El Sol de Tulancingo

Paren al mundo...

Que quiero bajarme, diría Mafalda, horrorizad­a frente a la inaudita violencia que recorre el planeta. La invasión de Ucrania arrasa con la vida de millones de personas que luchan por expulsar al invasor ruso, sin grandes posibilida­des de éxito. Lágrimas y

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Por si fuera poco, la masacre escolar en Texas, donde un joven de 18 años destrozó a 19 niños, dos maestras y dejó heridos a otros 17, provoca un escalofrío. Lastima la sensibilid­ad del más pintado, la conciencia de la barbarie que sella a esta humanidad del siglo XXI, que debería distinguir­se por haber accedido a fórmulas de coexistenc­ia respetuosa­s de la posesión más valiosa del hombre: la existencia.

Miramos con ojos de pavor lo que ocurre fuera e ignoramos las matanzas autóctonas. Hace muy pocos días, 11 asesinados en Celaya, entre un hotel y dos bares. De ellos, ocho eran mujeres que nada tenían que ver con la delincuenc­ia. Algunas, meseras y trabajador­as de estos lugares y otras acompañant­es de sus parejas.

El homicidio de los pequeños escolares -tenían entre 7 y 10 años- vuelve a poner en la mesa de la discusión la facilidad que existe en Estados Unidos, para hacerse de un arma. Se compran hasta en el supermerca­do sin casi requisitos. A los 18 años ya se tiene acceso para adquirir una granada, un rifle tan mortal como el que usó Salvador Ramos, o cualquiera de la enorme gama de instrument­os letales que se ofertan.

La discusión ha sido larga y, desde hace años, la mayoría Demócrata pugna porque se ponga un alto a la venta indiscrimi­nada. No lo han logrado: el poderío de la industria y la cantidad de millones que produce, frena cualquier iniciativa para, cuando menos, restringir las facilidade­s actuales.

Recientes encuestas muestran que, la mayoría de los estadounid­enses están a favor de que haya restriccio­nes. Pero, a la hora en que las iniciativa­s aterrizan en el Congreso, la maquinaria republican­a las para. Acaba de ocurrir la espeluznan­te tragedia y, sin embargo, el catastrófi­co Donald Trump asistirá a la Convención Nacional del Rifle, poderosísi­ma organizaci­ón capaz de bloquear, como lo ha hecho hasta ahora, el mínimo cambio.

La sociedad tiene miedo, sobre todo, los alumnos y maestros, quienes saben que, en cualquier momento, un chico, de los tantos dañados psicológic­amente, podría agredirlos. Sobra decir que hay estudios e investigac­iones serias y profundas, a nivel internacio­nal, sobre las motivacion­es de estos chamacos, las que suelen ser parecidas: provienen de familias disfuncion­ales, han sido objeto de acoso escolar, de expulsión y adictos a las drogas. Habría que añadir que los yanquis son un pueblo guerrero y el derecho a tener armas es constituci­onal y uno de sus principale­s artículos, por lo que erradicar esta costumbre es sumamente difícil.

Aquí, en tierra azteca, nos convertimo­s en un cementerio, sin que se escuche una exigencia social para poner un alto a esta barbarie. Parece que nos acostumbra­mos a vivir en el sexenio más violento, de que se tenga memoria y pocos cuestionan a un tlatoani que deja a la población en la absoluta indefensió­n y desamparo, mientras protege a los delincuent­es. ¡Dioses! Era como para que el alarido de indignació­n, le rompiera los tímpanos.

Recientes encuestas muestran que, la mayoría de los estadounid­enses están a favor de que haya restriccio­nes a la venta de armas. Pero, a la hora en que las iniciativa­s aterrizan en el Congreso, la maquinaria republican­a las para. Aquí, en tierra azteca, nos convertimo­s en un cementerio, sin que se escuche una exigencia social para poner un alto a esta barbarie. Parece que nos acostumbra­mos a vivir en el sexenio más violento de que se tenga memoria y pocos cuestionan.

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