¡En el horror y la 4T no lo ve!
Triunfalista, Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad Pública Federal, alardea en las mañaneras de que han bajado el número de delitos, sobre todo, el de homicidios. ¿Tendrían la delicadeza de dejar de intentar engañarnos con cifras falsas?
Ofende el que, en medio del caos que se vive en gran parte del territorio, se trate de confundir a la sociedad. La realidad devora el discurso demagógico y los miles de deudos que pululan desolados, confirman el desastre nacional.
Es el sexenio con el mayor número de muertos de que se tenga memoria. México está convertido en un camposanto y lo grave es que, grandes sectores de la población se quedan indiferentes, ante tantísimo dolor.
Las recientes debacles, en varias entidades lo corroboran, así como la prevalencia de los grupos delincuenciales sobre cualquier órgano de gobierno. Lo que mucho se comentaba, hace unos años, en relación a Colombia, es una realidad para nosotros: un Estado dentro de otro Estado, con tanto o más poder que el legítimo.
El narco se ha apoderado de regiones enteras, bajo la complaciente mirada de autoridades de todos los niveles, en la mayoría de los casos, en pleno contubernio con los criminales.
Los señores de las balas, a tal grado influyen en la vida nacional, que definen elecciones, como ocurrió con las recientes en las que se ganaron gubernaturas, gracias a componendas con estos sátrapas. Más de uno de sus “socios o emisarios” está al frente de una de esas administraciones, como en San Luis Potosí, donde, Ricardo Gallardo, con acusaciones, procesos judiciales y cárcel en su contra, obtuvo el cargo.
Habla Rosa Icela Rodríguez y a uno se le pasan por la cabeza pensamientos sobre lo que sentirán los padres de Valeria y los otros cinco jóvenes asesinados en Zacatecas, en días recientes. Veía entrevistas con personas que afirmaban que no se atreven ni a salir a la calle y que solo lo hacen por motivos de emergencia o de trabajo.
David Monreal llegó a la gubernatura comprometiéndose -como el resto de sus colegas- a devolver la seguridad. Los últimos acontecimientos hablan de un serio incremento en los delitos y de aberraciones brutales, como el homicidio de los inocentes chamacos. En Caborca, Sonora, en días pasados un contingente de delincuentes se paseó por las calles del municipio, haciendo alarde de su “propiedad de la zona”. ¿Y el reluciente mandamás Alfonso Durazo? Fue incapaz de obtener un mínimo avance, a su paso por la Seguridad Federal, y tampoco podrá hacerlo ahora. Su incompetencia está fuera de toda duda. En Colima, una mujer, Indira Vizcaíno, se truena los dedos, también incapaz de detener la oleada criminal, que asola a la entidad.
Para todos estos desgobernadores, AMLO ha tenido especial atención en prestarles ayuda. De nada ha servido el que se les manden más guardias nacionales e incluso fuerzas armadas. La violencia está disparada y sin visos de control.
En Guerrero las baterías de los malosos se enfocan a Acapulco, en manos de la incompetente “Abelina”. Ante la negativa a pagar el “derecho de piso”, los narcos incendian locales y el 18 de febrero dejaron en cenizas a 80 del tianguis campesino.
En Tulúm, ir a un bar es jugarte la vida. Los tiroteos son diarios y de aquellos en los que no se salva nadie.
El panorama es siniestro, aunque la jilguera oficial (Rosa Icela), busque cómo endulzar la melodía. El horror cotidiano, desmiente tanta falsedad.
Habla Rosa Icela Rodríguez y a uno se le pasan pensamientos sobre lo que sentirán los padres de Valeria y los otros cinco jóvenes asesinados en Zacatecas.