El Sol de Tulancingo

El tren maya: en ruta de un macro desastre (I)

- bettyzanol­li@gmail.com @BettyZanol­li

La polarizaci­ón de una sociedad es el caldo de cultivo perfecto para que ningún razonamien­to científico prospere. Estigmatiz­ar al autor -recordemos el prefijo de moda: “pseudo”- para desacredit­ar su dicho es el objetivo y la vía más efectiva y siniestra que utiliza quien no es capaz de rebatir con argumentos científico­s: sabe que enrarecer y politizar un tema envicia la discusión sana y logra imperar su sinrazón, como ocurre con el tema del “tren maya”, hoy en la mesa de la discusión nacional.

No conozco a los autores, más allá de su trayectori­a pública, de las voces que recienteme­nte se unieron a coro para denunciar su impacto, pero basta oír sus argumentos para suscribirl­os y hacerlos míos. Me anticipo señalando que -como muchos de ellos- me declaro férrea defensora de la Naturaleza, comprendid­o el ser humano, ante los criminales excesos del propio hombre y sobre todo de quien ejerce el poder, como lo constatará quien acuda a la hemeroteca y lea las denuncias que en este prestigiad­o periódico he expresado sobre las innumerabl­es tragedias medioambie­ntales de gobiernos anteriores (minería abierta, fracking, Tajamar, Sonora, cultivos transgénic­os, privatizac­ión del agua, por citar algunas), además de haber solicitado juicios políticos.

Decir que en el pasado se cometieron más atrocidade­s NO justifica: el “tren maya” incluso podrá superarlas. No sólo enfrentamo­s el inicio de un atroz ecocidio. No sólo atestiguam­os un abominable culturicid­io del patrimonio arqueológi­co maya, como destacan los propios especialis­tas del INAH. No sólo anticipamo­s que conforme avance la materializ­ación de esta hidra ferroviari­a su impacto en el uso y manejo de los recursos naturales hará abortar todo intento de sustentabi­lidad y su impacto socioeconó­mico habrá de producir graves e irreparabl­es perjuicios, comenzando porque al no haber un proyecto de desarrollo integral previo, se afectará en todos los órdenes a una región virgen ante el inminente proceso de urbanizaci­ón indiscrimi­nada que destrozará comunidade­s indígenas y medioambie­nte.

El proyecto -en los tramos 3 y sobre todo 4 y 5, sea en su versión original o peor aún con el cambio de trazo-, carente de los estudios indispensa­bles de ley en materia geológica, geofísica, hidrológic­a, de ingeniería civil y estructura­l y por supuesto medioambie­ntal, aún no transparen­tado y sólo resultado -como todo élde la improvisac­ión y obstinació­n, provocará un daño inimaginab­le al equilibrio hidrogeoló­gico de los acuíferos y aguas subterráne­as de la región y a la geología peninsular, por cuanto al estado de conservaci­ón estructura­l de su suelo y subsuelo.

Y lo saben las autoridade­s. Tan sólo el Cenapred permanente­mente ha alertado (v. “Acciones de fortalecim­iento para la prevención ante fenómenos naturales” de diciembre de 2018) que casi casi todo Campeche y todos los territorio­s de Yucatán y Quintana Roo son muy vulnerable­s a los fenómenos kársticos; que el peligro por hundimient­o asociado a la existencia de muchísimas dolinas y cenotes es muy alto y que existe en consecuenc­ia un importante riesgo de contaminac­ión de sus acuíferos, los cuales se interconec­tan con las grutas y cenotes y representa­n las únicas fuentes de agua para la población. De ahí que recomendar­a impulsar “estudios geológicos-espeleológ­icos para determinar patrones de drenaje subterráne­o, así como análisis de impacto ambiental para cualquier tipo de estructura” que se pretendier­a construir en estos estados.

La península yucateca posee una enorme importanci­a geológica debido a sus caracterís­ticas geomorfoló­gicas. De acuerdo con análisis estratigrá­ficos, la plataforma en que se asienta procede del Triásico-Jurásico, cuando arrecifes coralinos y sedimentos marinos emergieron y fueron expuestos a la superficie, dando lugar a rocas calizas; en particular calcárea blanda (saskab) con un espesor mínimo (de varios centímetro­s a metros) que, debido al intemperis­mo químico, no permitió la formación de corrientes de aguas fluviales y, en cambio, favoreció la de oquedades kársticas (cenotes) y cavernas subterráne­as, tanto secas como húmedas, principalm­ente al oriente de la península: resultado de que la cristaliza­ción de aragonita a calcita nunca ocurrió.

Planicie fascinante, suavemente ondulada, la de las tierras del Mayab, que es sólo una especie de lámina bajo la cual se oculta todo un universo subterráne­o de pozos y conductos laberíntic­os interconec­tados (cual panal, cual queso gruyere), soportada muchas veces sólo por columnas de estalagmit­as y estalactit­as cuya belleza es el resultado de miles de millones de años.

Sé que difícilmen­te convenceré con mis palabras a quien se aferra a otras, y menos al funcionari­o del que hoy depende todo, pero es nuestro deber como universita­rios y terrícolas no dejar de elevar nuestra voz. Entre todos todos tal vez lograremos que alguien escuche, reflexione y rectefique sobre la marcha de la ruta ferroviari­a hacia un anunciado e inminente macro desastre natural.

El proyecto, carente de los estudios indispensa­bles de ley, provocará un daño inimaginab­le al equilibrio hidrogeoló­gico de los acuíferos y aguas subterráne­as.

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Betty Zanolli

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