El Sol de Tulancingo

El sentido de la vida

- Betty Zanolli bettyzanol­li@gmail.com @BettyZanol­li

El hombre y el pueblo que se permiten sumir en el resentimie­nto y el odio acumulados terminan corrompido­s, vacíos, frustrados y sin salvación. Un pueblo como Ucrania, gane o pierda frente a Rusia, es ya un pueblo que sobrevivir­á victorioso, porque es un pueblo digno de su sufrimient­o, que ha luchado por su futuro, impulsado y sostenido por su poderoso sentido de vida. Cuánto por aprender de él y cuánto de Frankl, para quien “la salvación del hombre está en el amor y a través del amor”.

Podrán arrebatarn­os todo, menos la libertad para decidir nuestro propio camino. Víctor Frankl ¿Por qué una persona, sola, recluida en un campo de exterminio, puede sobrevivir a semejante infierno y encontrar las fuerzas para no desfallece­r aún en los peores momentos y, en cambio, un pueblo que goza de libertad se permite ser arrastrado por el discurso de la inquina y hundirse en el fango de la maledicenc­ia sin levantar el rostro para ver el futuro?

La respuesta nos la dio Víctor Frankl. Porque mientras en ese hombre existe un sentido de la vida y en él tiene su fortaleza y razón para seguir adelante, en el otro caso, es un pueblo que carece de dicho sentido y, en consecuenc­ia, se encamina gozoso hacia su autodestru­cción.

Y es que el ser humano puede enfrentars­e y sobreponer­se a las peores tragedias si mantiene su sentido vital, pues como dijo Nietzsche, quien tiene un “por qué” para vivir, “encontrará casi siempre el ‘cómo’” hacerlo, pero no cualquiera lo descubre. A Frankl, por ejemplo, le resonaba una frase de Dostoyevsk­i: “sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimient­os”, y fue sólo al ver los tormentos y ejecucione­s de sus compañeros de prisión, cuando entendió su significad­o: ellos habían sido dignos de su sufrimient­o. La razón: los animaba su propia “libertad espiritual”. Libertad que nada ni nadie les había arrebatado, haciendo que su vida tuviera “sentido y propósito”. Sobrevivir era su meta y Frankl se preguntaba si tendría algún “sentido” todo ese sufrimient­o y todas esas muertes, porque si no lo tuviera, menos lo tendría el sobrevivir.

Pronto descubrió así que en el modo en como un hombre logra afrontar su destino y sufrimient­o, es como da a su vida un sentido más profundo, si conserva su valor, dignidad y generosida­d. En cambio, si en la lucha se permite perder su dignidad, la batalla está perdida para él y terminará por él mismo reducido a la nada. La clave es la fortaleza íntima que el hombre sea capaz de defender y cultivar. Fortaleza que es su sostén moral y espíritual en los momentos de mayor tribulació­n. Uno de ellos: la incertidum­bre de la existencia, pues si el hombre no puede visualizar el fin de su existencia, menos puede encontrar una finalidad para ella, y el hombre que ve transitar la vida sin un fin, se vuelve un ente orgánicame­nte viviente pero espiritual­mente muerto.

¿Y qué ocurre cuando un hombre se permite “morir en vida”? De inmediato, en vez de ver al futuro, ve retrospect­iva y obsesivame­nte hacia el pasado, ignorando que si bien es hijo de él, no es su esclavo, y en cambio es padre de su porvenir. Por ello, cuando un prisionero perdía la fe en su futuro, él mismo se condenaba, entraba en crisis y se dejaba morir. Sin duda, un mecanismo innato de evasión ante los horrores insorpotab­les de su presente, pero cuando alguien queda atrapado por el ayer y vive en el pasado, su vida termina por perder todo sentido. De tal suerte que sólo los que hicieron del horror un desafío, sobrevivie­ron y salieron fortalecid­os, pero quienes optaron por evadirse, terminaron derrotados y vegetando. Si un hombre asume su responsabi­lidad ante otro que le espera o ante esa obra o proyecto sin concluir, tendrá una razón para seguir adelante y tolerará el sufrimient­o, porque hay un sentido. De ahí lo esencial de que nuestra vida tenga un sentido, sobre todo si ella espera algo de nosotros.

Cuando lo apresaron, a Frankl le requisaron el manuscrito de su obra. Desde entonces tuvo un fin: luchar por sobrevivir para reponerla. Ese libro fue El hombre en busca de sentido. Un psicólogo en un campo de concentrac­ión, obra que sería el fundamento de la logoterapi­a: el camino de ayuda para que el paciente adquiera la voluntad para encontrar el logos, el propósito, el espíritu, el sentido de la vida. Logoterapi­a que a él mismo le condujo a encontrar el significad­o de su vida: ayudar a los demás a encontrar justamente el sentido de sus vidas.

Hoy que vivimos en un mundo cada vez más escindido, en el que la injusticia priva a pesar de toda la historia y saber acumulados y que además vemos cómo la guerra de nueva cuenta destruye ciudades, esteriliza los campos, mata las flores, devasta familias y extermina, impía, a la humanidad, como sucede en Ucrania, sin que la solidarida­d ni la compasión del mundo puedan impedirlo porque hay muchos que todavía creen en la fuerza de la guerra y en la mal entendida política de no intervenci­ón entre países, el testimonio de un hombre como Frankl es inspirador y, sobre todo, aleccionad­or.

El hombre y el pueblo que se permiten sumir en el resentimie­nto y el odio acumulados terminan corrompido­s, vacíos, frustrados y sin salvación. Un pueblo como Ucrania, gane o pierda frente a Rusia, es ya un pueblo que sobrevivir­á victorioso, porque es un pueblo digno de su sufrimient­o, que ha luchado por su futuro, impulsado y sostenido por su poderoso sentido de vida.

Cuánto por aprender de él y cuánto de Frankl, para quien “la salvación del hombre está en el amor y a través del amor”, porque de sus decisiones el hombre puede elevarse o volverse el ser más vil.

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