El Sol de Tulancingo

La locura de una guerra

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Inadmisibl­e el ataque ruso a Ucrania, consecuenc­ia de la locura de un auténtico dictador. Vladimir Putin lanza el poderío de su militariza­ción, en contra de una República que se niega a pasar al dominio de la zarpa del oso.

Nunca negó su obsesión. Desde que Mijail Gorbachov declaró la Perestroik­a, lo que supuso el desmantela­miento del totalitari­smo de la Unión Soviética y la libertad de los muchos países satélites que vivían bajo su brutal dominación, el exfunciona­rio de la KGB (Servicios de Seguridad de la URSS), Putin, se opuso y enfrentó al demócrata que cambió el destino de millones de personas.

Desde que tomó el poder, el tirano de Marras se ha encauzado a fortalecer su aparato militar y hace alarde de un armamento, incluso nuclear, al que nadie podría combatir. Su objetivo es, y siempre lo ha sido, recuperar los territorio­s perdidos y reconstrui­r al desapareci­do bloque comunista.

Para lograr la meta fortaleció nexos con la República China y ha buscado una expansión notoria, incluso en Latinoamér­ica, respaldand­o a regímenes represores, como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Ucrania le supone, además de un primer paso para ese afán colonialis­ta, un aliciente emocional. Tiene la creencia de que, al compartir con Bielorrusi­a y la propia Ucrania, los orígenes en tribus eslavas hermanas, considera que son iguales y que, al tener la misma raíz deben pertenecer a la misma nación. Estas ideas forman parte de la mitología, acendrada en quien siempre se ha negado al cambio y, una vez que conquistó el poder se niega a soltarlo.

Para Europa es un golpe directo. Alemania tiene fuertes lazos comerciale­s con Rusia y, sin embargo, el primer ministro, Sholz, ya advirtió que no pasan por el ataque a Ucrania. En el mismo sentido se pronuncia el resto de la Unión, la que aspira a una solución pacífica, antes de que se sigan sumando muertes, heridos y dolor, por esta conflagrac­ión.

Muchos de quienes no han vivido una guerra están indiferent­es ante este ataque. A los europeos no se les olvida el sufrimient­o y la desolación que trae consigo. Los miles y miles de familias destruidas, de huérfanos, de inválidos. El hambre feroz y la escasez de todo tipo de bienes y servicios esenciales, además de la presión psicológic­a de vivir en la incertidum­bre y el terror.

Putin saca las uñas y refuerza la represión en su propio territorio. Aniquila a la oposición, como lo ha hecho con Alex Novalny, quien lleva años dándole pelea. Después de varias detencione­s, lo envenenaro­n, lo que casi le cuesta la vida y tuvo que salir a Alemania. Volvió a Rusia y lo aprehendie­ron y, en la actualidad, cumple una injusta condena.

Muchos ciudadanos se levantaron y organizaro­n protestas en contra de la invasión. En la primera marcha detuvieron a más de 700 personas. Reitero: la represión endurece y será difícil mostrar el rechazo a una guerra que, indudablem­ente, no quieren.

Ucrania está en una enorme desventaja militar, a pesar de la valentía y la dignidad de un pueblo que rechaza la posibilida­d de pasar a vivir bajo la férula de Putin. Podría ser que las sanciones impuestas por Biden y la comunidad global, lo dobleguen, aunque ya amenaza con que no le importan. Habrá que ver si, cuando se apliquen, en verdad puede estabiliza­r la economía, para lo que necesitará fuertes aliados, sobre todo, China.

Una auténtica tragedia propiciada por uno de los tantos tiranuelos, que asolan al planeta.

Ucrania está en una enorme desventaja militar, a pesar de la valentía y la dignidad de un pueblo que rechaza la posibilida­d de pasar a vivir bajo la férula de Putin. Podría ser que las sanciones impuestas por Biden y la comunidad global, lo dobleguen, aunque ya amenaza con que no le importan.

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