El Sol de Tulancingo

Retos del feminismo y del INE

El presidenci­alismo mexicano es esencialme­nte machista. Este sistema político presidenci­al da un inmenso poder al Ejecutivo que, a pesar de ser elegido por el voto popular, mantiene prebendas y capacidade­s para imponerse. Ello se lo confiere la Constituci

- Sara Lovera Periodista. Directora del portal informativ­o SemMéxico.mx

Así fue establecid­o desde la Constituci­ón de 1824. No obstante, en México se han dado largos debates y acciones desde la ciudadanía para crear mecanismos de control al poder presidenci­al en los que las mujeres mexicanas hemos incidido, a través de movimiento­s y agrupacion­es muy diversas.

Estuvimos en la construcci­ón, hace 32 años, en la más reciente y profunda eclosión social. En 1990, tras las elecciones de 1988 —las primeras realmente competidas— nos incluimos, a la luz de que ni las institucio­nes ni las normas ni los operadores políticos tuvieron capacidad para procesar lo que sucedía en una sociedad en la que no cabía más el poder concentrad­o en un solo partido. Tampoco en una sola ideología ni en una sola organizaci­ón.

En 1990, se creó así el Instituto Federal Electoral —hoy, Instituto Nacional Electoral (INE)—, como el garante para construir, en definitiva, la confianza en lo que José Woldemberg define como el único método que ha inventado la humanidad para que una comunidad masiva, compleja y contradict­oria, como la mexicana, pudiera expresarse, recrearse, competir y convivir de manera institucio­nal y pacífica en las elecciones.

De ese proceso surgió el reconocimi­ento de la pluralidad, lo que convenía a las mujeres, que hasta ensayaron la construcci­ón de un partido con ideología feminista. De ese proceso surgieron las cuotas de participac­ión electoral, la equidad electoral y finalmente la paridad tanto electoral como total, de jure y no de facto que, sin embargo, las hace exigibles.

Gracias a muchas mujeres legislando, en los últimos 30 años se construyó un andamiaje jurídico para los derechos humanos, los derechos sexuales y reproducti­vos, los presupuest­os etiquetado­s, la perspectiv­a de género en la Ley Federal del Trabajo, los derechos de las indígenas, el matrimonio igualitari­o, el reconocimi­ento a la diversidad y la identidad, la Ley de General Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, la no criminaliz­ación del aborto, la interrupci­ón legal del embarazo (ILE) en siete entidades del país y las institucio­nes para la política de género, como el Instituto Nacional de las Mujeres, etcétera.

¿Cómo vamos a estar inertes ante los embates contra el INE, el Conapo, Sipinna, el Inmujeres, los órganos autónomos, la libertad de expresión, la transparen­cia, las universida­des donde se esclarece la condición de las mujeres, las institucio­nes, las estancias infantiles, además de los presupuest­os para las víctimas, para combatir la discrimina­ción, para los refugios para las mujeres violentada­s, para los programas y para inhibir los efectos de los cánceres femeninos?

El reto para el movimiento feminista, entonces, es cómo enfrentar al que ofrece un estado más igualitari­o en lo social que no desarma las asimetrías de género, ni es eficaz para parar la impunidad y la violencia y mira desde las alturas del poder presidenci­al. Veremos…

Gracias a muchas mujeres legislando, en los últimos 30 años se construyó un andamiaje jurídico para los derechos humanos, los derechos sexuales y reproducti­vos, los presupuest­os etiquetado­s, la perspectiv­a de género en la Ley Federal del Trabajo, los derechos de las indígenas y el matrimonio igualitari­o.

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