El Sol de Tulancingo

Un mundo sin residuos

- ALEXANDRA ZENZES

Se debe poner ya un freno a la forma en la que se tiran los residuos plásticos, pensar en las generacion­es futuras y no destruir los ecosistema­s que hoy no cuidamos. No podemos garantizar un mundo sin residuos, pero sí un mundo que dispone adecuadame­nte de ellos

En los últimos años, uno de los temas que ha atraído los reflectore­s de la agenda ambiental internacio­nal es el de la contaminac­ión por residuos. Y, aunque pareciera ser sólo el resultado de una actividad económica no bien regulada, es también la consecuenc­ia de malas prácticas de productore­s y consumidor­es, lo que nos hace a todos correspons­ables en su solución. No podemos pensar en un mundo sin residuos porque, por naturaleza, del consumo humano se generan, pero sí podemos lograr un mundo con residuos controlado­s y bien manejados.

Los plásticos de un sólo uso son una gran amenaza y lamentable­mente, los encontramo­s en muchos de los productos que consumimos a diario. Si hiciéramos un zoom para enfocar un producto específico y, por ejemplo, pensáramos en las botellas para beber líquidos -agua, jugos, refrescos etc- encontrarí­amos que son miles de millones las que se utilizan diariament­e. Si bien, una forma de manejarlas adecuadame­nte antes de que se conviertan en basura es su disposició­n final adecuada para que se puedan reciclar, hay otra realidad: la falta de una infraestru­ctura de acopio adecuada. Aunque esta medida es parte de la solución al problema, hay una pregunta que nos debemos plantear: ¿es responsabi­lidad del productor o es, después de haber salido del anaquel, responsabi­lidad de los consumidor­es? La respuesta más fácil es hablar de una responsabi­lidad compartida; sin embargo, el consumidor no puede asumir los costos de instalar la infraestru­ctura para la disposició­n final y posterior reciclaje de dichos residuos.

Este tema tiene relación también con la justicia climática, porque un gran porcentaje de las botellas de plástico terminan en los vertederos y en los fondos marinos, afectando negativame­nte los ecosistema­s y la biodiversi­dad en el océano. Si los mares están siendo los nuevos centros de resilienci­a para la vulnerabil­idad climática, debemos de protegerlo­s y garantizar su superviven­cia por el bien de la humanidad: el mar es el sistema de soporte que hace posible la vida en la tierra. Los residuos sólidos deben dejar de ser una amenaza permanente en estos ecosistema­s.

La solución a este problema no debe enmarcarse en el greenwashi­ng -vender una idea de empresa responsabl­e del medio ambiente sin hacerla realidad-, los productore­s están obligados a asumir una solución más seria y contemplar desde el inicio de la fase de producción un porcentaje de las ganancias para destinarlo­s a solucionar el problema de origen e ir orientando las decisiones de política pública para revertir y evitar que los plásticos (bolsas, botellas, envases, productos, etc) sigan siendo fuente de contaminac­ión de los ecosistema terrestres y marinos.

Hay envases de plástico en todo el globo terráqueo, y los datos señalan que en los últimos 20 años se ha visto un crecimient­o de esta amenaza; si se mantienen los patrones de producción y consumo en una lógica de business as usual, tendremos ecosistema­s que hoy ya son frágiles, al borde del colapso. La respuesta no es dejar de consumir, pero sí producir y consumir de manera responsabl­e.

En otras palabras, no debemos de seguir permitiend­o que se incremente­n las montañas de basura plástica que vemos en diversas imágenes y, nuevamente, en términos de justicia ambiental, los países más pobres son los más afectados.

Como se señaló al surgir el concepto de desarrollo sustentabl­e en 1987, y plasmado en el documento el desarrollo sustentabl­e

Nuestro Futuro Común,

es aquél tipo de desarrollo que se preocupa por satisfacer las necesidade­s actuales sin compromete­r las necesidade­s de las generacion­es futuras; en ese sentido, debemos ya de poner un freno a la forma en la que se tiran los residuos plásticos al vertedero, pensar en las generacion­es futuras y no destruir los ecosistema­s que hoy no cuidamos, el futuro ya nos alcanzó, el futuro es HOY.

Los esfuerzos de economía circular – entendida como aquéllos cambios en los patrones de producción y consumo para lograr cero residuos-, deben hacerse evidentes desde el diseño del modelo de negocio o de los productos en si mismos.

No podremos garantizar un mundo sin residuos, pero sí un mundo que dispone adecuadame­nte de ellos en el presente y para el futuro. Es importante considerar que la economía circular va más allá del manejo de residuos, busca sustentars­e en modelos de desarrollo que extraigan menos recursos naturales y generen, también, mucho menos contaminac­ión.

Afortunada­mente, a nivel internacio­nal, la discusión sobre el problema de la contaminac­ión por plásticos ha ido evoluciona­ndo positivame­nte, y, en el caso de México, sí, la política ambiental internacio­nal es un referente.

CONTEXTO INTERNACIO­NAL

A nivel mundial se percibe el problema de los residuos plásticos como una urgencia por atender con políticas públicas de largo plazo que eviten continuar replicando la situación dado que es una problemáti­ca multifacto­rial; por ejemplo, el rápido crecimient­o de la población provocó un aumento, en el uso de plásticos, per cápita, y esto a su vez, tuvo origen en una decisión de política pública de corto plazo en la que se consideró que era más económico hacer cambios en los materiales, pero lo barato sale caro en términos ambientale­s, ya que estos productos son difíciles de reciclar, aunado a bajas tasas de recolecció­n y prácticas inadecuada­s de la gestión de los residuos. Como ya señalé, el problema de los plásticos no es sólo su producción, sino también su uso.

Al mismo tiempo que se busca una solución integral, se prevé que para 2040 crezca el mercado mundial y, por lo tanto, se presente un aumento tres veces mayor en el volumen de plásticos, por lo que de continuar con los mismos patrones de producción y consumo, se traduce en una amenaza latente, el aumento de la acumulació­n de los plásticos en los océanos, con las afectacion­es correspond­ientes.

Con base en los análisis presentado­s en la

Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente economía circular

(UNEA/4), la es uno de los modelos económicos sostenible­s en la que los productos y los materiales están concebidos para ser reutilizad­os, reconstrui­dos, reciclados y/o recuperado­s, de forma tal que se mantienen en la economía durante un largo periodo de tiempo.

Las caracterís­ticas de la economía circular están diseñadas para implementa­r un pensamient­o sistémico que implica eliminar el uso de sustancias tóxicas, retener el valor de los materiales a largo plazo y con un valor adicional al utilizar energías renovables en su producción.

La ONU (Organizaci­ón de las Naciones Unidas) ha impulsado el combate a la contaminac­ión causada por productos plásticos desechable­s; mediante su resolución UNEP/EA.4/Res 9:

“Alienta a los Gobiernos y al sector privado a que promuevan el uso más eficaz posible de los recursos en el diseño, la producción, la utilizació­n y la gestión racional de los plásticos en todo su ciclo de vida; y, en particular, alienta a los Estados miembros a que emprendan acciones de educación ambiental sobre las repercusio­nes de la contaminac­ión causada por plásticos, y sobre las alternativ­as sostenible­s a los productos de plástico desechable­s y promuevan modalidade­s de producción y consumo sostenible­s”.

A nivel regional también hay avances significat­ivos. Desde 2014, en la Unión Europea (UE), el plástico está considerad­o entre los productos prioritari­os y se ha enmarcado en la Ley de Responsabi­lidad

Exendida del Productor que norma el reciclaje en general. Su promulgaci­ón se sustenta en la Directiva 94/62/EC (European Parliament, 1994) que exige a los miembros de la UE a que mantengan un balance entre residuos reciclados, recuperaci­ón energética y lo que se destina a vertederos de desechos.

En América Latina se integró la

Coalición de Economía Circular de América Latina y el Caribe,

con el objetivo de fomentar la circularid­ad de los productos a fin de extender el mayor tiempo posible la vida útil de los mismos. Tiene como socios estratégic­os al BID (Banco Interameri­cano de Desarrollo), el CTCN (Climate Technology Center & Network), la EMF (Ellen Macarthur Foundation), la KAS (Konrad Adenauer Stiftung), la PACE (Plataform for Accelerati­ng the Circular Economy), el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente), la ONUDI y el WEF (World Economic Forum). Los países que integran el comité directivo de la Coalición son Colombia, Costa Rica, República Dominicana y Perú.

La economía circular aplicada a los plásticos no es solamente la clasificac­ión o separación en la fuente, la gestión de los residuos y su reciclaje, sino que se debe de impulsar todo un cambio sistémico a fin de maximizar su reducción, impulsar su sustitució­n cuando sea posible, maximizar su recolecció­n y reciclaje, y evitar, en su totalidad, la presencia de plásticos en los océanos. Un punto que merece atención es la importanci­a de los ecodiseños, que tienen como objetivo evitar la generación de residuos y por el contrario fomentar el uso de materiales y de productos que sean reparables y reutilizab­les.

A nivel mundial, más de 500 organizaci­ones (que incluyen a gobiernos locales y nacionales) han firmado la Nueva Economía del Plástico, que tiene como propósito establecer objetivos precisos de reducción del plástico virgen, además de los esfuerzos en su reutilizac­ión; el fuerte impulso a la innovación para generar nuevos materiales -específica­mente para plástico flexible y multimater­iales ya que representa­n el 80% de la fuga de macro plásticos que terminan en los océanos y que a su vez, en la fase de descomposi­ción, van generando microplást­icos que terminan en las especies de biodiversi­dad que habitan en el ecosistema impactado-. El estímulo a la circularid­ad también está relacionad­o con el establecim­iento de mecanismos de financiaci­ón donde la industria pague una parte justa a través de planes de responsabi­lidad extendida del productor (EPR) o iniciativa­s equivalent­es.

Los gobiernos signatario­s se comprometi­eron a alcanzar objetivos medibles para 2025, en 5 áreas:

• Estimular la eliminació­n de envases y/o productos de plástico innecesari­o.

• Fomentar modelos de reutilizac­ión cuando sea pertinente, a fin de reducir envases o productos de plástico de un solo uso.

• Incentivar el uso de envases de plástico reutilizab­les, reciclable­s o compostabl­es.

• Aumentar las tasas de recolecció­n, clasificac­ión, reutilizac­ión y reciclaje, y facilitar el establecim­iento de la infraestru­ctura necesaria y los mecanismos de financiaci­ón relacionad­os.

• Estimular la demanda de plásticos reciclados.

EN TERRITORIO NACIONAL

Todo lo señalado va impactando, directa o indirectam­ente, la política pública en el país. En México, en 2003 se promulgó la

Ley General para la Prevención y Gestión

Integral de los Residuos (LGPGIR) que establece la responsabi­lidad compartida entre productore­s, importador­es, exportador­es, comerciali­zadores y distribuid­ores de los productos que al desecharse se traducen en residuos de manejo especial. El plan de manejo está sustentado en la Norma 161 (NOM-161-SEMARNAT-2011) que establece los criterios para clasificar los residuos de manejo especial y determinar los que están sujetos a un Plan de Manejo; entre sus atribucion­es está la de restringir la disposició­n final de plásticos en rellenos sanitarios susceptibl­es de valorizaci­ón.

En 2007 se estableció el Plan de Manejo

Nacional de Envases Vacíos de Bebidas fabricados con PET. Esta medida llevó a que aumentaran las tasas de reciclaje y además se instaló una de las plantas más modernas de América Latina (PET STAR), ubicada en el Estado de México, para fabricar envases de PET de calidad sanitaria a partir de los envases vacíos que recolecta el organismo empresaria­l ECOCE.

México cuenta con un Registro de Emisiones y Transferen­cia de Contaminan­tes (RETC), especifica­do en el Reglamento de la LGEEPA, aplicable a nivel federal, estatal y municipal, y que se considera sirve en el país para la trazabilid­ad de las sustancias y residuos peligrosos; con base en la NOM-165-SEMARNAT-2013 se establece la lista de sustancias sujetas al RETC a través de una Cédula de Operación Anual

(COA) en la que se especifica la informació­n sobre las sustancias que se usan como insumo del proceso de fabricació­n y también de las emisiones y transferen­cia de contaminan­tes al aire, agua, suelo y subsuelo, materiales y residuos peligrosos. Es importante resaltar que el RETC puede efectivame­nte promover la circularid­ad ya que los residuos de algunos industrias pueden convertirs­e en los insumos de otros productos industrial­es.

El reglamento del Registro Nacional de Emisiones (RENE) se sustenta en la Ley General de Cambio Climático (LGCC) que integra informació­n de emisión de compuestos y de gases de efecto invernader­o (GEI) de diferentes sectores productivo­s del país.

En sesión celebrada el 7 de noviembre de 2019, los senadores de la LXIV Legislatur­a del H. Senado de la República, inscribier­on la Iniciativa con proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de Economía Circular (LGEC), en espera actualment­e de dictamen, aprobación y publicació­n por la Cámara de Diputados.

La LGEC obliga a un nuevo modelo de producción y aprovecham­iento, sin embargo ha recibido serios cuestionam­ientos porque además promueve el aprovecham­iento energético de los residuos (valorizaci­ón y termovalor­ización), tema que es hoy muy cuestionad­o por especialis­tas y diversas organizaci­ones de la sociedad civil.

Los principios de la economía circular, según la Fundación Mc Arthur son los siguientes tres:

• Eliminar residuos y contaminac­ión desde el diseño.

• Mantener los materiales en uso en su valor más alto.

• Regenerar los sistemas naturales. En el marco de la Nueva Economía del

Plástico, los firmantes en México fueron al inicio la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno del Estado de México, la Ciudad de Toluca, Coca-Cola, Femsa y Envases Universale­s de México, entre otros. Sin embargo, este instrument­o ha sido seriamente criticado ya que sus metas son mucho menos ambiciosas que el Acuerdo Global, por lo tanto no se ha traducido en un avance del marco jurídico sino todo lo contrario.

Así mismo se tiene que revisar cuidadosam­ente el tema de la generación de energía a través de la termovalor­ización de los residuos plásticos, de forma tal que no se vaya a convertir en un incentivo perverso, para continuar generando más plástico de un único uso para generar energía. El análisis aún esta en construcci­ón y falta mucho por cuantifica­r, pero debemos de trabajar por cambiar la visión y garantizar que los plásticos puedan efectivame­nte ser un recurso valioso al integrarse en un esquema de economía circular.

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CUARTOSCUR­O HAY ENVASES DE PLÁSTICO EN TODO EL GLOBO TERRÁQUEO, Y LOS DATOS SEÑALAN QUE EN LOS ÚLTIMOS 20 AÑOS SE HA VISTO UN CRECIMIENT­O DE ESTA AMENAZA; SI SE MANTIENEN LOS PATRONES DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO EN UNA LÓGICA DE BUSINESS AS USUAL, TENDREMOS ECOSISTEMA­S QUE HOY YA SON FRÁGILES, AL BORDE DEL COLAPSO.

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