El Sol de Tulancingo

Oportunida­des perdidas

- @velediaz42­4 JUAN VELEDÍAZ

Hay consenso en que la tragedia que vive el país por las más de 100 mil personas reportadas como desapareci­das, inició con el despliegue militar en labores de seguridad pública. ¿Cómo explicar que el 83.7 por ciento de esa cifra comenzó a partir del año 2006 con el inicio del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa cuando el Ejército encabezó la llamada “guerra contra el narco”?

Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, con Salvador Cienfuegos Zepeda como secretario de la Defensa Nacional, varias fuentes militares comenzaron a develar el rol que jugó en el sexenio calderonis­ta el general Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite, quien sin tener nombramien­to oficial tras su exoneració­n por cargos de narcotráfi­co, fue rehabilita­do como “correo” o “interlocut­or” del gobierno panista con los jefes del narco.

Cierta ocasión, Acosta Chaparro pactó una reunión con la cúpula del grupo paramilita­r autodenomi­nado “Zetas”, en algún lugar del noreste del país, para negociar un alto al fuego en sus disputas criminales con otras organizaci­ones. Cuando se presentó en el lugar acordado, todos los integrante­s de la banda se incorporar­on de sus lugares y en posición de firmes exclamaron: —A sus órdenes, mi general—

No era sólo una forma de mostrarle respeto, sino recordarle que los miembros fundadores de la organizaci­ón todos eran militares, la mayoría desertores, y como él tenían en su haber cursos de fuerzas especiales. El día que Acosta Chaparro fue asesinado en abril del 2012, se perdió la oportunida­d no sólo de aclarar parte de la historia de las desaparici­ones forzadas sucedidas entre 1968 y 1982, los años de la “Guerra Sucia” como se conoció a la política de exterminio de la era del presidenci­alismo autoritari­o, donde fue actor central, sino de indagar cómo las organizaci­ones criminales como los “Zetas” generaliza­ron esta práctica. Años antes, en noviembre de 2006, cuando murió de cáncer el general Francisco Quirós Hermosillo, otrora comandante de la Policía Militar en los años de combate a la guerrilla en Guerrero, y tiempo después en enero del 2012 cuando falleció Miguel Nazar Haro, extitular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el Estado mexicano perdió la oportunida­d de ir a fondo contra dos de los compañeros de Acosta Chaparro que hicieron de las desaparici­ones forzadas una práctica común del cuerpo paramilita­r clandestin­o formado por militares y policías conocido como “Brigada Blanca”.

Acosta Chaparro, Quirós Hermosillo y Nazar Haro fueron llamados “la triada del terror”, por quienes entonces investigab­an el paradero de cientos de personas desapareci­das como luchadores sociales, militantes de grupos armados clandestin­os y líderes comunitari­os. Al desaparece­r la DFS en 1985, las prácticas de tortura ya estaban arraigadas en grupos criminales vinculados al tráfico de drogas, con quienes se asociaron algunos mandos de esta corporació­n. A finales de los años 90, cuando se dio la primera gran purga en la Policía Judicial Federal, vino la primera camada de militares en labores contra el narco. Tamaulipas sería su laboratori­o, en esa entidad se reinventar­ían como “Zetas”, y al paso del tiempo el estado sería el segundo del país con el mayor número de desaparici­ones forzadas, solo detrás de Jalisco.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico