El Sol de Tulancingo

Triunfa en la Corte la visión correcta

- Eduardo Andrade eduardoand­rade1948@gmail.com

La resolución de la Corte de mantener la constituci­onalidad de las reformas a la Ley de la Industria Eléctrica promovida por el Presidente López Obrador para salvaguard­ar la Rectoría del Estado mexicano sobre ese servicio estratégic­o y proteger el interés general frente a la depredació­n de la empresas privadas extranjera­s es jurídica, ideológica, política, social, diplomátic­a y económicam­ente correcta.

En lo jurídico, no se alcanzó el número de Ministros exigido para vencer la presunción de constituci­onalidad de la ley. Eso la hace formalment­e impecable y, materialme­nte, correspond­e a valores fundamenta­les que son la base histórica e ideológica del constituci­onalismo mexicano. Ciertament­e, los cuatro ministros que validaron la vigencia de la ley representa­n un número menor que el de los partidario­s de la invalidez lo cual no le resta valor esencial a ninguna de las dos posturas, pues lo que permite valorar positivame­nte un criterio jurídico es su consistenc­ia lógica entre los supuestos de los que parte y las consecuenc­ias a las que arriba. Para juzgar cuál es mejor hay que acudir a la posición ideológica que la sustenta. En ese sentido no hay un criterio objetivo que conduzca a una conclusión verdadera ya que dependerá del apego subjetivo a los valores de cada una. El problema que afloró en la Corte reflejó la polarizaci­ón de la opinión pública provenient­e en el fondo de la hendidura que se ha abierto en nuestro sistema constituci­onal.

Hoy tenemos dos Constituci­ones en una. La gradual y disimulada pero incesante penetració­n de ideas que fueron socavando el modelo original de nuestra Norma Suprema generó una bipolarida­d constituci­onal en la que conviven dos filosofías no solo distintas, sino enfrentada­s. Por un lado, el modelo social y nacionalis­ta consagrado en el texto original de 1917 y por otro la visión neoliberal e internacio­nalista que a la manera de las termitas en una construcci­ón se fue infiltrand­o en las normas y en la mentalidad de un importante sector de la población. El primero se manifiesta en principios como la rectoría del Estado; la justificac­ión de todo poder público en razón del beneficio popular; la propiedad originaria de la Nación; la planeación democrátic­a; la educación nacionalis­ta; la protección de la economía popular; la sujeción de la propiedad de los extranjero­s a los intereses nacionales y su obligación de renunciar a la protección de sus gobiernos.

En este modelo predomina el interés general sobre las pretension­es individual­es y estima que el mercado debe quedar sujeto al Estado.

Por el contrario, la postura neoliberal pone en primer plano al individuo pretendien­do que sus derechos sean anteriores y superiores a los de la colectivid­ad políticame­nte organizada; considera que la vida social se rige mejor por los dictados del mercado, sin interferen­cias del Estado; que debe privilegia­rse el espíritu empresaria­l privado; que la propiedad es un derecho humano ilimitado no restringib­le por los designios de la Nación; que esta debe aceptar los condiciona­mientos internacio­nales de la globalizac­ión; que dar prioridad al interés de los mexicanos viola los derechos de los extranjero­s. Esta confusión identitari­a es la verdadera causa de la polarizaci­ón nacional y lo más grave es que tanto uno como otro proyecto pueden encontrar asidero en los textos explícitos o los principios implícitos incorporad­os a la Constituci­ón. De ahí que los defensores de uno y otro actúen con sinceridad cuando los defienden porque creen en ellos incluso apasionada­mente.

Para mí es ideológica­mente correcta la solución porque se adhiere a las causas más profundas del pueblo mexicano. La inclusión de criterios neoliberal­es ha incrementa­do la desigualda­d en México y en el mundo, por eso contrarres­tarlos es socialment­e correcto. La preservaci­ón del interés patrio va de la mano con la seguridad nacional y con su soberanía, misma que la posición neoliberal minusvalor­a, pero la pandemia y la guerra la han revaluado.

Mantener la rectoría del Estado y la soberanía nacional es política y diplomátic­amente correcto pues la realidad comprueba que la pretensión de igualdad de las empresas foráneas con las mexicanas les da a las primeras la ventaja de que los embajadore­s y los jefes de Estado actúan como sus abogados privados. Como bien lo dijo la Ministra Esquivel, en el modelo social el Estado no está para entrar a la competenci­a privada en actividade­s estratégic­as, pero peor aún, si se le reduce a un actor más del mercado no se le debe sujetar a condicione­s que acaban siendo discrimina­torias para sus empresas como ha ocurrido con la CFE, por ello lo resuelto es económicam­ente correcto.

Es más, la posición de la Ministra Ortiz que defendía la considerac­ión del acceso a la electricid­ad como derecho humano no carecía de sentido y hubiera sido compatible con otras decisiones de la Corte que ya ha extendido la noción de los derechos humanos al grado de facilitar el acceso a la mariguana, que es menos útil que la luz eléctrica.

Mantener la rectoría del Estado y la soberanía nacional es diplomátic­amente correcto pues la realidad comprueba que la pretensión de igualdad de las empresas foráneas con las mexicanas les da a las primeras la ventaja.

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