LIVE and LET DIE
Mientras esperamos los resultados de la consulta de revocación de mandato, apréndase bien este nombre: BA.2. Lo va a estar escuchando en los próximos meses.
Resulta que Ómicron tiene subvariante, que es aún más contagiosa y ya viene de este lado del charco.
A esta cepa del Covid-19 ya se le adjudica ser la primer causa de contagios en Asia y Europa y ha llevado a países como Alemania, Austria, Nueva Zelanda, Vietnam, Tailandia o Japón a registrar datos récord en las últimas semanas.
China, por ejemplo, con todo y su política de cero tolerancia al virus, ha mandado al puerto de Shangái a un encierro total, a fin de detener los contagios.
Con base en estudios recientes y la experiencia de estos países, las mutaciones que presenta esta cepa posibilitan contagios entre personas vacunadas y revacunadas, eso sí, con casos mucho menos graves y con una letalidad mínima. En las naciones que le comento se estima que más del 80% de la población está completamente vacunada.
En este contexto, pocos son los países que han reimpuesto un encierro masivo, cancelado eventos públicos o hecho del cubrebocas un mandato obligatorio. Las tasas de vacunación, en tanto, se han estancado.
Acá en tierras tenochas la cosa no es diferente a pesar de haber vacunado completamente a sólo el 60% de la población. Frente al abismo de una nueva ola de contagios el cubrebocas está cayendo en desuso y los gobiernos locales y federal cada vez lo recomiendan menos.
Ante esta nueva normalidad indolente frente el aumento de contagios la autora Katherine J. Wu refirió en la revista The Atlantic que Estados Unidos está comenzando su primera ola de "¿Y Qué?".
"A medida que se desvanece la preocupación nacional por el Covid la capacidad del país para rastrear el coronavirus está en un descenso consciente. Estados Unidos podría sufrir un doble golpe: un aumento de casos el cual no le importa medir ni al cual responder".
Como le referí hace unas semanas, la capacidad de Ómicron para generar contagios masivos en cuestión de horas vino a matar a la estadística oficial, la cual ni de cerca ha logrado capturar el verdadero tamaño de la pandemia.
Es decir, en la medida que el Covid-19 ha llegado para quedarse, las personas y gobiernos poco a poco hemos decidido en general ignorarlo y apechugar las consecuencias. La vida sigue retomando el cauce luego de dos años de la monotonía de una crisis de salud que no se acaba.
Este acercamiento paulmaccartiano de Live And Let Die frente al virus tiene una justificación científica.
Según un reciente estudio publicado en The New York Times, existe la posibilidad de que el virus original del Covid-19 presente dos mil mutaciones, todas ellas con implicaciones diferentes para la salud humana.
Dado que la severidad de cada una de estas posibilidades es un misterio, la mejor opción que queda es una actualización constante de las vacunas, las cuales han probado con datos ser efectivas para reducir las muertes. Así como sucede ya con la influenza, que cada año es diferente a la del periodo previo.
La cercanía temporal con la incertidumbre que hizo nido en nosotros durante el 2020 no permite darle una lectura adecuada a este contexto que ha cambiado tan rápido en tan poco tiempo.
Si nos entregamos hoy a una realidad despreocupada cuando los casos están más elevados que nunca, entonces ¿qué significó tanto encierro, alcohol en las manos y cubrebocas en tiraderos y mares?
Admitir por hartazgo que el virus ya no es relevante en parte es conceder que nos arrojamos quizá demasiado rápido al matadero del miedo y la crisis económica por Covid. Y como reconocer el error es doloroso entonces decidimos voltear a otros lados: a Ucrania, a la gasolina cara o a si AMLO va a dejar el cargo antes de tiempo.
Vivimos y dejamos morir.