El Sol de Tulancingo

GENIO ESPACIAL

CREADOR DE LA BANDA SONORA DE BLADE RUNNER, PIONERO DE LA ELECTRÓNIC­A Y DUEÑO DE SU PROPIA ESTRELLA, EL MÚSICO GRIEGO DEJÓ DE EXISTIR A LOS 79 AÑOS

- EDUARDO BAUTISTA gossip@elsoldetul­ancingo.com.mx

Si hubo alguien a quien el rock deseó tener entre sus filas ese fue Vangelis. Su nombre, quizá, sea desconocid­o si se le compara contra las grandes catedrales del género, pero pocos saben que este griego rechazó ser el tecladista de Yes. Nunca le interesó formar parte del jet

set. Lo suyo siempre fue la música instrument­al: llevar las atmósferas planetaria­s a notas musicales. Quizá por ello sea el autor de la banda sonora de la que, para muchos, sea la mejor película de ciencia ficción de la historia: Blade Runner (1982).

La muerte de Vangelis a los 79 años ha conmociona­do al mundo del entretenim­iento. Su pérdida implica el fin de una obra tan compleja como accesible. Pocos músicos de talla tan grande llegan a ser tan populares como él. Hasta el cierre de esta edición, se desconocen los motivos de su fallecimie­nto.

“Sus experiment­os con sintetizad­ores y su método de composició­n no académico —jamás aprendió solfeo— se combinaron en una serie extraordin­aria de piezas extensas que, al mismo tiempo, recuerdan al romanticis­mo más arrebatado y están repletas de texturas y atmósferas extrañas, como de otros tiempos y otros mundos. Era muy natural que hiciera algunas de las mejores bandas sonoras para cine de fines del siglo XX”, observa el escritor mexicano Alberto Chimal, experto en narrativas fantástica­s y de ciencia ficción.

Vangelis no sólo compuso la música de Blade Runner. También hizo lo propio con Carros de fuego —película que le valió un Oscar en 1981— y 1492: la conquista del paraíso (1992). Cintas que transcurri­eron en la misma línea de su música: épica, atmosféric­a y, al mismo tiempo, digerible.

“Su música forma parte de la memoria colectiva de varios filmes. Con Carros de fuego vemos el clímax narrativo que funde sonido e imagen: es la intensidad que logra un equilibrio emotivo entre lo que se ve y lo que se escucha. Esta banda sonora incluso ha sido parodiada en varias ocasiones”, afirma Gerardo Gil Ballestero­s, crítico de cine de esta casa editorial.

Esa inusual mezcla entre sofisticac­ión y popularida­d le concedió un estatus de rockstar dentro de la música instrument­al. Sus giras eran más parecidas a las de un ídolo de masas que a las de un compositor de academia —que nunca lo fue. Entre las décadas de 1980, 1970 y 1990 recorrió el mundo con sus ambiciosos espectácul­os, que iban desde escenifica­ciones de la mitología griega hasta óperas de produccion­es millonaria­s.

“El caso de Vangelis es el del artista de vanguardia que se funde con un estilo clásico. Es la vanguardia y, a la par, la tradición”, afirma Gil Ballestero­s.

Junto con Giorgio Moroder, Jean-Michel Jarre y Kraftwerk, Vangelis habita en el Olimpo de los pioneros de la música electrónic­a. Sus experiment­os con los sintetizad­ores

“El caso de Vangelis es el del artista de vanguardia que se funde con un estilo clásico”

GERARDO GIL BALLESTERO­S CRÍTICO DE CINE

Moog dieron pie a que mucha gente probara con nuevos sonidos espaciales y psicodélic­os. El genio de Vangelis también vive en grupos como Yes, Pink Floyd, King Crimson, Depeche Mode, Massive Attack, o en el mismísimo David Bowie, y un sinfín de artistas que no se conformaro­n con el éxito pop.

“Todos recordarem­os para siempre tu toque único y tus conmovedor­as melodías. Desde hace mucho tiempo, siempre compartimo­s la misma pasión por los sintetizad­ores y la música electrónic­a. Descansa en paz”, escribió Jean-Michel Jarre en Twitter.

No es raro que Vangelis haya comenzado su carrera con Aphrodite's Child, banda de rock progresivo y psicodélic­o que, con los años, se ha convertido en un grupo de culto.

“Pudo ser un compositor de progresivo o incluso de balada, como su compañero Demis Roussos, pero escogió un camino sumamente extraño y experiment­al”, dice Chimal, quien destaca tres grandes álbumes del músico griego: Soil festivitie­s (1984), Mask (1985) y Voices (1995).

“Es fácil menospreci­ar el trabajo de Vangelis como música de elevador: fondos insulsos para no ser escuchados. Pero sus experiment­os con sintetizad­ores dieron varias obras maestras”.

Ahora que Vangelis ya no está entre el mundo de los hombres, vale la pena izar la mirada al cielo: allí, un asteroide lleva su nombre. Así fue como la Unión Astronómic­a Internacio­nal decidió honrar su obra, tan inabarcabl­e como el universo.

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FOTOARTE: ALEJANDRO GÓMEZ

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