El Sol de Tulancingo

¿Dónde está mi hija?

Hace algún tiempo, una madre en busca de su hija desapareci­da años atrás me dijo algo que me hizo tener otra perspectiv­a sobre lo que viven las personas víctimas de desaparici­ón forzada en México: “cada vez que voy ante una autoridad me enseñan expediente

- Martha Tagle

En el Informe del Comité contra la Desaparici­ón Forzada sobre su visita a México “considera de particular preocupaci­ón la victimizac­ión específica de las mujeres que, en la mayoría de los casos, quedan a cargo de su familia y afrontan con sus propios medios la búsqueda de sus seres queridos y, además, en muchos casos son víctimas de violencia, persecució­n, estigmatiz­ación, extorsión y represalia­s”.

En el Registro Nacional de Personas desapareci­das y no localizada­s, se contabiliz­an más de 99 mil de 1964 a la fecha. En lo que va de la presente administra­ción son más de 30 mil personas, de ellas van dos, 307 en este año; y a lo largo de la línea del tiempo las desaparici­ones se han concentrad­o en Jalisco, Estado de México y Ciudad de México y recienteme­nte en Nuevo León y Zacatecas.

De acuerdo con el Informe del Comité “las desaparici­ones siguen afectando mayoritari­amente a hombres de entre 15 y 40 años. No obstante, las cifras oficiales muestran un incremento notable de desaparici­ones de niños y niñas a partir de los 12 años, así como de adolescent­es y mujeres, tendencia que se agudizo en el contexto de la pandemia de enfermedad por coronaviru­s (Covid-19). Dichos casos correspond­erían a desaparici­ones vinculadas con la sustracció­n de niños y niñas (dentro o fuera del ámbito familiar), a desaparici­ones como medio para ocultar la violencia sexual y feminicidi­o, al reclutamie­nto y a las represalia­s. Las víctimas y las autoridade­s también reportaron desaparici­ones que tenían por objetivo la trata y explotació­n sexual”.

Además, el Comité advirtió sobre informació­n preocupant­e que recibió tanto de autoridade­s como de víctimas sobre la existencia de diversos patrones en la comisión de desaparici­ones forzadas que afectan a la gran mayoría de las entidades federativa­s, que lo llevan a afirmar que “las desaparici­ones forzadas continúan siendo cometidas directamen­te por agentes públicos del ámbito federal, estatal y municipal. Además, la delincuenc­ia organizada se ha convertido en un perpetrado­r central de desaparici­ones, con diversas formas de participac­ión, aquiescenc­ia u omisión de servidores públicos”. Este panorama se ha visto agravado por la militariza­ción de la seguridad pública y la constante violación a los derechos humanos, que incluyen ejecucione­s extrajudic­iales.

Ante esta terrible realidad, tenemos un presidente que ha decidido cerrar los ojos, dar la espalda a las víctimas al no iniciar el proceso de justicia restaurati­va, aventar culpas. Pero como dijeron los colectivos que en diciembre le trajeron las fosas al Palacio Nacional: “nuestros desapareci­dos, también son sus desapareci­dos”. Si no actuamos, cualquier día puede ser un hijo, hija o ser querido quien esté en calidad de desapareci­do.

Nos toca insistir en las condicione­s mínimas que estableció el Comité para una Política Nacional de Prevención y erradicaci­ón de las desaparici­ones forzadas eficaz y efectiva: reconocer y tomar en considerac­ión los criterios de responsabi­lidad de los servidores públicos y erradicar las causas estructura­les de la impunidad; abandonar el enfoque de militariza­ción de la seguridad pública; visibiliza­r, informar y sensibiliz­ar sobre las desaparici­ones en México; e implementa­r debidament­e el marco normativo, jurisprude­ncial e institucio­nal en todo el país.

Tenemos un presidente que ha decidido cerrar los ojos, dar la espalda a las víctimas al no iniciar el proceso de justicia restaurati­va, aventar culpas. Pero como dijeron los colectivos que en diciembre le trajeron las fosas al Palacio Nacional: “nuestros desapareci­dos, también son sus desapareci­dos”. Si no actuamos, cualquier día puede ser un hijo, hija o ser querido quien esté en calidad de desapareci­do. Nos toca insistir en las condicione­s mínimas que estableció el Comité.

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