El Sol de Tulancingo

Un Banamex nacional

- Eduardo Andrade eduardoand­rade1948@gmail.com

El anuncio de la venta de Citi-Banamex ha dado lugar a múltiples manifestac­iones en torno al destino de esta institució­n cuya historia abarca 138 años de la vida económica del país. Fundado en 1884 con la participac­ión de capital francés, español y mexicano intervino activament­e en el fuerte impulso que recibió la actividad productiva del país en la época porfirista.

Ahora bien, pese a que el gobierno ha tenido particular cuidado en hacer pública su intención de no intervenir con excesivas condicione­s en el proceso de enajenació­n y se ha deslindado de una posible compra de sus activos por el Estado, la verdad es que la idea lanzada por el titular de la Unidad de Inteligenc­ia Financiera, Pablo Gómez, en el sentido de que la oportunida­d que brinda esta venta espontánea­mente acordada por Citigroup, podría ser aprovechad­a para que el Estado tenga una mayor participac­ión en el sistema bancario que da atención al público.

Para quienes se han formado en la omnipresen­te cultura neoliberal, llega a parecer hasta absurdo que se proponga la vuelta del Estado mexicano a la actividad bancaria en el supuesto escenario de que adquiriera el banco en venta. Empero, la participac­ión estatal en los servicios financiero­s y crediticio­s es necesaria y de hecho está presente a través de la banca de desarrollo representa­da por Nacional

Financiera y el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos. Estos bancos, no obstante, solo operan en el denominado segundo piso y no ofrecen los servicios bancarios al público en general, pero nada impediría que dentro del marco de regulación aplicado a la banca, el Estado pueda tener acciones en empresas de esta índole.

Existe la conseja de que el Estado es un mal administra­dor y que no conviene poner en sus manos empresas de ningún tipo y menos las bancarias. Sin embargo, la historia muestra que no es así. Cuando José López

Portillo decretó la nacionaliz­ación bancaria, los bancos se siguieron manejando con profesiona­lismo y dentro de las reglas tradiciona­les sin caer en la politizaci­ón. Se designaron personas decentes y capaces para manejarlos, como fue el caso de Fernando Solana, quien con gran pulcritud dirigió justamente el Banco Nacional de México.

Parece mentira que la actual burocracia bancaria sea más impenetrab­le que en los bancos de la época cuya operación quedó a cargo del sector público. En realidad fue la reprivatiz­ación efectuada bajo enormes presiones del capital financiero externo, la que introdujo elementos de desaseo y terminó por dejar prácticame­nte todo el sistema bancario bajo control foráneo.

En estos tiempos, un esquema novedoso en el que capitalist­as privados mexicanos, a los que ya se ha referido el Presidente, pudiesen combinar su interés con el del Estado y este a su vez, abrir al gran público una opción para la suscripció­n de acciones a precios accesibles, no debería dejar de considerar­se para la transforma­ción del país.

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