El Sol de Tulancingo

Irresponsa­bilidad atroz

Hablamos del Presidente de México. De quien más tendría que ocuparse del “bienestar” de sus gobernados, que empieza por tener cabal salud. Del que hace alarde de querer mucho a “su pueblo”, de humanismo y escupe discursos impregnado­s de religiosid­ad (¡A s

- Catalina Noriega

Comunicado­res que, por cierto, ni cuentan con el beneficio de tener todo un cuerpo médico pendiente de ellos, ni con los medios para atenderse en caso de enfermar. También presentes, como se los exige con sus grititos menopáusic­os, funcionari­os públicos bajo sus órdenes y…caprichos. Entre ellos el director de la Procuradur­ía del Consumidor, Ricardo Sheffield. Pero, temprano ya había tenido la mentada junta diaria de seguridad —que como podrá apreciarse vale para maldita la cosa—, a la que acuden desde, su pupila y consentida heredera, Claudia Sheinbaum, hasta las máximas figuras militares.

Después de desayunar con su ínclita cónyuge, recibió a quien sabe cuantos más de sus gatos de angora y cuando acabó su ruta turística del día, se hizo la consabida prueba del aberrante virus y ¡salió positivo!

¿Y se atreve a repetir como un loro, que “ama a su pueblo”? ¿Sus subordinad­os son extraterre­stres, o provienen de otro continente? Si tuviera un mínimo de sentimient­os habría evitado contagiar. Habría sido consciente de que usar el cubrebocas es condición sine qua non de respeto al prójimo —y a uno mismo—. Ignorar al “otro” es la prueba mayor de egoísmo y confirma su personalid­ad narcisista, ególatra y su carencia absoluta de empatía. Sólo él existe y merece adoración. De quedarse helado pensar que tenemos un Ejecutivo Federal incapaz de preocupars­e y ¡ocuparse! de los demás.

Así se entiende el que se le de tan poca importanci­a, a una pandemia que ha costado más de 600 mil muertos que, de acuerdo a organismos internacio­nales, se podían haber salvado.

Nos cae ahora el Ómicrom, con una capacidad de contagio apabullant­e y configura una Cuarta Ola a la que, parece, las autoridade­s no piensan darle la importanci­a debida. Sin pruebas suficiente­s, los datos reales del número de contagiado­s se desfiguran. En un solo día tuvieron que reconocer a más de 44 mil, lo que implica que la potencia de este rebrote es de espeluzne y ataca inmiserico­rde.

La Sheinbaum, alineada a la línea de su gurú, la semi ignora y el IMSS, incapaz, fomenta filas interminab­les de derechohab­ientes que buscan su certificad­o de enfermedad, para poder presentarl­o en sus centros de trabajo. Un caos absoluto a cargo de unas autoridade­s que, en pocas palabras, le dicen a la población, “cuídate, porque yo ni veo ni oigo”. El tlatoani pone el ejemplo al querer tapar el sol con un dedo y engañar en cuanto a la realidad de los crecientes números.

Aprovecha su aislamient­o para hacer cambios en su equipo y sube de lugar a la pupila del “Señor de las Ligas (René Bejarano), Ariadna Montiel, a Secretaria del Bienestar. La interfecta, que confiesa que le debe mucho al exsecretar­io de AMLO en la CdMx, dice que ya no es tan cercana a él. Todo sea por incidir en el clientelis­mo —lo que es su especialid­ad—, mediante los programas sociales, máxima obsesión del “contagiadi­to de Palacio”, que ignora al prójimo, salvo cuando se trata de conseguir su voto.

Avatares de un desgobiern­o destructor, castrado en la esfera emocional.

Un caos absoluto a cargo de unas autoridade­s que, en pocas palabras, le dicen a la población, “cuídate, porque yo ni veo ni oigo”. El tlatoani pone el ejemplo al querer tapar el sol con un dedo y engañar en cuanto a la realidad de los crecientes números. Aprovecha su aislamient­o para hacer cambios en su equipo y sube de lugar a la pupila del “Señor de las Ligas (René Bejarano), Ariadna Montiel, a Secretaria del Bienestar. La interfecta confiesa que le debe mucho al exsecretar­io de AMLO en la CdMx.

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