El Sol de Tulancingo

ALICE GLASS

Un alma luminosa envuelta en un disfraz oscuro

- GUILLERMO FRANCO-GUEVARA

Aveces, como la canción de Ruben Blades, la vida te da sorpresas. Eso me pasó cuando conocí virtualmen­te a

Alice Glass, estrella del muy peculiar escenario dark/gothic/electrónic­o actual, quien conversó con nosotros desde su casa en

Los Ángeles, California. ¿Por qué la sorpresa? Porque a través de esta plática descubrí en ella una personalid­ad mucho más grande que la voz monocromát­ica que muestra en sus discos.

En cuanto inicia la charla, lo primero que llama nuestra atención es su voz cálida y expresiva que contrasta con la voz fría y comprimida de sus canciones. Ella agradece el comentario y comenta que cuando comenzó a cantar lo hacía en un registro mucho más alto y que, aunque lo hacía en un espectro muy reducido, en ese entonces le parecía aceptable para la banda con la que debutó en 2006: Crystal Castles.

Ahora que acaba de estrenar su disco debut como solista, titulado Prey//IV, le preguntamo­s si ese matiz monocromát­ico de su voz es parte de una estrategia que acompaña a su voz.

“Cuando comencé a cantar trataba de emular a Kathleen Hanna (la pionera del movimiento punk riot grrrl de los noventas) y escuchaba a su grupo Bikini Kill… También intentaba copiar los sonidos de The Sick Lipstick, un grupo punk de Toronto bastante bueno. Escuchaba a varias cantantes y cuando era adolescent­e me parecían de lo más cool del mundo. Con esas influencia­s fue cómo decidí cantar en un registro alto y monotonal”, comenta.

¿Has tratado de cantar en otro tono o en otro estilo fuera de la mascarilla punk?

Me gustan todos los géneros de la música, a veces tomo la guitarra acústica con Jupiter Keyes y nos convertimo­s en hippies (ríe). Quizá también me convierta en DJ algún día… No he pensado realmente en cambiar mi tono de voz, porque creo que representa lo que es Alice Glass.

Curiosamen­te, tanto Alice como su excompañer­o de banda se esconden bajo pseudónimo­s; Ethan Kath es realmente Claudio Palmieri y Alice es Margaret Osborn. Quizá por su poca afición a mostrar los nombres reales es que escogieron el de Crystal Castles, el cual tomaron de una frase de la caricatura

She-Ra: La Princesa del Poder, y con la cual formaron una meteórica carrera que incluyó tocadas en Glastonbur­y o Reading, giras con Nine Inch Nails y hasta producir un sencillo con Robert Smith, de The Cure.

Hablemos de tu disco solista, porque se llama Prey/IV?

Porque es mi cuarto disco en total, contando los de Crystal Castles. Pero también es una metáfora muy sencilla sobre el personaje de Alice Glass, una adolescent­e que vive en este mundo y del cual resulta una víctima… Hablando honestamen­te, desde los 14 años, cuando me salí de mi casa, nada me ha salido bien… Buena parte de todo esto ha sido reaccionar a relaciones con depredador­es. Así que el disco se llama Prey por Alice Glass, pero también porque como crecí siendo católica, tengo una costumbre de rezar y por eso juego con las palabras

Prey/Pray fonéticame­nte.

¿En este disco podemos escuchar por ahí a Margaret Osborn?

¡Es muy raro que hagas eso, porque nadie me llama Margaret! Mis padres me llaman Margo y además odio ese nombre, porque termina con una O y luego comienza con otra O y esa se me hace la cacofonía más horrible del mundo… Incluso preferiría que me llamaran con un número, aunque no sé cuál sería. Es curioso que lo menciones, porque nunca pienso en que ese sea ese mi nombre y resulta que lo es… Nunca me he imaginado como una Margaret, y tal vez eso tiene mucho que ver con el asunto de crear una máscara para cantar.

¿Cómo es para ti el ser una artista solista, después de formar parte de una banda?

Pues es tan sencillo como que si cometes algún error, tú eres quien carga con la culpa y con la responsabi­lidad completa. Pero es más interesant­e, y sigo sintiéndom­e parte de un proyecto, sólo que ahora es el mío propio, aunque se pueden sentir todas las vibras de la disquera y del equipo técnico todo el tiempo.

Entonces es bueno.

Es increíble en muchos aspectos, pero también es mucha la presión que tienes que soportar, pero al final del día es mi presión, sobre mi futuro y sobre mis ideas. Curiosamen­te no tengo que luchar por imponerlas, pero ahora tengo que luchar por mantenerla­s a flote y con éxito. Creo que el éxito no es realmente importante cuando te expresas directamen­te desde tu punto de vista. Además, esta industria tiene a muchos ridículos narcisista­s que sólo viven por el éxito y entonces sufren por los errores que cometen más que las personas comunes que aprenden que eso es la vida.

¿Cuál de las canciones de este disco es tu favorita?

Creo que “Pinned beneath trees”, porque habla de la idea de estar atrapado sin salida en un bosque, lo cual puede significar muchas cosas. En el tiempo que la escribí estaba investigan­do sobre desastres y cosas muy oscuras, y me pareció una forma muy interesant­e de usar el lenguaje para describirl­o.

¿Cuál es tu proceso cuando compones, primero la letra o la música?

Precisamen­te con esa canción estábamos probando una fórmula e investigan­do cuál es la mejor velocidad para componer para bailar y descubrimo­s que era de 127 beats por minuto, por lo que decidimos que queríamos poner las palabras o conceptos más disparatad­os para que estuvieran en una canción para bailar y luego hicimos esa letra tan oscura que quedó algo muy peculiar… ¡Queríamos emular “Lucky star”, de Madonna, pero creo que no nos salió!

¿Toda tu vida quisiste hacer música?

Cuando tenía 7 años era muy buena pintando acuarelas, pero siempre quise ser artista de alguna forma… Aunque todos se burlaban de mi voz aguda en el coro de la iglesia; creo que tal vez por eso me metí en el punk.

Me doy cuenta de que tienes una voz muy poderosa, con mucho aire.

Tal vez es porque desde niña siempre he gritado para cantar y para expresar lo que sentía, además de que siempre me fumaba una cajetilla de cigarros y resultaba que con eso rompía mi voz y tenía que gritar más fuerte, resonando en mi cerebro y en mi cavidad vocal.

Llama la atención durante la charla la gran articulaci­ón que tiene Alice al hablar y la forma cómo expresa lo que piensa. Y entonces vuelve a surgir el tema de su voz expresiva, la cual insisto en que reduce por

“En Crystal Castles siempre me advertían que si alguien me conociera realmente y se diera cuenta de lo nerd que era, nadie iría a vernos ni compraría nuestros discos... Ahora no me importa”

un asunto de estilo, que tiene mucho que ver con el ambiente oscuro de su imagen y de su disco.

“Ahora que lo dices, el otro día me di cuenta de eso precisamen­te. El disco es producto de un momento detenido en el tiempo. Así lo veo porque forma parte de esa etapa de mi vida donde estaba entrampada en problemas legales y con mucha furia por el problema de abuso físico de mi excompañer­o, y eso provocaba mucha oscuridad que para serte honesta tampoco me gustaba en mi vida, algo que se convirtió en un lugar muy fregado. Y ahora que escucho el disco me doy cuenta de lo que viví desde afuera cómo si no hubiera ningún descanso, ninguna solución sin sangrar internamen­te”, comenta.

Agrega que de esa manera el proceso de hacer música sirvió como una terapia, como un encantamie­nto que le permitía separarse de todo y verlo como una espectador­a.

“Y también tiene que ver con que mis discos favoritos encapsulan un tiempo determinad­o, como si lo quisiera distanciar de mi como algo que vivo y mejor ser una espectador­a… Así veo mi disco, que espero que sea precisamen­te un momento detenido y que pueda ya evoluciona­r hacia otros lados más felices”, agrega.

Aprovechan­do esa idea, ¿qué discos te hacen feliz?

Uy, hay tantos. El primero de The Clash, pero también su disco Combat rock… Hubo una época en la que estuve obsesionad­a con The Clash y con toda la escena punk de los setentas. También los Ramones, ¡ellos me ponen feliz todo el tiempo!

De pronto se escucha un ruido raro detrás de mí, y Alice me pregunta: “¿Hay alguien más por ahí?” Se trata de mi nieto, quien a pesar de mis esfuerzos, se mete a la conversaci­ón y comienza a reír a carcajadas.

“Ah, ya entendí…¡Que lindo! Esos definitiva­mente son sonidos de felicidad. Tal vez en algún momento yo también quisiera tener nietos, pero eso es algo que está muy lejos ahora”, comenta.

Continuand­o con el tema del poder de la música para hacernos felices, Alice dice que el punk más extremo la hace muy feliz.

“De hecho, hace unos meses pude conocer a Linda Ramone (la esposa de Johnny Ramone) y fue increíble decirle sobre la importanci­a de la banda en mi vida, pero eso fue algo nerd.

¿No vale la pena ser un poco nerd para ser feliz?

Sí. En Crystal Castles siempre me advertían que si alguien me conociera realmente y se diera cuenta de lo nerd que era, entonces nadie iría a vernos ni compraría nuestros discos (ríe)... Ahora no me importa, si se dan cuenta de lo nerd que soy y no vienen a verme pues ni modo, ¡no puedo

dejar de crecer!

¿Cómo sería un mundo feliz para ti? ¿Tendría que ver con el éxito en tu carrera como solista?

Mi versión del éxito sería seguir viviendo de lo que hago, que es lo único que he hecho desde hace mucho tiempo. No me importa si mi música está en los primeros lugares del Billboard, sólo que pueda vivir de esto. Me gusta lo que hago y quiero seguir haciéndolo, encontrand­o en el camino que le guste también al público y que de alguna forma indirecta les agrade como persona. Sentirme parte de esa tribu… Eso sería para mí un lugar feliz para vivir.

Así, por una extraña ecuación en el universo, la voz de Alice (o de Margaret) me sorprendió por la forma en que expresa sus sentimient­os e ideas, algo que siempre me ha parecido un don excepciona­l si se sabe utilizar y vivir con él. Esa fue la lección que me brindó esta plática: el descubrir que a veces las cosas oscuras si tienen espíritu, iluminan.

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La artista dice que de niña todos se burlaban de su voz aguda, y que quizá por ello se metió en el punk
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El disco refleja una etapa en la que Alice estaba entrampada en problemas legales y enojada por el abuso físico de su excompañer­o, lo cual provocaba mucha oscuridad que ahora quiere dejar atrás

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