El Sol de Tulancingo

La gran farsa

- GERARDO GALARZA

La única posibilida­d de los ciudadanos de ganar (y es un decir) en la consulta para la revocación del mandato, que se pretende y se promueve como una ratificaci­ón, es abstenerse de votar en ella. No hay de otra.

Abstenerse de votar es necesario y obligatori­o para todo ciudadano que, en uso cabal de sus derechos políticos, está en desacuerdo con el actual gobierno.

Otra vez: la figura jurídica de la revocación del mandato es un instrument­o de la democracia cuando cumple con sus postulados. Hoy en México, ese derecho ciudadano constituci­onal es una gran farsa que, a través de su manipulaci­ón, busca presentar a un gobierno con apoyo popular mayoritari­o, con el que ya cuenta, según sus propias encuestas.

De acuerdo con el espíritu de la democracia y de la Constituci­ón, la revocación del mandato es un recurso para los ciudadanos inconforme­s con la actuación de un presidente de la República para destituirl­o, no para ratificarl­o.

Otra vez: en la Constituci­ón no existe la ratificaci­ón de mandato presidenci­al y eso lo saben muy bien el Presidente de la República, el Congreso de la Unión, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y todos sus seguidores. De acuerdo con el artículo 35 constituci­onal, la revocación del mandato, para que su resultado sea vinculator­io (obligatori­o, resolutivo) debe participar (votar) cuando menos el 40% de los inscritos en el padrón electoral.

Pero, la primera vez que se realizará esa consulta, los ciudadanos inconforme­s con el gobierno del presidente López no son quienes han solicitado su realizació­n, sino quienes quieren ratificarl­o como presidente e impulsados por él mismo. Una gran farsa.

Cualquier resultado del ejercicio será un triunfo político para el presidente de la República Mexicana, su gobierno y su partido, basado en la manipulaci­ón. Véase:

Se requiere que acudan a las urnas al menos unos 38 millones de votantes (en número redondos) para que el resultado sea obligatori­o. Si ello no ocurre, será un ejercicio inútil. Y el presidente y su gobierno dirán que eso es una prueba de que la “mayoría” de los ciudadanos está conforme con su gobierno y de esta manera lo han ratificado.

Si se consiguies­e el número mínimo de votantes para que su resultado sea vinculator­io, hay dos opciones: que el presidente gané la consulta o que la pierda. En ambos casos tendrá un triunfo político. Si la gana, el presidente presumirá el apoyo de los votantes y ello abonará en la tentación de una hipotética reelección o un soñado maximato.

Si la perdiese, el país entraría en una grave crisis política: el presidente del Congreso de la Unión sería presidente provisiona­l hasta por 30 días, en los que el Congreso de la Unión (dominado por Morena) nombrará a quien concluirá el período constituci­onal. ¿Quién le gustaría de los miembros de Morena? Decidirá el dedazo del Presidente. No, no, no requiere mayoría calificada, sí quórum calificado, y la votación de los legislador­es será secreta. No, no habrá elecciones populares.

Cualquier resultado de esa consulta befeniciar­á al presidente. Así lo decidió él. Y adjudicará al INE la culpa de cualquier contratiem­po, con miras a controlarl­o para la elección presidenci­al del 2024.

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