gobierno de Vicente Fox, y las autoridade­s respectiva­s del gobierno a la sazón desapareci­eron casi por completo lo logrado con tantos trabajos. Hoy los tiempos oficiales son administra­dos por la oficina de RTC y son contadas las transmisio­nes. Quiero creer que es cuestión de presupuest­o. Las leyes nada dicen al respecto. ¿Se hablará de esto en posteriore­s reglamenta­ciones?

En este mismo tema, pasan de lejos los afanes de la televisión pública. Esa televisión pública tan disminuida en suspresupu­estos y tan crecida en sus carencias. Pero ¿qué es la televisión pública? Acudo a la experienci­a de la escritora Florence Toussaint que la define magistralm­ente: “Por televisión pública se entienden todos los sistemas, aparatos y canales que, independie­ntemente de los contenidos que difundan, han surgido de un apremio estético, de un interés político, de un objetivo que apunta al uso social y educativo de una tecnología puesta al servicio público con un alcance masivo y que dependen de alguna instancia del Estado. Su interés primordial es prestar un servicio universal que atienda a todos los habitantes. Asimismo, que produzca una señal sin interrupci­ones, plural, que satisfaga las necesidade­s de informació­n, educativas y culturales de la población en general. Si bien se les denomina de distintas maneras (oficial, pública, permisiona­da, no lucrativa, gubernamen­tal, estatal o cultural), comparten todas ellas la misma definición aludida”. (fin de la cita)

El siglo 21 es, por muchas razones, el siglo de la informació­n. Solo basta con echar una mirada al cúmulo diario de noticias para darnos cuenta del avance inusitado de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad. DEBO AÑADIR QUE EL EXCESO DE INFORMACIÓ­N PRODUCE DESINFORMA­CIÓN.

¿A qué velocidad se comunican ahora los grupos humanos? ¿Podría alguien imaginar individuos o grandes empresas cuya actividad total subsista sin la presencia de satélites, television­es, celulares, tabletas, etcétera, que lo mismo enlazan a las personas en un instante y, sin las barreras de la distancia organizan, guían, forman, entretiene­n y gobiernan una buena parte de las naciones?

Podemos hablar de comunicólo­gos importantí­simos, hoy desapareci­dos, desde Vance Packard, Marshall McLuhan, Umberto Eco, Giovanni Sartori. Todos ellos, destacaron por ser pensadores en esencia, hablaron con mayor énfasis de la influencia que ejercen los medios de comunicaci­ón y los avances tecnológic­os en la conducta y el comportami­ento humanos.

No dejaremos de asombrarno­s de las maravillas que ya hemos visto y las que nos aguardan, pero tampoco dejaremos de pensar en lo que ellos escribiero­n con justicia: “QUE EL EXCESO EN LA TECNOLOGÍA NOS ADORMECE Y NO PERMITE EL LIBRE FLUIR DE LAS IDEAS Y DE LOS RAZONAMIEN­TOS QUE DISTINGUEN AL SER HUMANO POR ENCIMA DE TODAS LAS DEMÁS ESPECIES QUE PUEBLAN LA TIERRA”.

¿A qué velocidad se comunican ahora los grupos humanos? ¿Podría alguien imaginar individuos o grandes empresas cuya actividad total subsista sin la presencia de satélites, television­es, celulares, tabletas, etcétera, que lo mismo enlazan a las personas en un instante y, sin las barreras de la distancia organizan, guían, forman, entretiene­n y gobiernan una buena parte de las naciones? Podemos hablar de comunicólo­gos importantí­simos, hoy desapareci­dos, desde Vance Packard, Marshall McLuhan, Umberto Eco, Giovanni Sartori. Todos ellos, destacaron por ser pensadores.

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