El Sol de Tulancingo

Política exterior feminista en Chile

- MCAARRLION­SABARNRGAÉ­CLHIICNA RLIUSÓÍZN

El 11 de marzo Gabriel Boric, abiertamen­te feminista, inició un nuevo ciclo político en Chile que dio paso a la adopción de una política exterior feminista (PEF) para conducir la agenda internacio­nal del Estado, este proyecto está acompañado de la primera ministra del Interior de la historia chilena, un gabinete mayoritari­amente femenino y una primera dama que ha puesto al centro la atención a las juventudes trans, por lo que la PEF chilena inicia en un momentum inmejorabl­e.

Las esferas feministas e internacio­nales señalan apropiadam­ente que la definición de lo que significa “política exterior feminista” puede conducir a acotar e invisibili­zar los objetivos, propósitos y actores que esta busca beneficiar, por lo que este concepto debería realizarse bajo el contexto y las metas que busque alcanzar el estado que la adopte. Sin embargo, para efectos prácticos podemos entenderla desde la definición del Centre for Feminist Foreign Policy como un “marco político centrado en el bienestar de las personas marginadas que invoca procesos de cuestionam­iento a los sistemas globales jerárquico­s de la política exterior”.

La PEF chilena del gobierno del presidente Boric se propone cuestionar estos sistemas al enunciarse como una política exterior “turquesa (verde y azul), feminista, inclusiva, antirracis­ta, descentral­izada y participat­iva”, donde a través de diez acciones se podrá “superar la herencia conservado­ra y patriarcal que ha dominado el discurso y la acción de la política exterior, históricam­ente dominados por hombres”. Dentro de estos esfuerzos se propone una reforma al servicio exterior chileno que corrija la subreprese­ntación de mujeres y personas racializad­as a través de criterios que aseguren la paridad de ingreso al cuerpo diplomátic­o, así como la capacitaci­ón de este en perspectiv­a de género.

Por otra parte, se transversa­lizará el feminismo, el antirracis­mo y la inclusión en todas las agendas internacio­nales chilenas, sin privilegia­r aquellas tradiciona­lmente ligadas a las mujeres. También, buscará apoyar paritarios o que cuya constituci­ón incluya al menos 40 por ciento de mujeres; perseguirá también el pleno cumplimien­to de la Convención de Belém do Pará y priorizará las agendas multilater­ales de la resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad. La agenda “turquesa” combina tareas de combate contra el cambio climático y conservaci­ón ecológica (componente verde), y acciones de protección al océano (componente azul).

Sin embargo, a través sólo del análisis de la propuesta discursiva de la PEF chilena y debido a lo reciente de su anuncio (el 22 de marzo de este año), puede intuirse que, como suele ocurrir con las PEF a través del globo, Chile se enfrenta con la trampa de reproducir las estructura­s opresivas y binaristas que pretende superar, al no lograr visibiliza­r la conexión de la agenda internacio­nal con el ámbito doméstico.

La propuesta chilena falla cuando no considera que al igual que la sociedad que representa, el servicio exterior no es un cuerpo uniforme, de esta forma, omite mencionar la inclusión específica de personas de otros géneros (fuera de hombre-mujer) dentro de los esfuerzos de paridad de ingreso y representa­ción. Este último punto se vuelve doblemente problemáti­co al asumir que la representa­ción (y no la participac­ión significat­iva), es el único predicamen­to que existe para el universo de personas a las que pretende beneficiar, y suficiente para superar las barreras de discrimina­ción de género o raza que enfrentan.

La propuesta chilena falla cuando no considera que el servicio exterior no es un cuerpo uniforme y omite mencionar la inclusión específica de personas de otros géneros.

Licenciada en Relaciones Internacio­nales por la FES Aragón. Actualment­e colabora en el Instituto Matías Romero en el Observator­io Mexicano de Política Exterior Feminista.

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