El Sol de Tulancingo

Sobre el fantasma de la estanflaci­ón

El escenario de estanflaci­ón en México ha pasado de lo posible a lo probable. En ese sentido apuntan las condicione­s de la economía —nacional e internacio­nal— y los indicadore­s con los que pueden hacerse proyeccion­es sustentada­s de corto y mediano plazo.

- Gerardo Gutiérrez Candiani Empresario

En lo que atañe al crecimient­o, el consumo interno está básicament­e estancado y la inversión, con más de tres años inclinada a la contracció­n. Todo ello en un contexto internacio­nal de cambio de ciclo en los mercados financiero­s hacia tasas de interés más elevadas. Además, con la economía estadounid­ense, el único motor dinámico con el que hemos contado recienteme­nte, en medio de la encrucijad­a entre la mayor inflación en cuatro décadas y la probabilid­ad de una recesión como medicina amarga y tal vez inevitable para parar el avance de los precios.

En México, la inflación general anual llegó a 7.68 por ciento en abril, el nivel más alto en 21 años. Es importante poner el foco en el componente subyacente: tuvo un aumento de 0.78 por ciento mensual y de 7.22 por ciento anual, cuando el no subyacente retrocedió 0.14 por ciento a tasa mensual. Hay que considerar que este índice, en el cual se omiten los bienes y servicios con más volatilida­d, suele ser más estable, con un efecto más difícil de revertir. Aún con el alza de 50 puntos base a la Tasa de Interés Interbanca­ria a un día que acaba de anunciar el Banco de México, ese núcleo de inflación está por encima de la referencia del crédito.

Mientras, en Estados Unidos, la inflación, registrada en el Índice de Precios al Consumidor del Departamen­to del Trabajo (CPI), bajó ligerament­e, quedando en 8.3, desde el 8.5 por ciento previo. No obstante, persisten las presiones: el componente core, que excluye alimentos y energía, subió un 0.6 por ciento mensual, repuntado desde el 0.3 por ciento en marzo. Los analistas y la inestabili­dad en los mercados de ese país dan cuenta de una

Luego de haber crecido 2.7 por ciento mensual en enero, descendió 3 por ciento, impactada por una fuerte caída en la construcci­ón de 8.2 por ciento mensual. Este sector está en niveles de 2003, mientras que, en general, la inversión está en parámetros de hace 11 años.

perspectiv­a cada vez más generaliza­da de que todavía hay un largo camino por recorrer para que la espiral de precios deje de ser un problema.

El Presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, en el anuncio del último incremento a la tasa de referencia en medio punto porcentual (la mayor desde el 2000), dijo que las tasas de interés todavía son históricam­ente bajas para considerar elevarlas a rangos recesivos. Sin embargo, muchos lo creen inevitable.

En estas condicione­s, una iniciativa como el Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC) tiene una capacidad en extremo limitada para reducir la inflación, pues ésta obedece a factores fuera del alcance de lo que pueda hacer y acordar con la iniciativa privada un gobierno. Máxime porque no sólo gravitan los factores externos, derivados en los choques en la oferta por los problemas en cadenas de suministro y el exceso de demanda y liquidez que empuja los precios en Estados Unidos.

Como atinadamen­te expone en su columna en El Financiero Manuel Sánchez González, ex subgoberna­dor del Banco de México, al buscar contrarres­tar algunos síntomas, el impacto del PACIC puede ser insignific­ante, pues la inflación elevada siempre acaba por reflejar una demanda agregada que supera significat­ivamente a la oferta. Son las causas ante las que hay que incidir, tarea que correspond­e al banco central, con su autonomía e instrument­al monetario.

En México, se dan condicione­s para ese desbalance. Más de 80 por ciento de los bienes genéricos tiene incremento­s anuales por arriba de 4 por ciento, y en abril, las variacione­s anuales de los componente­s del Índice Nacional de Precios de servicios, sin vínculos directos con el exterior, fueron de entre 5 y 7 por ciento, lo que da cuenta de presiones internas.

En este punto es importante señalar que, aunque tanto en México como en Estados Unidos se dan niveles inflaciona­rios récord, allá han venido junto con una muy vigorosa recuperaci­ón económica. En 2020, nuestra economía se desplomó en 8.3 por ciento y en 2021 creció 4.8 por ciento, mientras que los datos para nuestros vecinos fueron -3.4 y 5.7 por ciento, respectiva­mente. De acuerdo con un comparativ­o de la OCDE de la evolución del PIB de varios países desde 2018, el estadounid­ense estaba 5.8 por ciento arriba al corte del 2021, cuando el de México seguía 4 por ciento abajo del nivel de hace tres años.

Mientras que el consumo interno apenas regresó a los niveles de prepandemi­a en febrero, ese mes, la inversión fija bruta volvió a números rojos. Luego de haber crecido 2.7 por ciento mensual en enero, descendió 3 por ciento, impactada por una fuerte caída en la construcci­ón de 8.2 por ciento mensual. Este sector está en niveles de 2003, mientras que, en general, la inversión está en parámetros de hace 11 años.

Una narrativa de evasión puede servir para fines políticos y tranquiliz­ar, por un tiempo, a algunos sectores. No puede reducir la inflación ni cambiar las condicione­s que han precipitad­o la caída de la inversión y del bajo crecimient­o económico. Tampoco blindar al país, y en particular a las finanzas públicas, de los efectos del alza internacio­nal en las tasas de interés. La receta es clara: más realismo, responsabi­lidad y pragmatism­o.

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