Los videos cortos o el triunfo de la inmediatez
A medida que las redes sociales han volatilizado la creación de contenido, las tendencias hacia la captación de la mayor cantidad de información posible en el menor tiempo se han vuelto cada vez más crudas. El primer paso fue el microblogging que establecía un número específico de caracteres para los mensajes en Twitter (que después se duplicó) poniendo a prueba la capacidad de síntesis del usuario en la producción de mensajes significativos, se jugaba con la brevedad. Sin embargo, Twitter cuenta apenas con la tercera parte de los usuarios de TikTok, y una quinta parte de ellos son bots.
TikTok es indiscutiblemente la plataforma más popular hasta el momento, y ha ganado terreno frente a las demás gracias a la brevedad, pues el contenido que se presenta está limitado por tiempos. Sus herramientas de edición son sencillas y cuenta con una interfaz amable que permite que usuarios de todas las edades puedan, si no crear, sí visualizar el contenido. Las demás redes sociales se han hecho espacios para los videos cortos, lo que demuestra su nivel de éxito: Instagram incluso permite reproducir sus reels en Facebook llegando a generaciones superiores. El marketing digital ha aceptado el poder de los videos cortos incorporándolos a todas las marcas, dejando claro que los mensajes breves tienen un alto poder comunicativo en una sociedad como la nuestra, a tal grado que YouTube comenzó a usar los anuncios de seis segundos que no pueden ser omitidos.
El tiempo es sin duda nuestro recurso más preciado, la finitud de la vida es incuestionable y las relaciones sociales posmodernas ocurren tan rápido como nunca antes. No sólo estamos expuestos a la superposición de diferentes espacios sociales que irrumpen atemporalmente en nuestra cotidianeidad —como cuando recibimos en la misma plataforma mensajes familiares, amistosos o laborales que esperan ser atendidos de manera inmediata—sino que también se hizo imprescindible lidiar con una enorme cantidad de información que exige criterios de selección precisos, información a la que somos bombardeados independientemente de nuestra voluntad.
En poco tiempo, los videos cortos pueden ser consumidos y asimilados, y si el contenido se construye de manera correcta, dejarán huella. Los mensajes cortos pueden ser fragmentarios, pero tener un largo alcance, sobre todo cuando se vinculan con los demás y forman redes semánticas. La mayoría de las plataformas construye algoritmos basados en la similitud, por lo que los videos guardan, al menos de manera aparente, cierto nivel de correlación según los intereses del usuario.
¿Hay detrás de todo esto un cambio cultural?, ¿será que hemos sucumbido ante la satisfacción inmediata del deseo? Si el deseo se alcanza de manera simple, es seguro que su valor decrece, que la conciencia del trabajo que hay que invertir para alcanzar un objetivo se transforma y que más que la profundidad o la calidad se privilegia la cantidad. Esto no es necesariamente negativo, pero hay que entender que conlleva un cambio social, y puede tener impactos económicos, políticos, ambientales, jurídicos, entre otros. El triunfo de lo inmediato es la negación de la profundidad, el resultado de un tiempo que no dura.
Si los videos cortos han tenido éxito, es porque son un síntoma de transformaciones más profundas. El instante y el impulso han ganado terreno ante la expectativa y la paciencia. Se trata de valores diferentes que refieren sociedades también distintas. A diferencia del siglo XIX o XX, hoy todo pasa de manera inmediata. Las comunicaciones son ejemplo de ello: no es necesario esperar la respuesta de alguien que está al otro lado del mundo, ni formarse tres horas en el banco para hacer un pago. Los sucesos ocurren de manera espontánea y tener conciencia de ellos requiere contar con capacidades de integración y selección críticas que permitan convertir lo fragmentario en unidad, ¿triunfaremos en esa tarea?