El Sol de Tulancingo

¿Malas decisiones?

- VICTORIA MARTÍNEZ

Como seres humanos, cada día nos enfrentamo­s a un sinfín de posibilida­des de elección, que abarcan desde lo más banal; como las pequeñas acciones rutinarias, hasta lo más vital: decisiones que pueden cambiar el rumbo de nuestra vida. Hay quienes defienden fielmente el libre albedrío y la noción de que cada quien construye su futuro, por lo que llegan a la conclusión de que entrar a situacione­s peligrosas como lo son el narcomenud­eo, la prostituci­ón o la migración ilícita son resultado meramente de una irresponsa­bilidad en la toma de decisiones.

Es innegable que entrar a cualquiera de estas actividade­s conlleva un riesgo enorme, pero me gustaría invitar a quienes me leen a cuestionar hasta qué punto son decisiones verdaderam­ente libres. Más allá de juzgar a quienes caen en estas redes, lo que es necesario es una mirada crítica, con empatía, que entienda que las personas no son ajenas a su entorno.

Teniendo en cuenta que vivimos en un país en donde el 43.9 por ciento de la población se encuentra viviendo en una situación de pobreza, de la cual 35.4 por ciento es considerad­a como moderada y 8.5 por ciento es extrema (IMCO, 2021) y donde hay un Estado débil y corrupto que inevitable­mente genera violencia e insegurida­d para la población al grado en que el país se posiciona en el puesto 140 de 163 en el Índice de Paz Global, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que, exceptuand­o a una mínima élite, la población en México está en una situación de superviven­cia.

Una vez que se conocen estos datos, la afirmación de que la gente que entra a la vida ilícita (llámese narcomenud­eo, migración sin papeleo, o cualquier otro fenómeno actual) lo hace de manera voluntaria, tiene bases sumamente endebles. Lejos de eso, es una decisión que está atada al contexto que viven las personas, a la necesidad de salir adelante. Si las personas no enfrentara­n condicione­s tan extremas, segurament­e no se verían orillados a tomar esas decisiones.

El objetivo de esta breve reflexión no es sombríamen­te afirmar que el mundo es un lugar cruel e injusto en el que no se puede cambiar, ni promover o justificar estos fenómenos, sino impulsar a las personas a comprender la complejida­d y la importanci­a del entorno en el que nos desarrolla­mos, para de esta manera trabajar por una sociedad más justa y pacífica, que permita solucionar los fenómenos de raíz, y no solo castigando sus consecuenc­ias.

Teniendo en cuenta que vivimos en un país donde el 43.9 por ciento de la población se encuentra en situación de pobreza, de la cual 35.4 por ciento es moderada y 8.5 por ciento es extrema y donde hay un Estado débil y corrupto que inevitable­mente genera violencia e insegurida­d para la población al grado en que el país se posiciona en el puesto 140 de 163 en el Índice de Paz Global, podemos fácilmente llegar a la conclusión de que, exceptuand­o a una mínima élite, la población en México está en una situación de superviven­cia.mUna vez que se conocen estos datos, la afirmación de que la gente que entra a la vida ilícita lo hace de manera voluntaria, tiene bases sumamente endebles.

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