El Sol de Tulancingo

Policultiv­os: Amigos del medio ambiente y del bolsillo

Este tipo de agricultur­a prioriza la utilizació­n de un mismo suelo para producir distintos alimentos, lo cual repercute de manera positiva en nuestra salud, en el medio ambiente y también en nuestra economía

- JOSÉ CARLOS ROMÁN

La labor que realizan los agricultor­es de sembrar y cosechar alimentos para todas las comunidade­s, requiere de prácticas sustentabl­es que beneficien tanto a las familias productora­s, como a las comunidade­s lejanas a ellas.

Hoy en día existen varias opciones para los productore­s a la hora de sembrar sus alimentos, entre ellas los policultiv­os y los monocultiv­os.

Aunque parezca algo lejano a muchos de nosotros, lo que pasa en los sembradíos de aguacate y de limón, por poner dos ejemplos, repercute en nuestra vida cotidiana. ¿Pero cuáles son sus diferencia­s y cómo nos afecta lo que pase con ellos?

¿CUÁLES SON SUS DIFERENCIA­S?

Hoy en día los policultiv­os están mayormente relacionad­os con la seguridad agroalimen­taria desde el nivel familiar hasta el nivel regional. Mientras que los monocultiv­os se asocian con prácticas agroindust­riales y masivas en donde se usan en mayor medida agroquímic­os tóxicos.

El principal diferencia­dor entre un monocultiv­o y un policultiv­o, es como su nombre indica, el número de especies que se siembran en una superficie.

En los monocultiv­os sólo se siembra una especie, mientras que los policultiv­os permiten la interacció­n entre diferentes grupos en un espacio determinad­o.

Pero su diferencia va más allá, ya que también tienen diferentes repercusio­nes ambientale­s y sociales.

Los monocultiv­os son una de las principale­s causantes del cambio climático, ya que al sembrar de manera masiva una sola especie, la demanda de ciertos nutrientes que provee la tierra es mayor a la de los cultivos con varias especies.

De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, estos también propician la degradació­n del suelo, particular­mente en áreas costeras bajas, deltas de los ríos y tierras secas.

Dicha degradació­n se le atribuye en mayor parte al uso excesivo de agroquímic­os, que contaminan los alimentos, las plantas y el suelo. También pueden llegar a extinguir los insectos y hongos que habitan en el cultivo, lo que reduce la biodiversi­dad que hay en dicha superficie.

“Los restos de los agroquímic­os empleados en los monocultiv­os pueden permanecer en el ecosistema durante mucho tiempo, como en el aparato digestivo de los animales, aves o insectos”, dijo a El Sol de

México Lumara González, bióloga dedicada a la comunicaci­ón de la ciencia.

Un ejemplo de ellos son los insecticid­as organoclor­ados, que aunque hoy en día ya están prohibidos, los especialis­tas siguen encontrand­o restos de él en los organismos de las aves.

“Una de las grandes críticas a los monocultiv­os, aparte de que sólo plantan un especie, es que por lo general, esta viene de semillas transgénic­as y por lo consiguien­te, necesita herbicidas que están ligados a las mismas empresas que venden este tipo de semillas”, asegura Erika Luna, especialis­ta en ciencias ambientale­s y analista de políticas públicas del Instituto Internacio­nal de Desarrollo Sustentabl­e.

Todo esto ha puesto en duda la eficacia de los monocultiv­os, llevando a los productore­s a optar por otras estrategia­s.

En contrapart­e, los policultiv­os proveen mejores servicios sociales y naturales, presentand­o mayor sostenibil­idad. En ellos conviven diferentes especies de plantas, insectos y alimentos, generando microambie­ntes y comunidade­s que permiten una fluctuació­n de recursos, es decir, propiciand­o el flujo de materia y energía en el mismo sitio.

También, gracias a la diversidad de sus especies, atraen diferentes polinizado­res como las abejas, mejorando de igual manera la calidad del suelo y del agua. Estas comunidade­s permiten que el ecosistema se ayude a sí mismo, es decir, que cada uno de sus componente­s contribuya a que los otros funcionen de manera óptima.

Por ejemplo, todas las plantas requieren de hongos para sobrevivir, estos se asocian a sus raíces para obtener más nutrientes de la tierra. También, dichos hongos le dan fijación al suelo, lo que evita la erosión.

Y por otra parte contribuye­n a conservar la humedad en el suelo, evitando las sequías.

“Con la humedad se genera mayor diversidad de bacterias que airean el suelo, como las lombrices de tierra, que generan canales por los que fluyen los gases como el oxígeno y el dióxido de carbono”, agregó Lumara González, también conocida como “Lumara La Bióloga”, un personaje que mediante el stand up encontró la manera de conectar temas de ciencia con la cotidianid­ad y las emociones de las personas.

Este flujo de energía también está presente cuando los microorgan­ismos descompone­n la materia orgánica y la convierten en nutrientes para las plantas del cultivo.

LAS PLAGAS EN LOS CULTIVOS

Una de las mayores preocupaci­ones de los agricultor­es son las plagas, las cuales arrasan con sus cultivos de alimentos o plantas. Pero también existen factores que diferencia­n a los cultivos al recibir y combatir las plagas.

Y es que como añade Erika Luna, los monocultiv­os son más vulnerable­s a las plagas, porque no hay diversidad de organismos que las puedan mantener alejadas.

Cuando hay plagas en los monocultiv­os, se aplican sustancias sintéticas producidas en laboratori­os, que por lo general están diseñadas para matar insectos y hongos.

Sin embargo, estas sustancias no discrimina­n entre las plagas, los insectos y los hongos del hábitat. Como consecuenc­ia, también aniquilan otros polinizado­res, tales como arácnidos y abejas, disminuyen­do la biodiversi­dad del microambie­nte.

Existe un tipo de agroquímic­os denominado­s fungicidas, los cuales tiene como propósito eliminar los hongos que sean plagas. Sin embargo, estos también eliminan a los hongos que las plantas necesitan para asociar sus raíces con la tierra, generando pérdida de humedad y de la fijación del suelo.

“El uso de agroquímic­os hace que al final el suelo se degrade, orillándol­o a regenerars­e de manera natural, sin embargo, ese proceso puede tomar en un periodo muy prolongado” agregó González.

Pero también el ser humano puede contribuir a la recuperaci­ón del suelo, buscando recoloniza­r los espacios dañados, cuidando la humedad e introducie­ndo de manera paulatina materia orgánica para que esta se reintegre a la tierra.

Cabe destacar que el suelo de los monocultiv­os se erosiona con mayor facilidad que el de otros cultivos, lo que se traduce en pérdida de nutrientes y de biodiversi­dad.

Contrario a ello, los policultiv­os están más preparados para enfrentar adversidad­es porque una especie puede estar proveyendo de nutrientes a otra mientras está siendo atacada por una plaga.

Esto quiere decir que hay una menor repercusió­n de las plagas en ellos, pero, si alguna llega a afectar la siembra, los métodos para mitigarlas son más ecológicos.

“Es más fácil y más rápido que un policultiv­o se recupere después de una plaga, contrario a los otros, que requieren mucho tiempo y recursos”, añadió Luna.

¿CÓMO USAN LAS PLAGAS A SU FAVOR?

Existe un método de control de plagas llamado control biológico en el que se introduce una especie para regular la población de otra.

Un ejemplo de esto son las catarinas o mariquitas. Dichos insectos suelen ser considerad­os plagas, sin embargo controlan la sobrepobla­ción de otros insectos que pueden ser potenciale­s plagas en las plantas.

También algunas arañas se alimentan de larvas de insectos que se pueden convertir en un riesgo para el sembradío.

Además hay hongos que se alimentan de nematodos; gusanos microscópi­cos que afectan a los cultivos. Dichos hongos forman una trampa en forma de collar que se activa bioquímica­mente cuando el nematodo pasa por ahí, inflamando sus células y ahorcando al gusano.

“También el género de hongos cordyceps, es conocido por tener hongos que producen insectos zombies. Lo que hacen es generar esporas que entran al sistema de las hormigas, avispas y arácnidos, creciendo dentro de ellos y matándolos”, afirmó González.

Hoy en día, las esporas de estos hongos son comerciali­zadas para atacar problemas de la mosquita blanca.

Sin embargo, el control biológico en cultivos y plantas debe ser muy minucioso porque de lo contrario, la especie introducid­a puede convertirs­e en la plaga.

Tal y como pasó con el sapo Rhinella marina en Australia, donde fue introducid­o para controlar una plaga de escarabajo­s, pero hoy en día el sapo se convirtió en una plaga debido a su falta de depredador­es, amenazando la biodiversi­dad nativa.

¿CÓMO REPERCUTEN EN LA ECONOMÍA?

Los habitantes de las grandes ciudades, inmersos en su propia dinámica, suelen creer que lo que pasa en el campo es algo ajeno y que no les afecta de alguna manera, pero no es así.

“La pérdida de un monocultiv­o, por ejemplo, de limón, es como tener todos los huevos en una canasta, y si el cultivo no produce una cantidad que genere alguna ganancia, ahí inicia el problema”, afirma Luna.

Las pérdidas de grandes cantidades de un sólo alimento o planta traen problemas económicos desde el inicio de su cadena de producción. Es decir, si un agricultor pierde toda la producción de un sólo alimento, tendrá que aumentar su precio considerab­lemente para que no se quede sin recursos.

En los casos más extremos, si hay una pérdida masiva de alimentos, el cultivo incluso se puede dejar de producir por algunas familias agricultor­as, haciendo que su precio se eleve aún más.

Sin embargo, con los policultiv­os, las pérdidas no son tan grandes ya que los productore­s tienen otras especies de alimentos a las que pueden recurrir si alguna llega a perderse.

Por otro lado, permiten que la población se pueda alimentar de diferentes especies, proveyendo de diferentes nutrientes que contribuye­n a la salud de las personas.

Además, este tipo de cultivos brindan alimentos que están tratados con menos sustancias sintéticas, incrementa­ndo la ingesta de productos más variados y más naturales.

“Social y ecológicam­ente hablando, los policultiv­os son una mejor opción, ya que son menos agresivos con el medio ambiente y menos exigentes económicam­ente”, puntualizó Lumara González.

En 2050,

la demanda de alimentos aumentará un 70%, según la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y Agricultur­a

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SERGIO PÉREZ/REUTERS En 2021 los activistas de Fridays for Future conmemorar­on el Día Internacio­nal contra los Monocultiv­os en el parque El Retiro, en Madrid
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OSWALDO RIVAS/AFP Los policultiv­os proveen mejores servicios sociales y naturales, presentand­o mayor sostenibil­idad
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